Dos días después del anuncio por parte de los gobiernos de Qatar y Estados Unidos, la tregua es una realidad en Gaza, el escenario de uno de los mayores horrores de que la humanidad haya sufrido y haya sido testigo en directo en lo que llevamos de siglo XXI. Este viernes las tropas israelíes comenzaron a retirarse de la Franja y todo está preparado para la liberación de los rehenes israelíes del 7 de octubre y la puesta en libertad de decenas de presos palestinos en cárceles israelíes.
Pero en Gaza todo está por hacer en todos los sentidos para una sociedad traumatizada que ha visto cómo han muerto más de 67.000 vecinos y decenas de miles de personas más han resultado heridas -muchas de ellas tendrán secuelas de por vida. Prácticamente los más de dos millones de habitantes de uno de los territorios con mayor densidad de población lo han perdido todo o casi todo (más del 90% de las construcciones han quedado destruidas parcial o totalmente) tras dos años exactos de guerra. En poco ha cambiado a pesar del fin de los bombardeos la vida cotidiana de una población de Gaza que celebra alegría contenida lo que espera sea el cese definitivo de la violencia y el inicio de una nueva etapa.

Testigo del dolor cotidiano y de cómo la vida trata de abrirse paso en cualquier circunstancia es Yasmin Sabri Abu Shanaineh, una joven matrona y especialista en salud sexual y reproductiva de Médicos Sin Fronteras (MSF) que atiende a Artículo14 en medio del horror desde la localidad de Jan Yunis. En casi dos años de trabajo en medio de la guerra y en condiciones sanitarias dramáticas -empezando por la falta de suministros de anestesia y pasando por la desnutrición de las propias madres, como ha venido denunciando MSF-, la joven matrona revela haber visto llorar a muchas mujeres en el nacimiento de sus hijos, “la mayoría no quiere tener al bebé”, sabedoras de la existencia a la que muy probablemente se verán abocados estos nuevos individuos en el futuro en Gaza.
Dos años de miedo, tensión e incertidumbre
“Sobrevivo. Me resulta muy difícil decir que estoy bien. He perdido a familiares, como prácticamente todo el mundo aquí”, nos confiesa la trabajadora de Médicos Sin Fronteras con una templanza que se ha convertido en un sello distintivo de una generación de gazatíes. “Durante dos años, día y noche, hemos vivido en el miedo, en la tensión y en la incertidumbre. Sin saber dónde y cuándo iba a producirse el próximo bombardeo. La destrucción es masiva. El miedo está en todas partes”, nos relata a través de notas de voz.

Al echar la vista atrás sobre sus últimos meses en MSF en el horror cotidiano de la Franja, la joven deja claro que “no ha habido un día que pueda considerarse normal en Gaza”. “Nos hemos pasado casi todo el tiempo detrás de conseguir necesidades básicas. Me quedé sin casa, y nos tuvimos que ir a una tienda de campaña pero hemos seguido con diligencia estando disponibles para ayudar a los demás en lo que pudieran necesitar”, explica.
Con todo, Yasmin Sabri Abu Shanaineh se siente una privilegiada por poder trabajar y ayudar a sus vecinos de Jan Yunis y de otras partes de la Franja. “Trabajo en condiciones muy duras. Mi sueldo es la principal fuente de entrada de dinero y supervivencia para mi familia, porque todos los miembros han perdido el trabajo o los ingresos, y para mí. Gasto todo lo que gano en adaptarme a unas condiciones de vida difíciles y caras”, confiesa a Artículo14.

Porque, pese a contar con un ingreso regular de una organización como MSF, la vida cotidiana es extraordinariamente costosa para la población, y el problema de la carestía de vida no es algo con lo que la tregua vaya a acabar de la noche a la mañana. “La lucha es nuestra vida cotidiana. Los precios son altos y la oferta es escasa. Muchas cosas sencillamente no pueden encontrarse en Gaza. Lo que tenemos se comparte con toda la familia”, nos explica la matrona y especialista en salud sexual y reproductiva. El pasado mes de julio, el coste de los alimentos era 100 veces mayor que durante la tregua de comienzos de año.
Con su relato, la joven confía en que el mundo no se olvide de Gaza una vez alcanzado el cese el fuego. “La ayuda que ha llegado no basta para las necesidades de la gente en todos los ámbitos: medicinas, comida, agua potable. Las organizaciones humanitarias lo intentan, pero el acceso a la ayuda y la seguridad son siempre el reto”, asegura.
Sin abandonar a las madres e hijos de Gaza
Con la esperanza del nuevo escenario abierto este jueves en la Franja pero con la incertidumbre de las ingentes necesidades de la población, con el convencimiento de que la carencia de medios no será solucionada de la noche a la mañana, Yasmin Sabri Abu Shanaineh reconoce a este medio que nunca perdió la esperanza. “La esencia de mi trabajo es la de servir a la salud de madres e hijos donde sea. Mi familia y mis pacientes me dan la vida. Así que no podía abandonar porque me necesitan”, reconoce la joven después de dos años de trabajo en las circunstancias más difíciles.

El reportero insiste en preguntar a Yasmin cómo es posible, a pesar de todo, no bajar los brazos en el horror y la incertidumbre. “Siempre traté de pensar, incluso en los días más oscuros de la guerra, en que un día viviríamos en paz y dignidad. Aferrarse a la esperanza es una forma de resistencia”, concluye la joven en el primer día del resto de su nueva vida.