Lara Álvarez (Gijón, 1986) tiene el don de habituar rápidamente al público a su genuina sonrisa. Es lo que viene haciendo desde su debut televisivo, en 2006, en el magacín de Telemadrid Hoy por hoy, junto a Nieves Herrero. Antes, con solo diez años, ya había conquistado a la audiencia en el programa infantil Menudo Show, de Antena 3. Tan carismática como versátil, ha ido pasando por diferentes formatos, desde espacios deportivos hasta otros de entretenimiento.
Después de despedirse de Supervivientes, el reality que la catapultó como estrella de la televisión, fichó por TVE para presentar La Conexión, un concurso familiar de cultura y entretenimiento. El espacio, producido por Satisfaction Iberia, llevaba un año guardado a la espera de que la cadena pública diese con el momento idóneo para su emisión. Parecía haberlo encontrado en el prime time de los miércoles, tomando el testigo del exitoso The Floor. Pero su paso no ha podido ser más fugaz, tres semanas.
A pocas horas de la gran final de La Conexión, el 9 de julio, la presentadora asturiana trataba de digerir su fulminante despedida rompiendo su silencio en Instagram: “Hoy nos despedimos de un formato que nos ha dado esta tremenda alegría durante tres semanas y no quería perderme la ocasión de agradeceros a todos los que nos habéis acompañado en la noche de los miércoles. Ha sido breve pero muy intenso. Detrás hay un equipo enorme que ha trabajado muchísimo. Enhorabuena a todo el equipazo que lo ha hecho posible, y también a los concursantes”.

Terminó su mensaje con un esperanzador “hasta luego”: “Cierro este capítulo con un sabor increíble, espero que se repita. Nos veremos pronto en tele”. La televisión juega sus propias lógicas, a veces caprichosas y siempre implacables, independientemente de la profesionalidad o la inmediata conexión con la audiencia, como es el caso de Lara. A la espera de lo que le depare la profesión, inaugura un tiempo en barbecho. Solo quien trabaja la tierra conoce la gran utilidad de esta técnica milenaria que consiste en dejar el terreno en reposo para conseguir los mejores beneficios en las temporadas posteriores.
Aplicada a una profesión tan exigente como la televisión, donde tantos personajes acaban quemados por saturación o sobreexposición, el barbecho es el tiempo de recuperación que se toman algunos presentadores para evitar agotarse y volver en condiciones óptimas de cultivo, como la tierra misma. La idea tiene una dimensión filosófica, espiritual o creativa, siempre con la mente puesta en la regeneración.
No obstante, no parece ser la opción favorita de Lara que, lejos de tomar la interrupción de su programa desde la actitud de la paciencia, de dejarlo estar mientras germina un proyecto a su altura, ha declarado que necesita “el chute de más proyectos. No está de más decir que yo quiero trabajar. Hay algunas cosas, pero, ya sabéis, secretismo”. La sabiduría del barbecho exige no forzar y respetar el ritmo natural de los acontecimientos. No hay riesgo de que, por falta de visibilidad, pierda su frescura o atractivo. Más bien al contrario. Lo que evita es el desgaste.

A lo largo de su trayectoria, además de reinventarse, ha elegido bien los proyectos y ha ido dosificando su presencia en los medios. Dice que está recibiendo y valorando propuestas “muy dispares, pero igual de ilusionantes”. Mientras, no abandona su faceta como docente, comunicadora, creadora de contenidos o embajadora de algunas marcas.
Muy a su pesar, ha estrenado el verano con doble ruptura, profesional y sentimental, convirtiéndose en la soltera de oro de la televisión. Después de seis meses de relación con Perico Durán, en mayo de 2025 la pareja anunció su punto final meditado y sin drama. “A veces con quererse no basta”, expresó. Como reconoció en La Revuelta, está viviendo una montaña rusa que deja en ella la sensación de liberación y crecimiento personal.
Resume sus circunstancias vitales en una frase que se ha viralizado en las redes sociales: “Fracaso es quedarse donde no eres feliz”. Lo bueno es que, a sus 39 años y una dilatada carrera, no tiene que elegir, como le dijo a Broncano en su entrevista, desde la carencia, desde los huecos que tenga que tapar. “Dejar ir es una muestra de amor propio y hacia el otro”.