Videojuegos

Escucha al avatar de tu hijo: habla lo que él calla

En treinta minutos de juego, el niño puede dar más información que en varias sesiones de terapia. El psicólogo Alberto Moreno nos cuenta cómo, en medio del caos, los videojuegos son una magnífica herramienta para su salud mental

Los videojuegos en manos de los niños suelen tener mala prensa. Si revisamos las noticias, todo se vuelve preocupación: tiempo excesivo, adicción, descuido de otras tareas, conductas violentas, baja tolerancia a la frustración, impacto en su desarrollo o contenidos inapropiados. Eso dicen, sin que nada haga frenar su uso. Se espera que el mercado mundial alcance este año los 200.000 millones de euros, mucho más que la suma de la industria del cine y de la música juntas. ¿Qué tal si rebajamos nuestro sentido crítico?

El psicólogo Alberto Moreno Gámez, fundador del Centro de Psicología Elemental, nos advierte que tal vez deberíamos actualizar nuestra visión, en lugar de seguir juzgando los videojuegos infantiles como un hábito peligroso. A lo largo de la conversación, nos va llenando de razones: “Permiten explorar en primera persona todo tipo de mundos y tomar decisiones. Algunas de ellas implican valores morales y requieren destreza y agilidad”.

Señala también ventajas cognitivas, como la orientación espacial y temporal, velocidad de reacción o capacidad para aprender y deducir. “Los niños entrenan y potencian su pensamiento creativo y aprender de una forma lúdica, intuitiva y divertida”. Estudios muy recientes avalan sus palabras. “Se ha comprobado que gran parte de las destrezas que se desarrollan en los videojuegos se generalizan a situaciones del mundo real”, indica Moreno. Se refiere investigaciones como una que concluyó que aquellos cirujanos que jugaban más de tres horas semanales cometían un 37 por ciento menos errores durante las operaciones que sus compañeros no jugadores.

Uno de los aspectos más importantes es la creación del personaje por parte del niño o adolescente con el que va a jugar. “Refleja aspectos importantes del ser humano relativos a la identidad, además de proyectar los deseos y anhelos de lo que queremos ser. No tengo dudas de que los videojuegos nos permiten un grado de libertad cada vez más impresionante”, añade.

Terapia para niños ucranianos

Al hablar de los beneficios terapéuticos, surge el curioso caso de Minecraft, convertido en una herramienta poderosa de expresión y de prevención de salud mental, especialmente para los niños ucranianos. En un artículo de The Guardian, el psicólogo ucraniano leksii Sukhorukov, conocido por su trabajo en ciberpsicología y el uso de videojuegos en la salud mental, relata cómo Minecraft ha sido la válvula de escape desde que comenzó la invasión rusa. Lo observó primero en su hijo. Tenía entonces doce años y la familia se vio sumida en un estado traumático de desconcierto y pérdidas.

En medio del caos y las bombas, Sukhorukov descubrió que Minecraft había cambiado totalmente la perspectiva tanto de su hijo como del resto de los niños ucranianos. “Jugaban juntos en línea. Unos vivían bajo la ocupación rusa, otros en zonas controladas por el gobierno que eran blanco de ataques con misiles regulares; algunos ya se habían convertido en refugiados. Y, aun así, podían jugar juntos, apoyarse mutuamente y construir su propio mundo. ¿No es increíble?”, relata en el periódico británico.

Este padre y psicólogo quiso entonces aprender más sobre cómo potenciar el buen uso de los videojuegos. En 2023 creó HealGame Ucrania, un proyecto que profundiza en el uso de videojuegos para cuidar la salud mental y el bienestar emocional. Actualmente, está desarrollando, junto con la Universidad Técnica Nacional de Donetsk, un servidor de Minecraft para conectar a niños ucranianos que se sienten aislados debido a la guerra. WonderWorld -que así se llama- estará moderado por psicólogos y trabajadores sociales.

El juego ha sido la pieza sobre la que sostiene buena parte de la terapia infantil desde hace casi un siglo. Los videojuegos son una herramienta más y, en el caso de Minecraft, su uso terapéutico está resultando cada vez más relevante. Es uno de los juegos más exitosos del planeta, con más de 200 millones de jugadores en todo el mundo, por lo que muchos niños lo conocen y se sienten cómodos con él.

Su estructura permite a sus usuarios potenciar su creatividad hasta límites insospechados. Desde hacer acopio de materiales para construir una casa, hasta luchar contra zombis. Y lo bueno es que cada decisión, objetivo o acción dentro del juego proporciona una información psicológica y emocional muy valiosa sobre cómo se siente o qué le está ocurriendo, según nos cuenta Moreno Gámez. “La forma en que un niño juega es la forma en que vive”, corrobora el psicólogo ucraniano. Treinta minutos de juego pueden dar mucha más información que varias sesiones de terapia. Y en el caso de Ucrania, la población más joven tiene una necesidad vital de hablar de dolor, injusticia y muerte o de expresar sus miedos. El juego es su lenguaje.

No significa que los videojuegos estén exentos de riesgo. “El uso de dispositivos puede ser malo si dejan de hacer otras cosas, como jugar con otros niños o practicar ejercicio físico, o pasan horas sin separarse de la pantalla, como si fueran zombis. Si dejan de jugar a otras cosas, estudiar o dormir, hay un problema, que posiblemente es más de educación que de adicción”, advierte.

En cuanto a contenidos, los códigos PEGI, que se crearon en 2003 en Europa, clasifican los contenidos por edades, garantizando un uso correcto. “Solo hay que mirar la carátula o, si es una descarga digital, la información que aparece junto al precio para encontrar el código que marca la edad recomendada y otros códigos muy gráficos en los que se explicita si hay contenidos relativos a violencia, sexo, drogas, miedo, discriminación, lenguaje soez o apuestas”. Aunque no hay que bajar la guardia, lo que están mostrando estas formas de ocio digital es que, en un mundo que muchas veces no escucha a los niños, los videojuegos les han dado la voz.