31 objetos en la historia de las mujeres

El sílex de las parteras

Espido Freire muestra la astucia de las mujeres y rescata un universo condenado al silencio por los historiadores tradicionales a través de 31 objetos.

El sílex de las parteras. Fotografía: KiloyCuarto

En 1594, el cardenal Rodrigo de Castro sentenció: Haec ars viros dedecet, este arte no es apropiado para los hombres. Con esa frase establecía siglos de tradición obstétrica: los partos eran cosa de mujeres. Desde tiempos inmemoriales fueron ellas quienes asistieron a otras mujeres a dar a luz, quienes inventaron métodos para aliviar el dolor y quienes se ocuparon del recién nacido.

Durante el Paleolítico, la parturienta quizá paría sola, con consecuencias muchas veces fatales, pero desde el Neolítico encontramos representaciones de partos asistidos. El asentamiento en comunidades sedentarias favoreció la especialización: nacieron las parteras, comadres o matronas, armadas, entre otras cosas, con cuchillos de sílex para cortar el cordón umbilical.

La primera mención escrita a una partera aparece en el Génesis: Raquel, esposa de Jacob, da a luz a Benjamín entre grandes dolores, asistida y animada por una comadrona. La Biblia también describe partos gemelares y trampas para decidir la primogenitura.

En Egipto, las parteras eran respetadas; podían estudiar, dejaba manuales como el Papiro de Ebers y ocupaba un espacio exclusivamente femenino, libre de médicos —considerados de mal agüero— que solo intervenían en abortos o con los cadáveres.

Las griegas heredaron esa centralidad: la madre de Sócrates era comadrona, y su hijo llamó mayéutica a su método filosófico en su honor. Hipócrates, por el contrario, demostró no haber presenciado nunca un parto. En Roma, las obstetrix actuaban en un entorno doméstico vetado a los hombres. Incluso parece que Sorano de Éfeso, el supuesto “padre de la obstetricia”, plagió tratados escritos por mujeres.

Esa autonomía empezó a erosionarse en la Alta Edad Media. La partera se asoció al pecado, a la sexualidad, a la hechicería. Apareció como una alcahueta, una curandera, una figura sospechosa. La literatura la convirtió en personaje ambiguo: Trotaconventos en El libro de Buen Amor, Celestina como artera manipuladora. Y en la realidad, durante la caza de brujas, muchas de las perseguidas fueron precisamente parteras. Se convirtieron con facilidad en chivos expiatorios. Sabían de hierbas, de partos, de abortos y de alivios. Y también rezaban, invocaban, susurraban conjuros. El conocimiento empírico se mezclaba con rituales, y eso resultaba siempre perturbador.

En el siglo XVI empezó el conflicto abierto con los médicos varones. Aunque todavía no entraban a la sala de partos, sí empezaron a escribir manuales y a introducir el fórceps, instrumento que desplazó las manos expertas de las comadronas. Ellas solicitaron legalmente fundar colegios, pero hacia el siglo XVIII ya estaba claro quién ganaba: las reinas exigían ser atendidas por cirujanos y las clases altas imitaban. El saber transmitido de mujer a mujer, la calma, el apoyo emocional y la experiencia cedieron el paso al bisturí y al protocolo.

Aun así, en las zonas rurales, las parteras siguieron siendo imprescindibles. En 1846, en Viena, el médico Semmelweis descubrió que la fiebre puerperal mataba a muchas más mujeres atendidas por médicos que por comadronas. ¿La razón? Los doctores no se lavaban las manos entre autopsias y partos. Se impuso el uso de hipoclorito. Las parteras, conscientes de sus limitaciones, empezaron a exigir formación. En España, la ley Moyano de 1857 creó el título de matrona. En 1980, por primera vez, los hombres pudieron obtenerlo.

Hoy, cuando el parto se ha medicalizado en exceso, muchas mujeres buscan entornos más humanos: casas, agua, intimidad. Denuncian episiotomías innecesarias, cesáreas programadas, y reivindican a la partera como aliada. La profesión resiste. No importa si hay bisturí o bañera: en algún rincón, una mujer espera con manos sabias para recibir la vida, como hace 40.000 años.

Espido Freire, autora de “La historia de la mujer en 100 objetos” ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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