La historia se repite. Tras un decepcionante encuentro en Alaska el pasado agosto, Donald Trump y Vladimir Putin volverán a verse las caras en Budapest. Tras una llamada sorpresa de más de dos horas y media entre los presidentes estadounidense y ruso, que fue “muy productiva” y “extremadamente franca y llena de confianza”, la Casa Blanca anunció un encuentro en las próximas dos semanas en la tierra de Viktor Orbán.
Una vez más, a pesar de la intención declarada del Presidente estadounidense de organizar una cumbre tripartita después de Anchorage, es probable que esta reunión se celebre sin Volodymyr Zelensky.
El jueves 16 de octubre, ambos dirigentes acordaron reunirse en la capital húngara. Aún no se han fijado la fecha y el lugar precisos, pero podría tener lugar “en las próximas dos semanas, o incluso un poco más tarde”, según anunció posteriormente el Kremlin. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, acogió con satisfacción la noticia, afirmando que Budapest era “el único lugar de Europa en el que hoy puede celebrarse una reunión de este tipo”. Hungría es una “isla de paz”, añadió.

Vladimir Putin está a punto de ser recibido en un país de la Unión Europea en un momento en que Bruselas trabaja en un 19º paquete de sanciones y se debate en los Estados miembros la cuestión de los visados para los ciudadanos rusos. Se trata de una severa bofetada en la cara de los líderes de la UE, porque es una victoria ganada entre bastidores por Viktor Orban. Es una gran humillación para la Unión Europea. Hungría es sin duda el Estado miembro menos partidario de apoyar a Ucrania. Bruselas y los Estados miembros deberían adoptar una postura muy firme frente a Budapest. Es incomprensible que el país de Orban permanezca en la UE cuando apoya abiertamente al régimen de Putin, aunque haya sido declarado enemigo de los europeos.
Cómo llegarán a Hungría
A Bruselas se le ha presentado un hecho consumado. Es cierto que vivimos en el mundo real. Las reuniones no siempre se producen en el orden o el formato que nos gustaría, pero si acercan a ucranianos y rusos a una paz justa y duradera para Ucrania, debemos acogerlas con satisfacción. Esto es sin duda lo que piensan las cancillerías europeas. Queda por ver cómo llegarán a Hungría Vladimir Putin y su ministro Sergei Lavrov. Los aviones gubernamentales rusos tienen prohibido sobrevolar la mayor parte de Europa, debido a las restricciones impuestas por la UE.
Sin embargo, cada Estado miembro -Hungría en este caso- puede o no conceder una exención de forma individual. Además, aunque el Presidente ruso está sujeto a una congelación de activos, no está específicamente sujeto a una prohibición de viajar. La participación de la UE en esta cumbre bilateral, presidida por Viktor Orban, no está asegurada por el momento. La ruta más corta implicaría atravesar Bielorrusia, Polonia y Eslovaquia. Pero es difícil que Varsovia, que apoya a Ucrania, conceda un sésamo. Es más probable que el Ilyushin II-96 presidencial sortee las dificultades por el sur.
El viaje de Vladimir Putin es también un pulgar de la nariz a la Corte Penal Internacional (CPI), que ha emitido una orden de arresto contra él por el crimen de guerra de deportar ilegalmente a niños ucranianos. Hungría ya había anunciado en abril que se retiraba del Estatuto de Roma, el tratado fundacional de la CPI, cuando recibió al primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, otro dirigente sobre el que pesa una orden de detención. Pero esta decisión sólo entra en vigor un año después de la notificación. Una retirada no repercute en los procedimientos en curso ni en ningún asunto que ya esté siendo examinado por la Corte antes de la fecha en que surta efecto. La CPI depende de los Estados para aplicar sus decisiones.

Por tanto, según el derecho internacional, Vladimir Putin debería ser detenido si entra en Hungría en un futuro próximo. Viktor Orban, por supuesto, no tiene intención de cumplir esta obligación. La orden de detención tampoco ha disuadido a Vladimir Putin de viajar a Tayikistán, país signatario del Estatuto de Roma, el 8 de octubre.
En un plano más simbólico, la elección de la capital húngara sigue asociada a un episodio doloroso para Kiev. Fue aquí donde la antigua república soviética concluyó en 1994 un acuerdo, conocido como Memorándum de Budapest, por el que se comprometía a entregar a Rusia las armas nucleares soviéticas almacenadas en su territorio. En aquel momento, la Rusia de Boris Yeltsin se comprometió a respetar la integridad territorial de Ucrania. Una promesa que Vladimir Putin ya ha traicionado dos veces, en 2014 y en 2022.