Cuando una mujer gobierna, florece la tierra que pisa y quienes la habitan. Puede sonar a lírica, pero es una realidad que se constata en cualquier investigación o búsqueda. La biógrafa británica Tina Brown concluye en su libro The Palace Papers que las reinas entienden mejor su oficio que los hombres. También en el mundo laboral, décadas de estudios demuestran que las mujeres líderes aumentan la productividad, mejoran la colaboración, inspiran la dedicación organizacional y mejoran la equidad. No obstante, según los datos publicados por la Comisión Nacional del Mercado de Valores, solo 4 de los 54 puestos ejecutivos del Ibex 35 están ocupados por mujeres, lo que representa un escaso 7,41 %.
¿Qué ocurre en la política española? Aquí las mujeres aún enfrentan mayores desafíos y su ascenso en el liderazgo se ve frenado por figuras históricamente masculinas y estructuras dominadas por hombres que impiden a ministras, portavoces y vicepresidentas una posibilidad real de disputar el poder. Las mujeres que han alcanzado cargos relevantes (ministras, portavoces o vicepresidentas) lo han hecho dentro de estructuras dominadas por hombres, muchas veces sin posibilidad real de disputar el liderazgo total.
Hay, sin embargo, un espacio, de momento huérfano, que podría romper esta inercia masculina y apostar por una líder fuerte: el centro. La abogada Miriam González Durántez podría encabezar la nueva candidatura que prepara el grupo ALDE-Renew, que agrupa a los principales partidos liberales europeos. Especialista en derecho comunitario, con una trayectoria profesional consolidada en Bruselas y Londres, González Durántez podría generar confianza suficiente para competir más allá del género y libre de esa lealtad a la cúpula que, hasta ahora, ha penalizado a liderazgos femeninos más disruptivos, como el de Susana Díaz.

Sería, sin duda, una ruptura de ciclo político. En 48 años de elecciones, no ha habido ni una sola mujer presidenta del Gobierno y tampoco se le han dado muchas opciones al electorado. Si echamos la vista atrás, muy pocas han presentado candidatura con opciones de lograrlo en partidos relevantes. María Teresa Fernández de la Vega fue propuesta por el PSOE en 2004, pero no llegó a disputar las elecciones generales como cabeza de cartel. Rosa Díez fue candidata a la presidencia del Gobierno en 2011 por UPyD y Yolanda Díaz en 2023 por Sumar, ambas con escasas posibilidades. Los partidos con opciones de victoria dejan fuera a las mujeres que aspiran al cargo. La paridad en el Ejecutivo no sirve para romper el techo de cristal.
¿Qué impide en el interior de los partidos confiar a una mujer la candidatura a la presidencia? El politólogo Julio Daniel Márquez, impulsor del Foro Internacional de la Mujer Política, ve barreras estructurales e informales cronificadas. “Aunque España ha avanzado en igualdad formal (leyes de paridad, listas cremallera, cuotas internas), la cultura política sigue dominada por lógicas masculinas de liderazgo, donde el perfil presidenciable aún responde a un modelo tradicional: competitivo, pragmático, autoritario, arcaico y centrado en el control del aparato partidario”.
Observa también el llamado techo de cemento: “Mujeres que ascienden en política enfrentan resistencia interna por parte de sus propios compañeros de partido, que muchas veces ven su liderazgo como menos viable electoralmente, incluso sin datos que lo sustenten”. La excepción de Yolanda Díaz se debe, en su opinión, a una coyuntura de recomposición de la izquierda tras la salida de Pablo Iglesias.

En el caso de Susana Díaz, Márquez opina que su intento de disputar la Secretaría General a Pedro Sánchez en 2017 fracasó por una combinación de factores: “Subestimó la base militante y, en un momento de crisis interna del partido, Sánchez supo conectar mejor con la militancia. Y le perjudicaron también el relato de vieja política y ciertos sesgos de género. Sus decisiones se evaluaban con criterios más duros, muchas veces centrados en su carácter, ambición o frialdad, aspectos donde suele haber doble vara”.
El politólogo cree que existe un buen número de figuras políticas femeninas con trayectoria, preparación, capacidad de gestión, formación técnica y estrategia para presidir el Gobierno de España. Ahora bien, ¿la sociedad está dispuesta a depositar su voto femenino en la urna? “La sociedad española sí está preparada para tener una presidenta, pero los filtros internos de los partidos y los medios de comunicación son aún una barrera. El problema no es la ciudadanía en abstracto, sino los mecanismos concretos de selección de liderazgo dentro de las estructuras políticas y mediáticas, donde sigue predominando una mirada masculinizada del poder”, reflexiona.

Por otra parte, está convencido de que, aunque las mujeres no son mejores o peores líderes por su género, una presidenta podría favorecer un gobierno más colaborativo y horizontal. Entre sus ventajas, menciona que ampliaría la agenda política, incorporando temas como la conciliación, los cuidados, la igualdad efectiva o la salud mental; impondría un liderazgo donde la escucha activa, el consenso y la ética pública ganarían espacio frente a la confrontación o el personalismo; rompería con la idea de que solo los hombres son naturales para el mando; y aumentaría la confianza ciudadana, especialmente entre jóvenes y mujeres, al sentirse mejor representadas.
“Se trata de reconocer que las mujeres son el camino para una democracia más rica, representativa y justa”, zanja. La cuestión es que no podemos esperar otros 130 años o más para lograr la paridad, como predice el Informe Global sobre la Brecha de Género 2023 basándose en el progreso actual.