Opinión

Razones

María Dabán
Actualizado: h
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Al hablar de Gaza, es inevitable hablar de distintas razones. Razones humanitarias, para denunciar, los crímenes que está cometiendo el Gobierno de Israel contra una población indefensa que viaja hacia ninguna parte con las pocas pertenencias que han podido conservar antes de que el Ejército hebreo entre en Gaza. Los civiles no pueden salir de la Franja porque las fronteras están cerradas. El drama es que tampoco sus vecinos árabes de Egipto y Jordania querrían recibirlos porque para ellos son auténticos parias. Y denunciar esta situación no supone de ninguna manera apoyar a Hamas cuyo salvajismo también ha quedado demostrado, sino constatar un hecho cierto.

En clave nacional hablar de Gaza es hablar de razones políticas. Los partidos de izquierda han logrado encontrar una causa motivadora para unos votantes frustrados por unos problemas que siete años de Gobierno entre el PSOE y Podemos primero, y entre el PSOE y Sumar después, no han sabido arreglar, y han encontrado el pegamento que vuelve a unificar a sus partidarios en un objetivo común: denunciar el genocidio. La geopolítica es, sobre todo, cinismo e hipocresía, por eso estas fuerzas políticas que llevan pancartas en las que dicen “Abajo el estado de Israel” no han tenido ni una sola palabra estos días para denunciar, por ejemplo, que, después del terremoto de Afganistán, decenas de mujeres y niñas hayan quedado sepultadas porque la Sharía impuesta por el Gobierno talibán prohíbe a los equipos de rescate tener cualquier contacto con ellas si no se tiene relación de parentesco. En ese país las mujeres no pueden ir a la escuela, no pueden cantar y no pueden hablar en público. Pero no hay manifestaciones, no hay marchas y no hay consignas que las recuerden.

Hablar de Gaza es también hablar de razones de estado o, en este caso de gobierno, que implica que lo que importa ante todo es la supervivencia de un Ejecutivo determinado, el de Pedro Sánchez que, consciente de su debilidad política y de los casos de corrupción que rodean a su partido y a su familia, ha entendido que su única forma de mantener el poder es aglutinar en su persona todo el voto de izquierdas. El problema es que no se puede ser a la vez pirómano y bombero. No se puede hablar por la mañana de la admiración que le produce el pueblo español “que se moviliza por causas justas como Palestina” y organizar un operativo policial para garantizar la normalidad en la última etapa de la Vuelta Ciclista a España. Y, como era de prever, no se hizo. Hasta la propia policía ha criticado que se diseñó un dispositivo “para que fracasara”.

Sánchez propuso la semana pasada aplicar, entre otras cosas, un embargo de armas a Israel, pero es que, según dijo en mayo el presidente en el Congreso de los Diputados, España no desarrollaba “ninguna operación de compraventa de armas a Israel” desde el 7 de octubre de 2023. El Centro Delàs de investigaciones para la paz con sede en Barcelona, asegura, sin embargo, que, desde esa fecha, España ha comprado a Israel armamento por valor de más de 1000 millones de euros. Ayer el presidente pidió que se expulse a Israel de las competiciones deportivas mientras no cese la barbarie y que las protestas se extiendan por otros países, pero hay razones para pensar que el jefe del Ejecutivo no se atreverá, probablemente, a dar el paso que sí depende de él: romper relaciones con el estado hebreo y es que, en realidad, le sale más rentable seguir la máxima de Rodríguez Zapatero en las generales de 2008 cuando le confesó a Iñaki Gabilondo ante un micro que seguía abierto: “Hay que generar tensión”.