La infancia y la adolescencia españolas crecen en un entorno digital distinto al de las generaciones anteriores. No solo conecta y entretiene, sino que también reproduce viejas formas de desigualdad bajo nuevas máscaras. El último informe de UNICEF España, Infancia, adolescencia y bienestar digital, elaborado con más de 100.000 participantes de 446 centros educativos, advierte de un fenómeno preocupante: la exposición temprana a la pornografía, el sexting coercitivo y la violencia simbólica en redes están configurando un paisaje emocional y educativo profundamente desigual.
La pornografía como escuela no planificada
Según el estudio, uno de cada tres menores ha accedido a contenidos pornográficos, y la edad media del primer contacto se sitúa en 11,6 años. Lo más inquietante es que el 23 por ciento asegura haber encontrado esos materiales sin buscarlos, a través de anuncios o redes sociales. UNICEF alerta de que la pornografía se ha convertido en “un agente educativo no planificado”, capaz de modelar la sexualidad de los jóvenes desde parámetros de violencia, desigualdad y cosificación.

En la mayoría de los contenidos pornográficos predominan los roles masculinos de dominación y la subordinación femenina. En ausencia de educación afectivo-sexual, muchos adolescentes interiorizan estos mensajes como representaciones legítimas del deseo o del placer, lo que aumenta la tolerancia hacia la violencia sexual y consolida estereotipos machistas.
La organización advierte de que esta exposición precoz distorsiona la forma en que los menores comprenden el consentimiento y las relaciones afectivas, transformando el entorno digital en un espacio de aprendizaje sin supervisión, guiado por algoritmos y consumo masivo.
Sexting coercitivo: la nueva cara de la violencia sexual
El informe también revela que el 9 % de los menores ha sufrido presiones para enviar fotos o vídeos íntimos, un fenómeno que afecta de manera desproporcionada a las chicas adolescentes. Estas coerciones, disfrazadas de juegos o pruebas de amor, derivan en chantajes emocionales, amenazas o difusión no consentida de las imágenes.
UNICEF considera que el sexting coercitivo no es una práctica puntual entre jóvenes, sino una extensión digital de la violencia de género. Las consecuencias emocionales para las víctimas son graves: ansiedad, miedo, vergüenza, aislamiento y, en los casos más extremos, pensamientos autodestructivos.
El informe subraya además el doble rasero de género: mientras los chicos pueden ser reforzados socialmente por participar en estas dinámicas, las chicas son estigmatizadas y culpabilizadas. “El espacio digital no ha eliminado la desigualdad —advierte UNICEF—, solo la ha reformulado en nuevas pantallas”.
Violencia simbólica y control en las redes
Las redes sociales, añade el informe, son el terreno donde se intensifica la violencia simbólica: un conjunto de presiones estéticas, sexuales y emocionales que moldean la identidad de las adolescentes.
Las jóvenes viven bajo una mirada constante, expuestas a juicios sobre su cuerpo, su comportamiento o su forma de mostrarse. La hipersexualización, el acoso en comentarios y los mensajes no deseados forman parte del día a día digital de miles de chicas.
El informe identifica también formas de control de pareja digital —exigencia de contraseñas, revisión de mensajes, limitación de publicaciones— que perpetúan el dominio masculino bajo apariencia de intimidad o preocupación.
UNICEF denomina a estas dinámicas violencia simbólica digital, una forma de agresión psicológica normalizada que erosiona la autoestima y refuerza la desigualdad.
La brecha de género de las ideas suicidas
Los datos de bienestar psicológico son reveladores: el 14,2 por ciento del alumnado presenta síntomas de malestar emocional (ansiedad, depresión o somatización), y el 7,4 % muestra riesgo suicida, con una brecha de género evidente: 10,1 % en chicas frente a 4,3 % en chicos.

El estudio concluye que la salud mental, la convivencia y la igualdad de género no pueden entenderse al margen del entorno digital. Por eso, UNICEF pide políticas públicas integrales que aborden este fenómeno desde la educación, la prevención y la regulación tecnológica. Entre sus recomendaciones destacan: Implantar educación afectivo-sexual y digital desde edades tempranas. Formar a las familias y docentes en acompañamiento tecnológico. Regular el acceso a la pornografía y mejorar la protección frente al sexting coercitivo y reconocer la violencia digital como parte de las estrategias nacionales contra la violencia de género.
Una cuestión de salud pública
UNICEF cierra su informe con un mensaje claro: el bienestar digital es una dimensión central de la infancia contemporánea y debe tratarse como un tema de salud pública.
La organización insta a mirar las pantallas no como una amenaza inevitable, sino como un terreno donde se juega el futuro de la convivencia, la igualdad y la libertad. “La generación hiperconectada —señala el informe— vive entre oportunidades y riesgos. Si el entorno digital amplifica la desigualdad, la respuesta debe ser colectiva, educativa y urgente.”
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