De cara al exterior, música y luces de neón, con caracteres chinos. De puertas adentro, una ruta laberíntica en la que se suceden los cuartos “y se puede pedir comida, bebida y en ocasiones encontramos droga”. La antesala de lo que vendrá después, explica a Artículo14 el inspector jefe Víctor de las Heras: “Ellos son mucho de agua de Dios, un afrodisíaco químico relacionado con ambientes de prostitución o sexuales”. El jefe de la Sección de Investigación de Trata de la Jefatura de Madrid conoce bien el terreno en el que interviene. Entre sus grupos operativos cuenta con uno especializado en delincuencia asiática.
Va más allá de conocer al enemigo. Estos karaokes, montados muchas veces en localidades del extrarradio de Madrid, son para uso exclusivo de la comunidad china. Algunos colocan a la entrada del local dos tarifas como efecto disuasorio; una con precios para clientes chinos y otra para el resto con las cantidades elevadas. Solo en contadas ocasiones entran occidentales, con motivo del año nuevo chino o con invitación directa para a la larga hacer negocios en su interior.
El nido del karaoke
Los chinos son unos estudiosos del mercado y cuidan hasta el último detalle con tal de proteger su inversión, ya se trate de una actividad legal o ilegal. “Cuando vamos a los centros la primera impresión visual es que estamos ante niñas, porque muchas de ellas van maquilladas y vestidas así. Pero no lo son, porque saben que es delito y se cuidan mucho de tener menores”. También evitan que quede rastro de relaciones sexuales en el interior del local.
El karaoke sirve, en general, de punto de encuentro entre las mujeres y los potenciales clientes. Cada noche, en el laberinto de habitaciones queda una estancia reservada para ellas. Es la habitación nido. Allí, ellas esperan la demanda del cliente, que elige ex profeso a una o varias, contratadas como ”chicas-imagen”. Sólo por estar sentadas y observar, o participar en cierta manera de la fiesta, pueden llevarse hasta 300 euros. El resto de servicios sexuales se llevan a cabo, por lo general, fuera del karaoke, en hoteles.
Agua de Dios a discreción
‘El cielo y el mundo’ es uno de los cinco karaokes chinos más conocidos de Madrid. Lo llaman el ‘puti karaoke’ o ‘narco karaoke’ de Parla. También es uno de los más visitados por la Policía. La última vez fue el pasado 28 de agosto, tras una pelea en el interior que se saldó con nueve personas detenidas y dos heridos; una mujer terminó con el brazo en cabestrillo. Pero no denunció.
Al entrar, los agentes hallaron lo habitual en estos casos: todo un despliegue de drogas en cada una de las habitaciones, repartidas en bandejas colocadas en zonas de la estancia y sobre todo en la mesa de cristal que colocan en el centro, rodeada de sofás. En el menú de la casa nunca falta la ketamina. El riesgo para quien lo desconoce es que la llegan a empaquetar en sobres monodosis que parecen café soluble; en las bandejas la dejan preparadas en rayas listas para esnifar como si fuera cocaína. También hay marihuana. Y sobre todo una sustancia con gran reclamo entre la comunidad asiática: el ‘agua de Dios’, una especie de desinhibidor sexual que se impregna como un gel en toallitas que deben chuparse para que surta efecto. De nuevo con el consiguiente riesgo para el incauto, pues su apariencia puede conllevar que se use como toallita al uso sin saber que tienen efectos alucinógenos y estimulantes que son absorbidos por el mero contacto con la piel.
Pisos de mujeres prostituidas
En ese contexto, ellas son tanto reclamo como atrezzo, según se quiera ver. Lo evidente es que de que, indistintamente, las eligen jóvenes. Y cuando a su entender envejecen o no cumplen los cánones de “chica-imagen” (aniñadas) de los karaokes las derivan a otro circuito, el de los pisos de mujeres prostituidas. Cada vez más en auge. Son la vía perfecta para ahorrar costes y esquivar las inspecciones de Trabajo imprevistas.
Los ‘puti-pisos’ son la última evolución en el oscuro negocio de la prostitución: “Siguen poniendo copas de puertas adentro y los clientes acceden con la misma normalidad, pero quien no puede entrar es la policía, pues no se trata de un establecimiento al uso, al no pagar licencia y no tener restricción de horarios”, señala De las Heras. De esta forma, esquivan lo que implican los karaokes: enfrentarse a la inspección laboral o policial.
Además, la rentabilidad de los pisos es exponencialmente mayor. En seis horas pueden generar un beneficio de 3.000 euros, multiplicado por las 24 horas que están abiertos sin operar como local de alterne.
Mujeres en riesgo
El riesgo de alejarse del foco policial lo sufren las mujeres. “Se nos dificulta la localización de las potenciales víctimas que es el objetivo último de intervenir en estos locales. Ahora mismo ponen un ‘flyer’ en el cristal de un coche con un número de teléfono al que llama el cliente y le van dando los pasos a seguir: calle, piso…”. Y no es una práctica única de la comunidad china, sino cada vez más extendida de unos cuatro o cinco años a esta parte.
“El abordaje a la víctima es distinto según su nacionalidad. Porque tienes que conocer su cultura para entender su comportamiento”. De entrada, cuesta probar la relación de las chicas con el local, porque ante cualquier inspector de Trabajo responden de forma estanca: niegan haber cobrado por nada y aseguran estar, por ejemplo, en una despedida de soltera. “Por lo que no se puede acreditar que sean trabajadoras sin estar dadas de alta”. De las Heras recuerda sólo el caso de una mujer china que se atrevió a contar con detalle todo el horror sufrido, “porque temió por su vida y se sentía tan atrapada como para ser incapaz siquiera de huir”.
trata@policia.esPUTIKARAOKES
Para romper esa barrera del silencio cuentan con agentes especializadas en prostitución. Mujeres policías, puesto que en este tipo de intervenciones el género es un facilitador. Pero también disponen del apoyo de asociaciones como APRAMP (++linkar https://apramp.org/), que atienden a las víctimas de trata. Aparte de la propia colaboración ciudadana, que alerta de casos a través del número 900.105.090 o el correo trata@policia.es.