Opinión

El nuevo Papa

María Dabán
Actualizado: h
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Mañana miércoles, 133 cardenales se encerrarán en la Capilla Sixtina para decidir quién regirá los destinos de la Iglesia los próximos años, una tradición que en este escenario se remonta al siglo XV. Esta será la vigesimosexta ocasión en la que un Papa será elegido allí. Muchos dicen que el cónclave será corto y hay quinielas sobre papables para todos los gustos, aunque en la mayoría de las ocasiones las quinielas no aciertan, así que, en este tema, prefiero tirar de duda socrática: “Sólo sé que no sé nada”.

En teoría, es el Espíritu Santo quien ayuda a sus eminencias en tal compleja labor, y a él se encomiendan antes de comenzar, cantando el “Veni Creator Spiritus”, que, en una de sus estrofas dice: “Enciende tu luz en nuestras mentes, infunde tu amor en nuestros corazones y, a la debilidad de nuestra carne, vigorízala con redoblada fuerza”. Un cardenal decía, sin embargo, que en uno de los cónclaves a los que había asistido, había visto, “la mano del Espíritu, la mano del hombre y la mano del diablo”. Y es que, como centro de poder que sobre todo era en el pasado, la Iglesia ha sido el escenario de encarnizadas luchas entre distintos monarcas e incluso entre diversas familias.

83 de los 266 Papas existentes hasta ahora han sido nombrados santos y 9 beatos. Juan Pablo II ha sido el último en la lista de los santos, y Juan Pablo I, el último en la de beatos, pero a lo largo de la historia, hay algunos pontífices que han encabezado otra lista, la de los mayores pecadores. Esteban VI, por ejemplo, ordenó exhumar los restos de su antecesor, el Papa Formoso, a quien acusaba de haber accedido al papado de manera ilegal, y lo sometió a juicio en un episodio que se ha llamado “el concilio cadavérico”. Por si alguien tenía alguna duda, Formoso fue declarado culpable. Fue despojado de sus vestiduras papales y se le amputaron los dedos pulgar, índice y corazón de la mano derecha, los que, tradicionalmente, usan los pontífices para impartir sus bendiciones. Al pueblo no le acabó de sentar bien esta sentencia y se levantó en armas contra Esteban VI, que acabó estrangulado.

En el siglo X, Juan XII fue Papa a los 18 años, y fue conocido como “el Papa Fornicario”. Ello da una pista ya de cuál fue su final: murió por un martillazo en la cabeza que le dio un marido que sorprendió al pontífice en plena aventura amorosa con su mujer.

Benedicto IX fue elegido Papa tres veces en el siglo XI, la primera de ellas cuando era un adolescente. Fueron tales sus excesos, que los cardenales llegaron a darle dinero para que renunciara, y así lo hizo, aunque luego se arrepintió. Volvió a amagar con irse para casarse con una prima suya, pero al final la boda no se celebró y, por supuesto, reclamó su cargo de nuevo, aunque, después de una guerra, fue expulsado del trono de San Pedro y acabó encerrándose en un convento.

Afortunadamente, no todos fueron como ellos. Ahora se nos plantean algunas dudas mucho más mundanas: qué edad tendrá el nuevo Papa y de qué nacionalidad será. Antes no nos cuestionábamos esto último porque la mayoría de ellos eran italianos, y es que, ya lo advertía el pueblo antes de que se reuniera el cónclave: “O italiano, o lo matamos”.

Habrá que ver si los cardenales prefieren un Papa de edad avanzada, para que su mandato no se extienda por muchos años, o un pontífice joven, que podría durar más tiempo en el trono de San Pedro. Juan Pablo II, por ejemplo, lo ocupó durante 26 años. Elegir a un Papa de cierta edad tampoco implica que se vaya a morir pronto Juan XXII fue elegido con 73 años en el siglo XIII y su mandato duró 18 años.

Veremos, pues, cómo guía el Espíritu Santo a los cardenales en esta ocasión y cuál es el rumbo que sigue la Iglesia católica. Al resto solo nos queda mirar la pequeña chimenea colocada en el techo de la Capilla Sixtina esperando la “fumata blanca” primero, y la apertura del balcón de la Basílica de San Pedro después, para escuchar una vez más el “Habemus Papam” y saber quién será el próximo pontífice.

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