La nueva vida de Sarkozy en prisión: aislamiento, rutina y una celda de 9 metros cuadrados

El expresidente francés Nicolas Sarkozy cumple condena en la prisión de La Santé, en París. Te contamos cómo es su rutina en la cárcel

Nicolas Sarkozy.
KiloyCuarto

Durante años, el nombre de Nicolas Sarkozy fue sinónimo de poder, carisma y ambición política. El hombre que gobernó Francia entre 2007 y 2012, que se codeó con los líderes más influyentes del planeta, duerme hoy en una celda de nueve metros cuadrados. La escena es tan simbólica como desgarradora: el expresidente ha ingresado en la prisión parisina de La Santé para cumplir una condena de cinco años por financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007, en un caso que lo vincula con los fondos del régimen libio de Muammar Gaddafi.

Nadie imaginaba que Sarkozy acabaría tras los muros de la cárcel más famosa de Francia. Pero la justicia francesa ha querido enviar un mensaje claro: ni siquiera un expresidente está por encima de la ley.

De los salones del Elíseo a La Santé

La prisión de La Santé, situada en el distrito 14 de París, no es un lugar cualquiera. Es una fortaleza centenaria, inaugurada en 1867, que ha sido testigo de ejecuciones, motines y fugas legendarias. En sus celdas pasaron escritores, mafiosos y espías; ahora, también acoge a un expresidente.

Tras su llegada, Sarkozy fue instalado en el llamado “quartier des personnalités”. Un módulo reservado para internos considerados vulnerables o de alto perfil. Allí, las condiciones son más seguras, pero no más cómodas. Cada celda mide unos 9 metros cuadrados y cuenta con una cama individual, un pequeño escritorio, una ducha y un inodoro. Nada más. El silencio es denso, apenas roto por los pasos de los guardias y el chirrido metálico de las puertas.

La nueva vida de Sarkozy en prisión: aislamiento, rutina y una celda de 9 metros cuadrados
Una fotografía de archivo de la prisión parisina de Le Santé.
Wikipedia

No hay lujo ni trato preferencial. Aunque su estatus lo protege de compartir espacio con la población general, Sarkozy vivirá bajo el mismo reglamento que cualquier preso: horarios estrictos, controles continuos y limitaciones en las visitas.

Una rutina vigilada

La vida cotidiana de Sarkozy dentro de La Santé va a estar marcada por la repetición. Se levantará temprano, en torno a las siete de la mañana, y deberá presentarse al recuento diario. Tras desayunar, dispondrá de algunas horas de patio en solitario o acompañado.

Tendrá derecho a leer, escribir y recibir correspondencia. Aunque toda comunicación será controlada. Podrá hablar por teléfono en franjas limitadas y, de vez en cuando, recibir la visita de su esposa, Carla Bruni, y de sus abogados.

No habrá prensa libremente disponible. Si quiere seguir las noticias, deberá hacerlo a través de los canales autorizados por la institución. Según fuentes penitenciarias, Nicolas Sarkozy podría acceder a un pequeño gimnasio y a una biblioteca, ambos dentro del mismo pabellón, bajo supervisión. Pero el aislamiento, dicen quienes conocen La Santé, acaba siendo la condena más dura.

El símbolo de un país

El ingreso en prisión de Sarkozy ha sacudido a Francia. Por primera vez en la historia moderna, un expresidente cumple cárcel efectiva por delitos de corrupción. La imagen de un exmandatario cruzando las puertas de La Santé escoltado por la policía no solo es una herida política, sino un espejo de una sociedad que se pregunta hasta qué punto la ambición puede corromper incluso las más altas esferas del poder.

Nicolas Sarkozy ingresando en la prisión parisina de La Santé
Nicolas Sarkozy ingresando en la prisión parisina de La Santé.
EFE

Mientras sus aliados denuncian una persecución judicial, sus detractores celebran lo que consideran una lección de justicia democrática. Pero más allá del ruido político, el hecho encierra una ironía poderosa: el hombre que hablaba de “restaurar la moral republicana” ahora habita un espacio diseñado para quienes la quebrantan.

El propio Sarkozy ha repetido que es inocente y que apelará la sentencia. Pero la orden judicial fue firme: debía comenzar a cumplir la pena sin demora, dada la gravedad del caso. Los jueces consideraron probado que su campaña presidencial recibió fondos ilegales del régimen libio. Aunque algunas acusaciones más graves fueron descartadas.

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