La vida humana se mide en años, meses, días… Y según pasan, el cerebro va marcando en su calendario un nivel más en capacidad intelectual, habilidades cognitivas o desarrollo emocional. El par de años que transcurre entre los 16 y los 18 años rubrican el salto del final de la adolescencia y el inicio de la madurez y la expresión de la personalidad adulta. Este discreto prólogo es importante cuando los políticos plantean la idea de adelantar la edad de voto, según nos advierten las psicólogas consultadas.
El debate, por tanto, no debería ser si habrá un puñado de votos más a la izquierda, a la derecha o a los extremos (la opción más segura), sino su calidad. Aunque en España estos adolescentes representarían solo un 2.5% del censo electoral, la influencia en número sería significativa: algo más de un millón de papeletas. Por eso, los partidos hacen ya sus cábalas. La iniciativa fue impulsada principalmente por Sumar y el Ministerio de Juventud e Infancia, dirigido por Sira Rego.
El PSOE apoyó esta propuesta en el Congreso, aunque, según nos informan, Pedro Sánchez sería el menos interesado ahora que ha visto caer, según el CIS, las expectativas de voto entre los jóvenes. “El presidente quería un Vox fuerte que amagase, no que le hundiese a él, pero las encuestan revelan que el total de la suma, añadiendo esta población de menos edad, barrería absolutamente”. Durante años, Vox se mostró en contra, igual que el Partido Popular.
Mentalidad cortoplacista
Elena Miró, catedrática de Psicología de la Universidad de Granada, entiende que, incluso admitiendo que existen importantes diferencias individuales en el nivel de madurez (“al respecto, las chicas maduran antes”), en general no cree que los adolescentes de 16 años estén preparados para votar. “El cerebro humano -argumenta- no está totalmente maduro a los 16. En especial el córtex prefrontal -responsable de la toma de decisiones, la planificación, el control de impulsos o el juicio- tarda algunos años más en estar completamente desarrollado. La mayoría de los adolescentes de esa edad tienen una mentalidad cortoplacista y a veces impulsiva, sin pensar lo suficiente en las consecuencias a largo plazo”.
Añade que a esta edad tampoco se tiene una formación suficiente sobre cómo funcionan las instituciones y el sistema electoral como para comprender las implicaciones de sus decisiones políticas. “Además, pueden estar demasiado influidos por las opiniones de familiares o amigos cercanos, lo que limita su capacidad para ejercer el voto de forma independiente”.
La catedrática advierte también del riesgo de las redes sociales. “Los adolescentes son vulnerables a verse influenciados con más facilidad por contenidos de tendencia que pueden captar su atención y moldear sus percepciones, tanto por la gran cantidad de tiempo que dedican al uso de las redes como por su menor juicio crítico”.
Coincide en ello Isabel Menéndez, psicóloga especializada en evaluación y tratamiento clínico de niños y adolescentes. Su respuesta a la posibilidad de adelantar la edad de voto a los 16 años es tajante: “Evidentemente no. ¡Era lo que faltaba! El cerebro del adolescente está en plena formación. No está formada su corteza frontal, la encargada de la toma de decisiones, de contener la impulsividad, de no dejarse llevar, entre otras cosas, por una estructura cerebral como la amígdala, que es el centro emocional que conduce a las conductas de riesgo, sugestión, influenciabilidad y falta de criterios racionales y sosegados en los adolescentes”.
Qué dice la ley
El artículo 12 de la Constitución establece que los españoles son mayores de edad a los 18 años y la Ley Electoral General hace coincidir el derecho de sufragio activo con la mayoría de edad. Se necesitaría una reforma legislativa para cambiarlo. En Reino Unido, el Gobierno de Keir Starmer anunció hace dos meses que retrocederá dos años para permitir que, en las próximas elecciones, previstas para 2029, los jóvenes de 16 y 17 años puedan votar en todo el Reino Unido, como ya hacen en Escocia y Gales. En Austria, Argentina, Brasil o Ecuador también existe esa posibilidad. Alemania, por ejemplo, lo limita a las elecciones al Parlamento europeo y a la legislación particular de sus estados.
“No es una edad -insiste Isabel Menéndez- en la que el adolescente pueda tomar ni esta ni otras decisiones importantes que, por desgracia, toman sin tener en cuenta la total falta de madurez que evidentemente presentan por pura biología. Actualmente, los jóvenes, más que una información real, obtienen una información sesgada de las redes sociales. Por lo tanto, creo realmente que no existe una buena cultura política social ni, por supuesto, una madurez emocional para tomar una determinación y emitir un voto”.
¿Y qué opinan los jóvenes? Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló en 2022 que el 62% de los jóvenes entre los 15 y 17 años están a favor de que se reduzca el mínimo legal para ir a las urnas. Indicó también que el interés es mayor cuando en casa se habla de política. Sería interesante incluir en esa misma balanza entre lo racional y lo emocional de la que hablan las expertas al electorado adulto. Es, de hecho, una de las grandes incógnitas de cualquier proceso electoral. ¿Votamos más con la razón o con el corazón?