En un discurso de casi una hora ante la Asamblea General de la ONU, el presidente estadounidense arremetió descaradamente contra sus aliados históricos. Con una desenvoltura que sigue dejando atónitos. ¿Por qué escuchar a Donald Trump soltar su verborrea nos sigue dejando atónitos? En la tribuna de la ONU, el 23 de septiembre, reprendió a la audiencia con su odio habitual, derribando sin pudor, uno por uno, todos los conceptos que han construido el orden mundial y que hasta ahora se consideraban avances de la humanidad: el derecho de asilo, la lucha contra el cambio climático, el multilateralismo… Cuando se es Donald Trump, se atreve uno con todo.
Durante cincuenta y cinco minutos, el presidente estadounidense embarcó a toda la asamblea en una escalera mecánica que se precipitaba a toda velocidad hacia una nueva realidad, aquella cuyas reglas lleva reescribiendo desde el comienzo de su presidencia, hace apenas nueve meses. Había que oírlo para creerlo, y el mundo entero estaba pendiente de sus palabras. Por si alguien aún tenía dudas, dejó claro que su postura antimigrante y anticlimática no se limitará a las fronteras de Estados Unidos, sino que es el eje ¿Quién más que Donald Trump podría presumir ante la tribuna del ataque —contrario a la Carta de las Naciones Unidas— a un país soberano? ¿Quién más que él podría afirmar que las Naciones Unidas financian la inmigración ilegal? ¿Quién más, por último, podría atacar a sus aliados históricos, los europeos, ante el resto del planeta?

La “gran misa” de la ONU sigue siendo un ejercicio impuesto que tal vez no tenga un impacto efectivo en el curso del mundo, pero ayer, durante el discurso de Emmanuel Macron en el que reconocía al Estado palestino, no dejamos de destacar la fuerza de los símbolos y las palabras pronunciadas en ese lugar. Trump lleva mucho tiempo dinamitando el orden mundial, pero siempre resulta fascinante verle actuar con tanta desenvoltura, en un discurso inconexo, como un escupitajo gigante. Frente a él, silencio y estupefacción, porque todos los que le escuchan, en la sala y fuera de ella, saben que cuando la ley del más fuerte se erige en principio, habrá principalmente perdedores.
Cuando promete «el infierno» a los países europeos, se convierte en un Cerbero burlón y vengativo. Ha criticado duramente a los aliados europeos tradicionales de Estados Unidos por no ser lo suficientemente agresivos en la restricción de la inmigración y la expulsión de inmigrantes, y por tratar de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, la «mayor estafa» de la historia. Es cierto que Europa se encuentra en graves dificultades, pero, al contrario de lo que afirma Trump, no está «invadida» por una fuerza de extranjeros ilegales. La inmigración y las ideas energéticas no causarán la muerte de Europa occidental.

Trump proclamó ante el mundo que «América primero» debía ser el principio organizador del mundo, amenazó al mundo entero con la guerra y la agresión y glorificó las acciones criminales de su administración a nivel nacional e internacional. Atacó tanto a los aliados oficiales de Estados Unidos como a los Estados que desde hace tiempo están en el punto de mira militar y estratégico de Washington, en un discurso inconexo que duró casi tres veces más de lo que le correspondía. Trump se regocijó en mostrar su desprecio y desdén por el derecho internacional, dejando claro que Washington no aceptará ninguna restricción a la afirmación despiadada de sus intereses.
Citó como modelos para el mundo los elementos clave de su campaña para establecer una régimen presidencial fuerte o iliberal – como el de Orban en Hungría –, como la ocupación de Washington por las tropas de la Guardia Nacional y los ataques contra los inmigrantes.

Trump ignoró alegremente el genocidio de los palestinos, lo cual es muy apropiado teniendo en cuenta el papel del imperialismo estadounidense en el armamento hasta los dientes de Israel y su propio aliento al régimen de Netanyahu para que continúe con la limpieza étnica completa de Gaza con su plan de la «Riviera de Oriente Medio». Mientras Israel mata de hambre y bombardea a la población de Gaza e invade la ciudad de Gaza con el objetivo de arrasarla, Trump denunciaba las atrocidades de Hamás. Además, se jactó de la guerra que Estados Unidos e Israel libraron contra Irán el pasado mes de junio, en la que Estados Unidos primero atrajo a Teherán a una trampa fingiendo que quería continuar las conversaciones de paz y luego amplió los ataques iniciales de Israel.
Con o sin teleprompter, ha abierto de par en par las puertas a un nuevo orden mundial que, hay que reconocerlo, resulta aterrador. Casi todas las capitales del mundo se han plegado a las exigencias de un país que solo controla el 15 % de la economía mundial.