Tras la muerte de Francisco y a la vista de un cónclave, la gran duda parecía ser si el nuevo papa seguiría la senda del progresismo o, por el contrario, daría un giro hacia el sector más tradicional de la Iglesia. Sin embargo, la elección del cardenal Robert Francis Prevost –ahora papa León XIV– ha despertado otro tipo de expectativas: las de que el nuevo pontífice sea capaz de tender puentes no solo entre los distintos sectores dentro de la Iglesia, sino de ser también un ejemplo de diálogo para todo el mundo.
Así, el primer papa estadounidense lo primero que hizo fue ofrecer un mensaje de paz y diálogo sin estridencias, un estilo sereno que refleja tanto su trayectoria pastoral como su personalidad discreta. Ahora la pregunta es si estas cualidades lograrán convertirlo en un factor de unidad dentro de una Iglesia diversa y a veces polarizada.

Tras servir como obispo de Chiclayo, Prevost fue llamado a Roma. En 2023, el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos. Así, se convertía en pieza clave en el organismo que elige a los obispos de todo el mundo. Desde este puesto impulsó las reformas de Francisco, como, por ejemplo, impulsando la inclusión de tres mujeres dicho Dicasterio. Asimismo, su conocimiento global de la Iglesia –visitó más de 40 países cuando fue superior de los agustinos– y la confianza que le depositó Francisco lo convirtieron en un candidato de continuidad, pero de una continuidad tranquila. De hecho, John Prevost, hermano del actual papa, lo ha descrito como alguien que “no va a ser ni de extrema izquierda ni de extrema derecha, más bien en el centro”, vaticinando un pontificado de equilibrio.
A diferencia de otros cardenales de alto rango, Prevost no cultivó un perfil mediático; por el contrario, se le reconoce una figura discreta, de tono sereno y pastoral, pero no por ello menos influyente. Su estilo reservado y humilde –forjado en la espiritualidad de los agustinos– le ha permitido construir lazos sólidos tanto en América Latina como en Roma sin “despertar resistencias fuertes” en ningún sector eclesial.

De hecho, en su primera aparición en el balcón de San Pedro, su vestimenta papal tradicional (la muceta roja) fue vista como un gesto hacia la continuidad con la tradición, a la vez que su mensaje retomó el énfasis en la apertura característico de Francisco. Además, en su mensaje Prevost habló de “caminar juntos”, a la vez que mostraba lágrimas de emoción genuina.
Cercano al círculo de confianza de Francisco, es considerado un reformista moderado. Algunos analistas lo definen como un Francisco discreto, un continuador en el mensaje pero más estructurado, alguien de plena confianza del Papa anterior pero con prioridades propias, entre ellas la unidad de la Iglesia. De hecho, su lema episcopal, In illo uno unum (“En aquel Uno, uno solo”), tomado de san Agustín, ya apuntaba a la búsqueda de la unidad. Al mismo tiempo, ciertos sectores más tradicionalistas ven con buenos ojos rasgos de Prevost que sugieren equilibrio: es doctor en Derecho Canónico –lo que indica apego a la legalidad eclesial– y en temas controvertidos ha mostrado posturas prudentes.

En definitiva, León XIV parece encarnar un proyecto de continuidad matizada. Su llegada al trono de Pedro fue posible gracias al apoyo de cardenales que buscaban alguien que consolide el legado reformista sin causar fracturas. Por lo pronto, su figura serena y discreta, su trayectoria de servicio en distintas realidades y su primer llamamiento a “vivir en comunión, juntos, como pueblo peregrino” alimentan la esperanza de un pontífice “puente”. En un mundo y una Iglesia marcados por polarizaciones, Robert Prevost podría representar esa vía de encuentro que permita “caminar unidos” sin que nadie quede atrás.