“Este libro es para mi yo de ocho años, que se sentía tonta”, dijo Lauren Sánchez en una entrevista televisiva reciente, visiblemente emocionada. Había lágrimas, sí, pero también había claridad. La mujer que hablaba ya no era solo la figura pública que ha estado en el foco desde que se hiciera pública su relación con Jeff Bezos, ni la aviadora que surcó el cielo con un helicóptero a los 40 años. Era, más que nada, una mujer reconciliada con su infancia. Una infancia marcada por la dislexia, por los silencios en clase, por la vergüenza frente a los libros que no se dejaban leer.
Lauren Wendy Sánchez nació en Albuquerque, Nuevo México, en diciembre de 1969, en una familia mexicoestadounidense. Su padre trabajaba como técnico en aviación, y desde pequeña se sintió atraída por los cielos, aunque tardaría años -décadas- en atreverse a conquistarlos. En el colegio, la pequeña Lauren era la niña que no levantaba la mano. Las palabras se le escapaban, y nadie entendía muy bien por qué. No fue diagnosticada con dislexia hasta la universidad, cuando un profesor, más atento que los demás, le dijo que escribiera sin preocuparse por la ortografía. Esa frase encendió algo en ella. Su promedio académico subió. Su confianza también.
Después de pasar por El Camino College, ingresó en la Universidad del Sur de California, donde estudió Periodismo. A finales de los años noventa, comenzó su carrera como reportera en canales locales de Los Ángeles. Trabajó en KCOP-TV, Fox Sports Net, Extra y como presentadora del popular programa matutino Good Day LA en KTTV Fox 11. Su energía, su sonrisa amplia y su capacidad de improvisación frente a las cámaras la convirtieron en una figura conocida en todo el país. Recibió un premio Emmy por su cobertura del accidente del vuelo Alaska Airlines 261. Años después, la maternidad y un cierto desgaste profesional la empujaron a cambiar de rumbo.

A los 40 años -una edad en la que muchas mujeres en la televisión comienzan a ser desplazadas del centro de la pantalla- Sánchez decidió aprender a pilotar helicópteros. Lo hizo casi en secreto. Se convirtió en piloto profesional, fundó Black Ops Aviation, la primera productora aérea dirigida por una mujer, y comenzó a trabajar en rodajes, documentales y grabaciones aéreas, siempre tras la cámara. Fue su forma de continuar contando historias, pero desde arriba, desde el cielo.
En 2019, su vida volvió a cambiar cuando su relación con Jeff Bezos se hizo pública. La pareja se conoció a través del entorno mediático y tecnológico de Los Ángeles y, tras meses de rumores, comenzaron una relación que los llevó a compartir viajes, proyectos y una atención mediática implacable. Lejos de limitarse a un papel decorativo, Sánchez se ha implicado activamente en el Bezos Earth Fund -centrado en la lucha contra el cambio climático- y en iniciativas filantrópicas como el Day One Fund, enfocado en apoyar a familias sin hogar.
En mayo de 2023 se comprometieron, y en abril de 2025, participó como tripulante en la misión suborbital New Shepard NS‑31, de la compañía Blue Origin. Fue la primera periodista latinoamericana en llegar al espacio. A bordo viajaban también personas del mundo del arte y la ciencia, como Katy Perry. “Desde allí arriba, el planeta parece aún más frágil”, declaró a su regreso.
Pero el verdadero viaje -al menos el más íntimo- no ha sido hacia las estrellas, sino hacia atrás: a la infancia, a esa niña callada y confundida. De ahí nace The Fly Who Flew to Space, un libro infantil que escribió inspirada en un vuelo con sus hijos. En la historia, una mosca con alas temblorosas decide abandonar la ventana y viajar al espacio. “Flynn no es solo una mosca -dijo Lauren-, es cada niño que se siente pequeño, invisible o distinto”. El libro fue publicado en septiembre de 2024, recibió una gran acogida y entró en la lista de los más vendidos del New York Times.
Parte de los beneficios se destinan a la International Dyslexia Association y a programas educativos para niños con dificultades de aprendizaje. Su hijo Evan, fruto de su matrimonio anterior con el agente Patrick Whitesell, también ha sido diagnosticado con dislexia. Lauren lo acompañó en el diagnóstico con la seguridad de quien ya ha caminado ese terreno. “No quería que se sintiera solo”, dijo. “Yo sé lo que es eso.”
Tiene tres hijos: Nikko, de su relación con el ex jugador de fútbol americano Tony González; y Evan y Ella, con Whitesell. Conviven entre California y Washington. Lauren ha dicho que está volviendo a hablar español con sus hijos, recuperando palabras que escuchó de niña en Albuquerque y que ahora suenan nuevas.
Aunque los focos siguen posándose sobre su imagen pública, ella insiste en que lo importante no es su apellido ni sus títulos, sino lo que hace con ellos. “Durante mucho tiempo sentí que no merecía estar donde estaba. Ahora sé que sí”, confesó en una entrevista reciente.
Quizás esa sea la lección más relevante de su trayectoria: que no hay destino escrito, que incluso las historias torcidas pueden encontrar su gramática. Que hay otras formas de leer el mundo -más intuitivas, más visuales, más libres- y que en esas formas también hay belleza. En ese sentido, Lauren Sánchez no ha vencido la dislexia; la ha hecho parte de su relato, la ha devuelto al mundo convertida en voz, en libro, en vuelo.