Mientras el debate público insiste en el bulo de las denuncias falsas, los datos oficiales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) dibujan una realidad bien distinta: lo que crece no es la mentira, sino el silencio. En el tercer trimestre de este año, el número de mujeres que se acogieron a la dispensa legal de no declarar contra su agresor aumentó de manera significativa, confirmando una tendencia al alza y dejando en evidencia que el sistema todavía no acompaña de forma suficientemente segura a las víctimas.

Según el “Informe trimestral sobre Violencia de Género” del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ, 5.480 mujeres renunciaron a declarar contra su agresor en ese periodo, lo que supone un aumento del 22,5 por ciento respecto al mismo trimestre de 2024. Ese número equivale a que una de cada diez mujeres víctimas de violencia de género —el 11,5%— decidió no testificar contra su agresor, una proporción que vuelve a poner el foco en las dificultades que enfrentan quienes denuncian y luego deben sostener el proceso judicial.
Estos datos reflejan el enorme coste emocional, social y judicial que sigue representando sostener una denuncia. La dispensa está pensada para evitar revictimización, pero su aumento muestra que muchas mujeres aún perciben el proceso judicial como una mala solución a sus problemas.
También pone de relieve otra realidad incómoda y que esconde uno de los mayores agujeros del sistema: la recuperación emocional de las víctimas. Formalizar una acusación no es el final de ningún viaje, es el principio, un primer paso para salir del ciclo de la violencia, sin más. En general, una mujer que acude a denunciar lleva años sufriendo todo tipo de violencias: psicológica, sexual, física, económica. Es común que el agresor las haya aislado de su familia y amistades, que lleven tiempo diciéndoles que no valen para nada. Las someten a un control y una dominación que las convierten en mujeres destruidas, muchas lo explican como si apenas tuviesen voluntad, como si fuesen objetos inanimados, “que se dejan llevar por el viento”.
La violencia de género en el ámbito de la pareja no acaba con la denuncia, por eso, a la ley que enmarca la lucha contra la violencia machista se le denomina integral. Porque necesitan apoyo psicológico, económico, social.
Las mujeres no se recuperan milagrosamente un día solo por el hecho de haber encontrado el valor de acudir a una comisaría. En realidad, a partir del momento que una mujer pide auxilio a las instituciones, su destino es responsabilidad del sistema que debe trabajar para que la mujer entienda lo que le ha ocurrido y evitar que el maltratador pueda convencerla de retomar la relación. Una de las razones por las que se niegan a declarar contra ellos.

Como recuerda el médico forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia de género, Miguel Lorente, a una mujer que ha sufrido violencia se la tiene que atender, efectivamente, de forma integral. “Atender no es solo el recibir la denuncia, establecer medidas de protección y de alejamiento. Estas mujeres necesitan ser recuperadas por la violencia que han sufrido. Porque si no, además, las medidas no son eficaces porque sabemos, que en muchas ocasiones, acceden a tener contacto con el agresor por diferentes motivos o retoman la relación.
“La violencia de género no es un delito, sino un problema de salud”
“No puede ser que nos conformemos con el acto formal de la denuncia sin atender a que lo más grave que produce la violencia de género no es un delito, sino un problema de salud. Y mientras que la mujer no esté recuperada no va a velar por las necesidades que tiene que cubrir y reparar. Porque va a estar influida por lo que diga el abogado o la abogada, por lo que le diga la familia, por muchas cosas. ¿Por qué? Porque va a tener toda esa dificultad de la indefensión aprendida, de la distorsión cognitiva de la realidad, de la baja autoestima, de la depresión y de dificultad. Por lo tanto, está claro que hay que atender a las víctimas, pero de una manera clara y decidida y no con programas de tres meses. Se debe abordar del mismo modo que los programas de rehabilitación”, sugiere.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


