CASA REAL BRITÁNICA

Golpe de tacón, la metáfora del poder femenino

Un zapato fue la defensa improvisada con la que la reina Camila repelió a un agresor cuando era adolescente. Hoy, aquel gesto resuena como símbolo de resistencia y transformación cultural

Fotografía: Kiloycuarto

La escena, narrada en un libro reciente sobre la familia real británica, parece sacada de un guion cinematográfico: una adolescente -que se convertiría en la reina Camila– de apenas 16 o 17 años, sola en un tren que se dirige a la estación de Paddington, siente la mano intrusa de un desconocido. El miedo se convierte en acción. Siguiendo un consejo de su madre, se quita un zapato y golpea al agresor. Al llegar a destino, denuncia lo ocurrido y el hombre es arrestado. En su momento fue un acto instintivo de autodefensa. Hoy, a la luz de su trayectoria, ese gesto mínimo adquiere una dimensión cultural mucho mayor.

El zapato -y en particular el tacón alto- ha estado siempre cargado de significados. Nacido en la Persia del siglo IX como accesorio masculino para mantener el pie firme en los estribos, llegó a Europa en el Renacimiento como símbolo de poder aristocrático: cuanto más alto el tacón, mayor el estatus. En el siglo XVII, Luis XIV popularizó los célebres tacones rojos como marca de autoridad masculina. Con el tiempo, el calzado elevado se trasladó al vestuario femenino, convirtiéndose en emblema de feminidad, elegancia y sensualidad. Pero también en objeto de debate: ¿es símbolo de liberación o de opresión? ¿De poder o de fragilidad?

El zapato de Cenicienta

En el imaginario cultural, el tacón ha oscilado entre lo decorativo y lo limitante. Ha representado la sofisticación y, a la vez, la imposición de estándares que restringen el movimiento. Sin embargo, el episodio protagonizado por Camila lo resignifica: lo que solía leerse como accesorio estético se convierte en instrumento de defensa. El tacón, asociado a la fragilidad femenina, se transforma en un arma improvisada y eficaz contra la violencia.

Esta resignificación no es un caso aislado. A lo largo de la historia, las mujeres han recurrido a objetos cotidianos como herramientas de autoprotección. Las llaves entre los dedos al caminar solas de noche, los perfumes en spray, el bolso usado como escudo: todo ello habla de una pedagogía silenciosa, transmitida de madres a hijas, que coloca en la mujer la carga de garantizar su propia seguridad. En sociología, estos giros muestran cómo los objetos adquieren significados nuevos al calor de la experiencia y cómo el contexto puede transformar un accesorio en símbolo de resistencia.

La reina Camila / Fotografía: EFE

El relato de Camila conecta con su compromiso posterior. Su agenda pública ha estado marcada por la lucha contra la violencia de género y el apoyo a víctimas de agresión sexual. Ha visitado refugios, ha presidido jornadas internacionales, ha impulsado proyectos como el Wash Bag Project, que entrega kits básicos a quienes acuden a los centros de atención tras un examen forense. Visto en perspectiva, aquel gesto adolescente parece anticipar una vida dedicada a usar su posición no solo como figura institucional, sino como voz comprometida con las mujeres que han sufrido violencia.

La metáfora del “golpe de tacón” ofrece, así, una doble lectura. Por un lado, muestra la resiliencia individual: una joven que no se resigna a ser víctima y utiliza lo que tiene a mano para recuperar el control. Por otro, abre un debate sobre la evolución social: de una época en que se enseñaba a las mujeres a cuidarse solas a otra en la que la responsabilidad se reconoce como colectiva, donde instituciones, educación y justicia deben garantizar entornos seguros.

La historia del tacón recorre siglos de simbolismo: del lujo masculino al accesorio femenino, de signo de estatus a elemento de moda. Hoy, gracias a testimonios como el de Camila, también se integra en un relato de resistencia. El zapato ya no es solo fetiche ni ornamento: puede ser emblema de empoderamiento, un recordatorio de que lo cotidiano tiene la capacidad de transformarse en defensa y en metáfora de fuerza.

Porque un tacón puede estilizar una silueta, pero también -como en aquel tren hacia Paddington- puede cambiar el guion de una historia. Y ese cambio, aunque pequeño, resuena con la fuerza de un símbolo que trasciende el gesto individual para convertirse en espejo de toda una época.

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