Testimonio

“Puse una denuncia falsa, pero mi pareja llevaba años maltratándome”

Yolanda se inventó una agresión, pero meses antes su pareja le abrió la cabeza y fue su hija adolescente quien bajó a la calle a buscar ayuda y denunció por ella. Ambas se negaron a declarar en ese juicio y el caso se archivó

Yolanda forma parte de ese 0,0084 por ciento de denuncias falsas por violencia de género que la Fiscalía contabiliza. Es un porcentaje que varía poco de año a año. Lo reconoce. Sí, se inventó un empujón inexistente y lo acabó reconociendo, pero para entender por qué Yolanda tomó esta decisión es necesario conocer su historia y su situación en ese momento.

Un cuento de hadas

Cuenta que conoció a su expareja cuando trabajaban juntos en un restaurante y, como suele ser habitual en relaciones de violencia, al principio todo era como un cuento de hadas.  Tardaron muy poco en irse a vivir juntos y enseguida Yolanda se quedó embarazada. Tenía tres hijos de relaciones anteriores.

Yolanda reconoce que puso una denuncia falsa

Ahora, con perspectiva, asegura que se da cuenta de que su expareja la manipulaba para que no saliese, para alejarla de sus amistades, para aislarla. Utilizaba la pena y amenazaba con suicidarse cada cierto tiempo.

Empujones, golpes, frases hirientes y control

Comenzaron los empujones, los golpes, las frases hirientes y el control. A esas alturas, Yolanda ya se había percatado de que el padre de su hija tenía un problema de consumo de sustancias lo que, obviamente complicaba la convivencia.

“Cuando di a luz a mi hija, la niña nació con problemas. Yo estaba con una cesárea de lado a lado y él  me pegó un guantazo en el ascensor del hospital porque intenté levantarme de la silla de ruedas. Quería bajar a neonatos sin depender de él”, recuerda.

Cuenta varios episodios parecidos y el más grave: cuando uno de esos golpes le abrió la cabeza. Estaban en casa y su hija adolescente se metió por medio. Él la tiró al suelo causándole también heridas a la joven. Al ver la sangre y lo que había provocado, salió corriendo. Y la niña, sin pensarlo, bajó rauda a la calle a pedir ayuda.

Su hija adolescente denunció la agresión

Su madre, a rastras, mareada y malherida fue tras ella y recibió los primeros auxilios en un bar. Pasó un coche policial y la adolescente no se lo pensó, les paró y les contó lo acababa de pasar. Ambas tuvieron que ser atendidas en el hospital y tienen sendos partes de lesiones.

Yolanda no quiso denunciar la agresión, pero sí lo hizo su hija. El sistema se puso en marcha y se fijó un día para el juicio. Pero ya era tarde. La dependencia emocional, la disonancia cognitiva y todas esas cadenas que unen a las víctimas con sus maltratadores provocaron que madre e hija se acogieran a su derecho a no declarar y el caso se archivó.

No declararon en el juicio y la causa se archivó

No fue sencillo convencer a una adolescente de que lo mejor era dejarlo pasar y volver a la rutina. Yolanda se arrepiente y no entiende por qué con la cantidad de testigos y pruebas de esa agresión la policía o la Fiscalía no actuaron con más contundencia aunque ella se negase a acusarle. Al fin y al cabo, habían agredido a una mujer y a una niña.

No dejó ni que los médicos la terminaran de atender y curaran sus heridas ese día. Prácticamente se escapó del hospital y a los pocos días era quien le había causado la cicatriz en la cabeza el que le hacía las curas. “No va a volver a pasar, estaba muy nervioso, perdóname” y un largo etcétera de excusas de manual que su agresor desplegaba una vez más, según apunta Yolanda.

“No pensaba con claridad. Me quedé en 41 kilos”

Por supuesto, explica,  que hubo más zarandeos, golpes y empujones, pero Yolanda “tenía una venda en los ojos”, y la pareja tuvo otro hijo. Si no se conoce cómo opera la violencia de género el comportamiento de esta mujer puede parece errático, pero desgraciadamente, es habitual. Por eso es tan importante atender a las mujeres de forma integral cuando piden ayuda.

La salud mental de Yolanda se resintió, “estaba muy mal, no pensaba con claridad. Me quedé en 41 kilos”. Por eso cuando quiso romper el círculo de la violencia ante las amenazas de él sobre quedarse con los niños, pensó que debía hacer algo.

Lo que no sabía Yolanda es que se puede denunciar una agresión no reciente. Podría haberle acusado por infinidad de golpes y violencia psicológica, por el incidente de la brecha en la cabeza, por toda la relación que describe. La violencia se puede denunciar en cualquier momento, incluso aunque hayan pasado años.

Yolanda no era capaz de abandonar a su maltratador
KiloyCuarto

Ese desconocimiento la llevó a denunciar una agresión ficticia, un empujón y unas palabras. Su pareja se lo recriminó y ella le contestó que se lo había hecho muchas veces. Poco a poco la convenció de que tenía que retractarse y así lo hizo. El resultado: una condena por denuncia falsa.

La losa de la denuncia falsa

Un losa que Yolanda lleva desde entonces y que para cualquier procedimiento (tiene abiertos varios) le supone una falta de credibilidad que carga a cada paso.

Por supuesto se arrepiente, pero, según su testimonio, su estado emocional era el que era tras años del maltrato que describe. “No sabía cómo salir de eso, qué tenía que hacer, estaba muy muy perdida. No era yo misma”, reconoce.

Tenemos un problema de infradenuncia

Las denuncias falsas existen, como en cualquier otro delito. Sin embargo, por mucho que los negacionistas de la violencia de género repitan sin cesar que es un problema, no lo es. La verdadera dificultad en España es conseguir que las mujeres denuncien. Tan solo lo hace el 21,7 por ciento y cuando encuentran la manera de acusar a sus maltratadores lo más común no es que exageren, lo contrario. Minimizan la violencia que están sufriendo, se muestran preocupadas por lo que pueda pasar con ellos y solo quieren que todo se acabe sin mucho jaleo.

En cualquier caso, ni siquiera todas las denuncias falsas, y Yolanda es solo un ejemplo, son mentira del todo.