Roblox lleva cerca de veinte años entre nosotros. La que fue una de las primeras plataformas de entretenimiento online y considerada como un inocente videojuego para niños, se ha convertido en las últimas semanas en el epicentro de un grave problema. Debates acalorados, denuncias e investigaciones sobre grooming y explotación sexual infantil se reabren a la par que los países europeos intentan avanzar en su proyecto de chat control 2.0 para escanear lo que compartimos en redes. En nuestro país, la preocupación se ha colado en los titulares de prensa y no va a tardar en copar conversaciones familiares y los grupos de WhatsApp de padres.
Lo que nunca había parecido un problema (se ponía más el foco en otras redes sociales más famosas) empieza a sonar con más fuerza y preocupación entre los progenitores de esta era. Existe ahí en la pequeña pantalla del móvil o en el ordenador al lado de la cama, un grave riesgo de que nuestros hijos caigan en las garras de abusadores y pederastas. Empiezan a multiplicarse los casos bajo patrones habituales y reconocibles en un espacio aparentemente amable, donde juegan cada día millones de menores. El problema es de gran escala, y como casi siempre, leyes y normas llegan tarde o nunca.
La infancia conectada en edad cada vez más temprana
Si los padres me preguntan cada vez más a partir de qué edad hay que dejarles un teléfono móvil a sus hijos, el tema de la edad de acceso a Internet pasa como más desapercibido. Se culpa más al propio soporte físico que al intangible contenido digital y sigiloso. La edad media de acceso a Internet en España ha caído a los 7 años (casi siempre desde casa) y a través de móviles o tabletas. En la plataforma Roblox, donde cerca del 40% de usuarios tienen menos de 13 años, la ecuación se puede revelar peligrosa. Niños aún sin tener una suficiente conciencia de los riesgos que las redes albergan, se enfrentan a un mundo desconocido y con una cierta temeridad. La que les enseñan sus líderes de opinión, influencers y mantras de cabecera.
Un informe reciente de Save the Children basado en cerca de 400 sentencias judiciales españolas sitúa la edad media de inicio de abusos online en los 13 años también. No es ninguna casualidad ya que es la franja en la que un falso sentimiento de confianza, madurez precoz e ingenuidad conviven equivocadamente en las mentes de las nuevas generaciones. Ocurre también en una época de “subcontratación” de la educación de nuestros adolescentes a otras personas y una autonomía creciente frente a unos padres cada vez más preocupados por sus propios bienestares.
Un problema de calado social e internacional
En Estados Unidos, la fiscalía de Luisiana acusó a Roblox este verano de priorizar sus ingresos sobre la seguridad de sus usuarios, la mayoría de entre ellos niños. En Nueva York, otra denuncia desvelaba el engaño a una niña de 10 años a cambio de unas fotografías íntimas. Se multiplican los casos, de Asia a Europa, pasando por Australia, donde el organismo eSafety (un órgano pionero en la regulación online y en particular enfocado a proteger menores, ciberacoso y explotaciones sexuales) obligó la plataforma a desactivar algunas funciones de mensajería entre los más jóvenes y personas de edad adulta. La empresa se verá obligada a implantar controles estrictos de edad antes de finales de 2025 si quiere seguir con su actividad.
Cientos de casos que podrían parecer anécdotas en los miles de millones de intercambios digitales cada día, pero que no lo son. Son precedentes judiciales que llevan Roblox a reaccionar antes de ser llevada al banquillo con serias repercusiones comerciales y legales.
Datos que preocupan
Save the Children aporta datos difíciles de ignorar por parte de nuestros estados y clase política.
El 95 % de los agresores condenados por grooming en España no tenía antecedentes penales. Difícil, por tanto, anticipar quién representa una amenaza. Además, el 84 % de los delitos sexuales online en nuestro país tiene como víctimas a menores.
Esto significa que el asunto no se delimita a un grupo limitado de depredadores ni a unas pocas plataformas, sino a todo un ecosistema digital que mezcla ocio, educación y trabajo de millones de adultos con la habitual ingenuidad de la infancia.
Términos de uso de Roblox y su letra pequeña
Tras la presión recibida, la empresa ha tenido que mover fichas e incorporar otros sistemas habituales en Facebook, Instagram, TikTok y otras plataformas, dependiendo de países y normas. Selfies y documentos de identidad para verificar debidamente el año de nacimiento, restricciones de mensajería hasta cierta edad, y en algunos mercados, límites sin autorización adulta y parental previa.
Sin embargo, la letra pequeña sigue siendo la máxima de “hecha la ley, hecha la trampa”. En principio cualquiera puede crear una cuenta de adulto fingiendo ser más madura y mintiendo en la fecha de nacimiento. Los famosos (y peligrosos) “condos” creados por los propios usuarios son condominios (o espacios virtuales privados) “no reglamentados”, que escapan al control, a la censura y albergan contenidos sexuales de alto riesgo. En estos espacios, los depredadores suelen captar sus presas, derivar la conversación fuera de la plataforma a sitios como Discord, de ahí llevarlos sibilinamente a WhatsApp o Telegram, donde la pista se les perderá.
Leyes que llegan siempre tarde
“A buenas horas, mangas verdes” es uno de nuestros refranes más conocidos. Siglos después de su invento, esta cita está más que nunca de actualidad. Legisladores y sus leyes tardan años, incluso décadas, a adaptarse a un entorno virtual que evoluciona cada día. Prueba de ello, la ley de influencers tardó en aprobarse más de una década para poder regular una actividad de líderes de opinión influyentes entre nuestros jóvenes.
La nueva Ley de protección de los menores en entornos digitales, que está en estado de debate parlamentario, va avanzando lentamente en el Congreso. Incluirán controles parentales reforzados y sanciones para las plataformas que no colaboren en los procesos. Es un paso en la buena dirección, pero no resuelve la lentitud con la cual nos movemos. Con la Inteligencia Artificial brotan cada día nuevas tesituras, nuevos escenarios y desdeñables prácticas sin tener ninguna protección jurídica definida. Deep fakes, desnudos de famosos o de adolescentes, cada día oímos de un nuevo caso en nuestros televisores.
Ya lo señalaba hace un año en este medio: los legisladores no logran anticiparse y, cuando reaccionan, lo hacen con varios años de retraso . Mientras tanto, las familias siguen expuestas a situaciones muy delicadas a las cuales no están preparadas. La justicia tampoco ayuda ya que dos de cada tres procesos por abusos online a menores se alargan entre dos y tres años. Un plazo que deja a los criminales en libertad durante demasiado tiempo sin ser castigados y a unos padres intranquilos, lidiando con el correspondiente trauma.
Educación y prevención: las piezas que faltan
Más allá de normas, leyes y denuncias, prevenir es lo que realmente siempre marca la diferencia. Es de sentido común y es válido a cualquier edad y en todas las facetas de nuestras vidas. Los más pequeños deben aprender a ser cautelosos, no caer en burdas trampas e identificar riesgos. No compartir nunca detalles de sus vidas privadas, de sus gustos e idas y venidas. Tampoco deben caer en la tentación de recibir regalos físicos o digitales por parte de adultos o de otros usuarios desconocidos. Quizás como si de un juego de espías se tratase, deben ser ágiles en ver quién se comporta de una forma inadaptada al entorno donde se juegue. Los padres y educadores deben también adaptarse a entornos virtuales que no siempre entienden. Deben pasar más tiempo jugando con ellos, viendo las entrañas de sus entretenimientos favoritos y ver con sus propios ojos, cómo otros pueden seducirles.
En palabras de la especialista María Lázaro, autora del libro “Redes Sociales y menores”: “Es imprescindible que las plataformas online apliquen las medidas necesarias para construir un entorno digital seguro, pero también es fundamental trabajar la educación digital y emocional de los menores, para que sean conscientes de los riesgos online y sepan cómo identificarlos y afrontarlos, cómo protegerse y a quién y cómo pedir ayuda. Esa alfabetización digital, y el acompañamiento familiar, sigue siendo esencial”.
En este sentido, hay modelos inspiradores. El Barnahus en Islandia (o “casa de los niños” en su idioma) ya ha sido replicado en Tarragona. Es el primer centro de este tipo en España. Integra en un mismo espacio a psicólogos, policías y jueces especializados en la atención a víctimas de abusos en corta edad. Una iniciativa que debería extenderse cuanto antes al resto de la península.
Lo que está en juego
Aunque Roblox sea el protagonista en medios estas últimas semanas, todas las plataformas digitales donde interactúan los más jóvenes, son potenciales caldos de cultivo para la maldad de unos cuantos depravados. Roblox es hoy uno de los más mediáticos y visibles, pero pronto podría ser cualquier otra plataforma. La plataforma promete mejoras y acciones rápidas, pero sin una cultura preventiva, sin leyes ágiles y una justicia adaptada, los riesgos seguirán ahí en la sombra.
Sin querer frustrar, ni traumatizar a los más jóvenes, el “Piensa mal y acertarás” debería ser uno de sus primeros lemas. Hacerles entender que en las redes deben comportarse ellos mismos como espías y no revelar nada de sus secretos y vidas. Quizás “gamificando” el reto, aprenden a defenderse ellos mismos y tomarse el problema muy en serio, pero jugando. Si convertimos la prevención en su juego favorito, en estar alertas y no caer en la trampa de desconocidos, quizá ellos aprendan a protegerse más rápido.