Día 1 tras la caída del sistema Cometa

Las víctimas se encuentran un tanto desorientadas tras la caída del sistema de protección. Autoprotección y miedo ante el temor de que vuelvan a fallar

Muchas mujeres que portan un dispositivo conectado al centro Cometa se despertaron este miércoles tocadas y, algunas, lejos de su domicilio por motivos de seguridad. Tras la caída del sistema su sensación de seguridad se ha visto afectada y cuesta volver a la rutina con cierta incertidumbre.

“Cada pitido, cada silencio, cada segundo sin saber si el dispositivo sigue conectado activa el estrés postraumático”, explica Andrea Cabezas, presidenta de Stop Violencia Vicaria. “Vuelven la hipervigilancia, la ansiedad, la inseguridad constante. Pero también aparece algo aún más duro: la paralización, esa disociación que hace que el cuerpo se bloquee y la mente entre en pánico. El pensamiento se vuelve un bucle: ‘¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?’. En ese momento la víctima sabe que no hay nadie al otro lado. No sabe si salir, si quedarse, si llamar, si correr. Y el miedo se multiplica porque también sabe que su agresor lo habrá notado. Que si ella percibe el fallo, él también puede haberlo percibido. Entonces, cada ruido en la calle, cada sombra en la puerta del portal, se siente como una amenaza real”.

“No se trata solo de reparar un sistema, sino de reparar la confianza.

 Por eso, apunta que “no se trata solo de reparar un sistema, sino de reparar la confianza. De acompañarlas, de no dejar que vuelvan a sentirse solas, ni un minuto, ni una vez más. Porque para ellas no hay margen de error: su vida depende de que, cuando el miedo llama, haya alguien al otro lado”.

Para Cabezas el reciente fallo del sistema Cometa deja lecciones importantes. Reconoce que, en esta ocasión, la actuación fue correcta una vez detectada la incidencia. Se informó a la población y, según explica, el Ministerio de Igualdad activó los protocolos necesarios con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Cabezas valora positivamente que los servicios de emergencia y el botón del pánico permanecieran operativos en todo momento.

Sin embargo, subraya que actuar correctamente no significa que la información haya llegado realmente a las víctimas. “Las mujeres que sufren violencia de género no suelen leer notas de prensa ni comunicados ministeriales; muchas ni siquiera saben quién es la ministra, porque están centradas en sobrevivir, no en seguir la actualidad institucional”. Por eso, reclama la creación de un protocolo específico de comunicación directa con las víctimas, que permita informarles sin alarmismo, pero también sin desinformación.

¿Una alerta como el ES-Alert?

La presidenta de Stop Violencia Vicaria propone tomar como referencia el sistema ES-Alert, utilizado por Protección Civil para emergencias, como un modelo eficaz para garantizar que los mensajes lleguen de manera rápida y clara, con indicaciones concretas sobre cómo actuar. De hecho, la asociación ha planteado al Gobierno ampliar este sistema no solo para emergencias generales o desapariciones, sino también para comunicar información real y útil a las víctimas de violencia de género. “Es una propuesta que debería valorarse con seriedad, porque puede salvar vidas”.

Más allá de la comunicación, la experta considera que es necesario reflexionar sobre la fiabilidad técnica de estos dispositivos. Recuerda que las Fuerzas de Seguridad disponen de comunicaciones por radio o satélite que no dependen de redes convencionales, y sugiere explorar tecnologías alternativas que garanticen la protección incluso en caso de caída del sistema. “Las víctimas necesitan sentir que, pase lo que pase, la protección sigue activa”.

Seguridad y tranquilidad

Pese a los fallos puntuales, Cabezas defiende la eficacia de las pulseras telemáticas. “Salvan vidas. No existe ningún caso en España de una víctima asesinada cuando el agresor llevaba una pulsera de control activo”. Pero advierte que cuando un dispositivo falla, aunque sea de forma puntual, la confianza se resquebraja. “Esa desconfianza deja una huella: el ‘¿y si vuelve a fallar?’, ‘¿y si pasa de noche?’, ‘¿y si esta vez no avisa?’. Esa ansiedad forma parte del daño que sufren las víctimas y también es una forma de violencia institucional”.

Por eso reclama empatía institucional. Pide a las administraciones ponerse en la piel de quienes viven con miedo y dependen de estos dispositivos para sentirse vivas y protegidas. “Al igual que una orden de protección es solo un papel, pero aporta tranquilidad, las pulseras deben transmitir seguridad real y emocional”.

Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.