Una dieta saludable siempre ayudará a proteger a las personas de malnutrición y diferentes tipos de enfermedades. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las dietas insalubres y la falta de actividad física están entre los principales factores de riesgo para la salud.
La organización asevera que la ingesta calórica debe estar en equilibrio con el gasto calórico y para evitar un aumento malsano de peso, las grasas no deben superar el 30% de la ingesta calórica total.
Con la llegada del invierno y las bajas temperaturas, el cuerpo parece reclamar alimentos más consistentes, calientes y energéticos. Pero ¿tienen fundamento estas apetencias? Para entender cómo influye el frío en nuestro metabolismo y qué papel juega la alimentación en esta época, hablamos con Marta Pilar de Villar Castilla, especialista en Nutrición y Dietética del Hospital Quirónsalud Campo de Gibraltar.

La temperatura afecta nuestro metabolismo
Independientemente de la temperatura externa, nuestro organismo necesita mantener siempre una temperatura corporal adecuada, explica De Villar. Sin embargo, el esfuerzo que el cuerpo debe hacer para lograrlo varía según el clima. “En estas épocas, con el cambio de estación y la llegada del frío, nuestro cuerpo se ve obligado a generar más calor interno para conservar la temperatura corporal, ya que con el frío exterior el calor tiende a disiparse hacia afuera”, asevera.

Esto quiere decir que el organismo trabaja más para mantener su equilibrio térmico, lo que puede traducirse en una mayor demanda de energía y, por tanto, en un cambio de nuestras apetencias alimentarias.
¿Nos apetecen alimentos más calientes?
No es casual que en invierno busquemos platos calientes. “Es una petición lógica del cuerpo, que traduce la necesidad en apetencia”, afirma la especialista. El organismo necesita generar calor para contrarrestar el frío ambiental, y por lo mismo, le resulta más sencillo si lo obtiene de una fuente externa, que en este caso sería una comida caliente.
Según De Villar, se trata de una forma en que el cuerpo “se facilita la tarea a sí mismo”, aprovechando el calor de los alimentos para mantener su temperatura interna sin tanto esfuerzo metabólico.
¿Los alimentos de invierno engordan?
El mito de que los platos de invierno son más calóricos no siempre es cierto. “Lo que engorda de estas comidas tiene más que ver con el cómo y con qué se cocinan que con su propio valor energético”, aclara De Villar.

No es lo mismo preparar unas legumbres con embutidos que hacerlo con verduras o patata guisada. “Como tampoco es igual consumir la pasta con salsas elaboradas que rehogada con un poco de aceite y especias”, agrega. Además, la especialista destaca que las sopas, consomés y cremas son los platos menos calóricos que podemos preparar, siempre y cuando no les incorporemos grasas añadidas.
¿Hay dietas especiales de invierno?
Aunque pueda parecer que el frío exige una dieta diferente, la nutricionista lo descarta. “No recomendamos una dieta especial de invierno”, señala. “Los nutricionistas siempre insistimos en la importancia de comer de una manera variada todo el año, teniendo los grupos principales de alimentos presentes en nuestros menús diarios”, indica.
Lo que sí aconseja es aprovechar los productos de temporada como lo son las castañas, naranjas, setas. El aprovecharlos es una manera de comer mejor y más saludable.
El deporte en el invierno
Practicar deporte con bajas temperaturas también requiere ciertos cuidados. “El frío afecta a todos los órganos, por lo que el calentamiento previo al ejercicio cobra aún mayor importancia”, advierte De Villar.
En cuanto a la hidratación, la especialista recuerda que aunque en invierno es más sencillo mantener el cuerpo bien hidratado, no debemos descuidar este aspecto, así que conviene beber lo necesario.
De Villar también explica que no hay alimentos específicos recomendados para quienes practican deportes de invierno. “Pero conviene tener a mano algún snack que proporcione energía rápida, como una pieza de fruta o una barrita energética”, recalca. Además, recomienda llevar siempre una ración de frutos secos, ideales para mantener el nivel de energía durante un tiempo prolongado.
Más que buscar una alimentación contra el frío, se trata de escuchar al cuerpo y adaptar los hábitos a la temporada, optando por comidas calientes, equilibradas y con productos de temporada, sin olvidar la hidratación ni el ejercicio.


