La prisión de Le Santé, en pleno corazón de París, es mucho más que un edificio penitenciario: es parte de la historia moderna francesa. Inaugurada en 1867 y reformada a lo largo de los siglos, este centro ha albergado a espías, asesinos, escritores, mafiosos y políticos. Ahora, sus muros encierran también al expresidente Sarkozy, que cumple una condena de cinco años por financiación ilegal de su campaña electoral de 2007.
Una cárcel dentro de París
La prisión de Le Santé es la única que sigue activa dentro del perímetro urbano de la capital francesa. Se levanta en el distrito 14, junto a la Rue de la Santé, una calle que le da nombre y que hoy parece un irónico recordatorio de lo que no ofrece: libertad. Su fachada, de piedra gris y líneas sobrias, apenas deja adivinar la magnitud del complejo: un laberinto de celdas, galerías y patios encerrados tras muros de ocho metros de altura.
Para los parisinos, Le Santé es un icono incómodo. Desde su fundación bajo el Segundo Imperio, ha sido escenario de ejecuciones, huelgas de hambre y motines, y se ha ganado una reputación temida incluso entre los reclusos más duros. Durante más de un siglo funcionó como prisión central masculina, y por sus pasillos han pasado figuras que marcaron la crónica negra de Francia. Entre ellos, asesinos como Guy Georges, terroristas de la OAS o criminales de guerra.

El nombre de Sarkozy, sin embargo, añade una dimensión inédita. Nunca antes un expresidente francés había pasado una sola noche en esta cárcel. Su llegada, escoltado por la policía, ha colocado a Le Santé de nuevo en el centro del debate nacional.
Una historia de sombras y reformas
Durante décadas, la prisión de Le Santé fue conocida por sus condiciones infames. En los años noventa, un informe del Observatorio Internacional de Prisiones la describía como un lugar “inhumano”, con celdas diminutas, mala ventilación y un régimen de aislamiento severo. Aquella reputación llevó al cierre parcial del centro en 2014 y a una profunda remodelación que se prolongó durante cinco años.
Cuando reabrió en 2019, el Ministerio de Justicia la presentó como una “prisión modelo” del sistema penitenciario moderno. Las nuevas celdas, de unos 9 m², incorporaron duchas y sanitarios propios, un escritorio y una pequeña ventana. Se renovaron los talleres, la enfermería y los espacios de visita. Pero, pese a las mejoras, la esencia del lugar sigue intacta: el silencio espeso, las puertas metálicas y la sensación de estar atrapado en una máquina que no se detiene nunca.
La cárcel tiene capacidad para unos 700 internos, aunque en algunos periodos ha superado ampliamente esa cifra, llegando a rozar el 150 % de ocupación. Las denuncias por hacinamiento y estrés psicológico siguen siendo habituales, especialmente en las zonas comunes y los patios.
El “barrio de las personalidades”
Uno de los elementos más singulares de la prisión de Le Santé es el llamado quartier des personnalités o “barrio de las personalidades”. Un módulo reservado a presos considerados vulnerables o de alto perfil: políticos, empresarios, jueces o personalidades mediáticas.

Allí es donde se encuentra Sarkozy. El sector, conocido por su discreción, cuenta con apenas una veintena de celdas y un régimen más controlado. Los internos de este módulo no se mezclan con la población general y disponen de un horario de patio diferenciado, acceso restringido a las zonas comunes y vigilancia permanente.
Las celdas son las mismas que en el resto de la prisión —pequeñas, austeras y sin lujos—, pero el aislamiento reduce los riesgos de agresiones o incidentes. El expresidente podrá recibir visitas de su esposa, Carla Bruni, y comunicarse con su defensa bajo estrictas medidas de seguridad. Su contacto con el exterior se limitará a las llamadas telefónicas autorizadas y a la lectura.
Fama, leyendas y fugas imposibles
La prisión de Le Santé ha sido, durante más de un siglo, un espejo de la Francia más oscura. Aquí fueron guillotinados criminales hasta 1972, cuando el país abolió las ejecuciones públicas. En sus muros se gestaron motines como el de 2002, cuando decenas de presos se rebelaron contra las condiciones de reclusión.
También ha sido escenario de fugas cinematográficas. La más célebre fue la del ladrón Michel Vaujour en 1986, que escapó gracias a un helicóptero pilotado por su esposa. Ese episodio convirtió a Le Santé en símbolo de la imaginación criminal francesa y en una referencia constante en la cultura popular.
A lo largo de su historia, el penal ha albergado a personajes tan dispares como el escritor Guillaume Apollinaire, acusado de robo de obras del Louvre; el espía Alfred Dreyfus antes de su deportación a la Isla del Diablo, y asesinos en serie como Marcel Petiot. Ahora, con Sarkozy, el elenco de su leyenda suma un capítulo político sin precedentes.