Opinión

Balada de un PSOE delgado

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Estamos en el año 2025 después de Jesucristo –o de la era común, que dicen los ateítos cursis–. Todo el PSOE está ocupado por los sanchistas… ¿Todo? ¡No! Una aldea poblada por socialistas clásicos… ¡No, ni eso! Un arrabal pequeñito, un gueto ínfimo habitado por socialdemócratas abnegados resiste, todavía y como siempre, al invasor: el princeps imperator Pedro y sus innumerables soldados de asalto. Hablamos, en realidad, de un restaurante que responde al nombre de El Luarqués, que está ubicado en la madrileña calle de Ventura de la Vega y al que se llega en tres minutos caminando desde el Congreso de los Diputados.

El miércoles, El Luarqués albergó una especie de conjura exhibicionista de lo que Iván Redondo llama “PSOE caoba”, de ese socialismo viejo, ilustrado y europeo, o sea, no bolivariano, que, como un animal mítico, mientras escribo, sólo parecía existir en la imaginación de los homeros y heródotos que le escribían los discursos a Feijóo cuando pensaba que Madrid era Disneylandia y decía aquello de que no venía “a insultar a Sánchez”, sino a ganarle, y en muy pocos lugares más. Es una Operación Valquiria, pero al revés: medio centenar de exministros, exdirigentes, con o sin carné, concejales, miembros de federaciones provinciales e intelectuales montaron una comida para afrontar “la fase terminal del Gobierno” y el día después del deceso político del presidente. Peña del calibre de Jordi Sevilla, Virgilio Zapatero, Nicolás Redondo Terreros, Soraya Rodríguez, Teresa Freixes o mi admirado Ignacio Urquizu –fue profesor mío de Opinión Pública en cuarto de carrera– buscan alumbrar “una plataforma, una estructura, una corriente” para plantar cara a Darth Begoño –y a Palpatine ZP, la mano que mece la cuna– en el próximo congreso del PSOE. Se ha dicho que pidieron pescado y bebieron mucha agua.

Como canta Bob Dylan en su maravilloso clásico Ballad of a Thin Man, “algo está pasando y no sabes lo que es”. En España y en el PSOE. Sánchez, quien en 2014 hablaba de limitar la presidencia a dos mandatos, intentará, como poco, dormir en la Moncloa durante trece veranos. Ya sea en 2027, ya sea en caso de adelanto electoral –si lo hay, no lo duden, será porque le beneficia–, ha confirmado que se presentará a las elecciones por sexta vez. Su fracaso definitivo es el sueño húmedo de media España, incluido un grupúsculo de socialistas que apuestan por no retorcer la Constitución y dialogar con el PP, en vez de marginarlo al otro lado del muro. Estaremos atentos a esta noble gente.

También al presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, lanzarote de la oposición, que ha pasado de declarar que pretende ser “luz encendida” del “solar de la socialdemocracia” a jugar con el misterio sobre su reelección: “Lo va a decidir mi familia”. Me apuesto una comida en El Luarqués a que, a diferencia de los diputados sociatas de las Cortes aragonesas, todos ellos hubieran aplaudido al presidente de Aragón, Jorge Azcón, cuando comunicaba ese mismo miércoles que entregaba a título póstumo el Premio Gabriel Cisneros a Javier Lambán.