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Gunilla von Bismarck, cuando Marbella era ella. ¿Quién es ahora su anfitriona?

La ciudad se va quedando huérfana de personajes tan icónicos como los que formaron la jet set en los años de mayor esplendor. Ahora hay gente guapa y muy rica, pero aquellas noches eternas no volverán

Gunilla von Bismark.
Fotografía: Kiloycuarto

“¡Yo soy grande! ¡Es el mundo el que se ha encogido!”. Esta sensación que Billy Wilder puso en boca de la la inolvidable Norma Desmond en Sunset Boulevard (1950) es la que debe de tener Gunilla von Bismarck este primer verano sin su ex Luis Ortiz, fallecido en septiembre de 2024 a causa de un cáncer de páncreas. Sin él, tendrá las horas eternas para recordar la Marbella que ella misma creó a su imagen y semejanza. Teatral, diva y siempre fascinante, esta condesa alemana de 75 años se refugia en su mansión en una ciudad que trata de salir de su decadencia gloriosa.

Durante décadas, Marbella era ella. Aquellos años de esplendor eran un agudo retrato de sí misma. Y también de Alfonso de Hohenlohe, arrebatador e inventor de la Costa del Sol glamourosa; su hermano, el refinado conde Rudi; Ira von Fürstenberg, elegante pero sin aseñorar y muy independiente; o reina Fabiola, hermano de la entrañable reina Fabiola, quien, como decía Paco Umbral, todos los años sufría un desprendimiento de monóculo. Era la jet set de siempre, “la beautiful del felipismo de oro”, remarcaba con su irónica pluma el columnista.

“Cada uno de estos personajes encarnaba a su manera un ideal hedonista, refinado y al mismo tiempo bohemio. Eran aristócratas cosmopolitas, bon vivants y empresarios visionarios. Cuando Hohenlohe descubrió este pequeño pueblo de pescadores, en lugar de coches había burros. Vio su potencial como paraíso y lo cambió todo”, nos cuenta Silvia Grijalba, autora de Aquellas noches eternas, un libro que relata en forma de novela la primera edad de oro de Marbella, hacia los años 70. “Yo nací en 1967 y mi infancia está ligada a Marbella y Torremolinos, dos ciudades fascinantes donde se respiraba libertad y un lujo relajado, discreto y elegante. Cada uno con su singularidad se permitían romper todo lo que querían porque allí se sentían absolutamente libres. Era una época que volverá”, zanja.

Marbella
Marbella. Fotografía: EFE/LPA

Por sus páginas desfilan todos estos personajes y algunos más. Formar parte de la élite marbellí exigía “tener mucho dinero, disfrutar de un pedigrí que paliase estar arruinado o hacer gala de un desparpajo vital que rozara lo ilegal”. Así es como describe la llegada de Maite, su protagonista, a este lugar paradisíaco de la Costa del Sol. En esa época, abril de 1970, Gunilla, bisnieta de Otto von Bismarck, ya empezaba a deslumbrar y a poner a Marbella en el radar de las grandes fortunas del mundo.

La condesa mantuvo su elegancia incluso cuando Marbella inició su decadencia, hacia los años 90. Ella y Luis Ortiz representaban la dolce vita de exceso estético pero nada vulgar de una época dorada ya perdida. Se casó con él en 1978 y se divorció once años más tarde, aunque forjaron un vínculo indisoluble y de devoción muta desconcertante para la prensa del corazón.

Sin él, hoy ve todo diferente. Marbella ha cambiado, pero ella no. Sigue siendo una figura sólida, aunque con la memoria anclada en “aquellas noches eternas” de Silvia Grijalaba, cuando “Marbella era el lugar donde las gentes y todas las nacionalidades se mezclan y bailan juntas”. Carismática, icónica, cosmopolita, elegante, auténtica, con una capacidad única de equilibrar tradición y modernidad, pero cada vez menos visible.

Gunilla Von Bismarck
La condesa Gunilla Von Bismarck en la alfombra roja en la XV Gala Starlite. Fotografía: EFE/Juan Carlos Domínguez

La ciudad se va quedando huérfana de personajes como Jaime de Mora y Alfonso de Hohenlohe, cuyo hijo Hubertus, artista, no ha tomado el relevo. “Marbella no es lo mismo, hay gente guapa, pero sin carisma”, repite en las entrevistas.

Hoy vive un resurgimiento gracias a las celebridades, influencers, royals y otros personajes relevantes. Sin embargo, se echa de menos a la jet set de siempre, especialmente a ella. Su heredera, salvando las oportunas distancias, podrían ser María Bravo o Eva Longoria, excelentes embajadoras de la ciudad y con una influencia creciente como impulsoras y anfitriones de la Global Gift Gala, además de otros proyectos filantrópicos y eventos que visten la ciudad con un nuevo tejido mucho más moderno.

Pero la Marbella de la que habla Grijalba y la que recuerda Gunilla era otra cosa: una mezcla de aristocracia, realeza, bonhomía y hedonismo, sin dejar de lado su capacidad innata para impulsar eventos sociales y benéficos. Eran cualidades que confluían en la icónica pareja que formaba con Luis Ortiz, singulares anfitriones en galas y fiestas.

Nació en el Castillo de Friedrichsruh, el hogar del canciller Otto von Bismarck, a 21 kilómetros de Hamburgo, y es allí donde desea morir. Todavía sigue residiendo algunas temporadas en la imponente fortaleza. Allí descansan sus padres, hermanos y su marido. “Es donde están mis raíces. Tengo hasta decidido el árbol bajo el cual quiero ser enterrada“, confesó en una entrevista. De momento, continúa incombustible, aunque ya no trasnoche ni vea amanecer.

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