No parecen correr los mejores tiempos para la centralidad política y la moderación. Basta con mirar la pujanza en las encuestas de opciones políticas como Vox y como Aliança Catalana para intuirlo. Y sobra con fijarse más allá de nuestras fronteras para corroborarlo; los ultraderechistas alemanes de la AfD, por ejemplo, triplicaron sus resultados en las recientes elecciones municipales de Renania-Westfalia (el estado más poblado de Alemania) y los grandes partidos continuaron cediendo terreno, aunque la CDU venció y el SPD fue segundo.
Los partidos extremistas avanzan en España, pero los estudios del CIS reflejan invariablemente que el 5 sigue siendo mayoritario cuando se pregunta a la población dónde se sitúa en el eje ideológico (siendo el 1 “lo más a la izquierda” y el 10 “lo más a la derecha”). En el último barómetro, el 22,2% se autodefinió con el 5 y, como siempre, fue el segmento más abultado. ¿Hay electores en el centro? Sin duda, los hay.
Los tiempos en política
Miriam González, cofundadora de la plataforma España Mejor, es perfectamente consciente de que existe esa enorme bolsa de ciudadanos centristas en lo ideológico y a ellos dirige iniciativas que, por el momento, está canalizando desde su entidad civil. Tiene entre manos un paquete de hasta 90 medidas para regenerar la política como eliminar los aforamientos, implantar un código ético para el Gobierno, proponer medidas contra el clientelismo político y buscar alas para los jóvenes.
Muchos focos se dirigen hacia ella ante la expectación de si va a dar el paso para representar a ciudadanos huérfanos del centro político. Pero Miriam González, abogada experta en comercio internacional y derecho europeo, continúa estudiando los tiempos y las circunstancias antes de decidirse.
El PP, por su parte, mira con toda atención los pasos que pueda dar Miriam González y lo hace con cierta preocupación. Los populares sintieron alivio esta semana con la puesta en marcha de la Fundación Atenea, liderada por el exdirigente de Vox Iván Espinosa de los Monteros, puesto que Alberto Núñez Feijóo ve en este proyecto un altavoz para atraer electores. No dejó lugar a dudas Espinosa de los Monteros sobre ello, puesto que pidió abiertamente el “cese de hostilidades” entre PP y Vox, los “partidos llamados a propiciar un gobierno” alternativa. En cambio, las maniobras de Miriam González causan inquietud en Génova (sede del PP).
El fin de la indefinición
Todo ello ocurre en contexto de crecientes cambios, algunos prácticamente inadvertidos como el de la práctica desaparición de la indefinición ideológica. Años atrás, un 15% de la población se declaraba en tierra de nadie. Hoy los que no saben dónde situarse apenas alcanzan el 2%. La polarización (palabra del año en 2023, según la RAE) ha puesto fin a la indefinición y los extremismos están en cifras récord: un 19% de los ciudadanos se sitúa en posiciones de extrema izquierda y un 10% lo hace en posiciones de extrema derecha.
El ataque a la concordia
“La rentabilidad de la polarización, la sucesión de crisis económicas que han mermado el horizonte de expectativas de al menos dos generaciones, la escasa capacidad de la democracia liberal para cumplir sus promesas y la revolución tecnológica han dibujado un nuevo contexto en el que las amenazas, reales o fingidas, parecen multiplicarse”, describe Diego S. Garrocho, profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad Autónoma de Madrid, en su libro Moderaditos.
Considera el profesor Garrocho que en España, durante mucho tiempo, “imperó un paradigma de convivencia basado en la Transición democrática operada a partir de 1978″. “La concordia no fue siempre una característica omnipresente, pero se construyó una mitología útil alrededor las cesiones recíprocas, la memoria compartida y la reconciliación. Independientemente de dónde situemos la ruptura de este marco, es evidente que al menos desde 2015 se practica una crítica decidida no solo contra la literalidad del texto constitucional sino, sobre todo, contra la premisa emocional que la hizo posible“.
La ley D’Hondt
Ese paradigma de convivencia y esa premisa emocional hizo que durante años los partidos políticos compitieran de forma obsesiva por los votantes de centro. Pero desde que la polarización se instaló en nuestra sociedad, los partidos han ido retirándose de la lucha por este segmento de la población y hoy puede decirse que los centristas están más huérfanos que nunca, porque las grandes formaciones nunca les dedicaron menos esfuerzos que ahora.
En este contexto encajaría el proyecto de Miriam González, que, sin embargo, deberá hacer frente a la mayor de las dificultades: superar un sistema electoral basado en la ley D’Hondt que premia a los dos grandes partidos de ámbito nacional y a los partidos nacionalistas que concentran sus votos en una comunidad.
Quizá, como dejó escrito Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba, siempre hay una última dignidad en el hecho de seguir defendiendo una causa que alguien considera justa, aunque esté perdida. El genio francés nunca abandonó la defensa de la monarquía pese a hallarse en sus estertores.
El profesor Garrocho ve algún paralelismo entre los últimos días de la monarquía francesa y la defensa de la moderación en España: “La defensa de la amistad civil, de la armónica discordia y de la prudencia política son en nuestros días objetivos de improbable éxito”.