Cine

Hamnet, la epopeya de Shakespeare que inmortalizó su dolor

La ganadora del Oscar por Nomadland se atreve a adaptar la novela best seller de Maggie O’Farrell con el respaldo de Steven Spielberg y Sam Mendes

Fotograma del largometraje 'Hamnet'.

Siempre he pensado que hacer una película adaptada de una novela es mucho más fácil que escribirla desde un guion original, si bien es verdad que tiene también sus propios desafíos: saber elegir bien las imágenes que insuflen el justo significado a las palabras del imaginario de un extensísimo número de lectores, como es el caso de esta premiada best seller de Maggie O’Farrell, no es moco de pavo. Recuerdo, incluso, mi indignación cuando se confirmaba el rumor de que Netflix transformaría en serie la más legendaria de las obras de Gabriel García Márquez: Cien años de soledad. Me parecía una falta de respeto a la inteligencia y el talento del literato colombiano, una violación al territorio más íntimo del autor: su imaginación. Y esto podría dar para un buen debate, pero no es el caso que nos ocupa, al final y al cabo, Macondo solo existía en la mente de Gabo, pero Statford (Warwickshire), Hamnet, Anne Hathaway y William Shakespeare sí existieron. Dejémoslo ahí.

La Seminci de Valladolid anunció el estreno de Hamnet en el marco del festival, a pocos días de comenzar, la guinda del pastel, el mayor atractivo para el público, en contraste con el resto de películas de Sección Oficial, una selección de largometrajes -muchos de ellos bien largos- con marcado acento independiente, cine de autor en toda regla. Eso sí, Hamnet agotó las entradas en el teatro Calderón (aforo de 1.171 persons) y en el auditorio Miguel Delibes (unas 1.500 butacas). Fue un existo rotundo. Punto a favor de José Luis Cienfuegos, quien acudió a verla al centro cultural Miguel Delibes.

Familia y dolor

La desgarradora novela (tanto libro como película) pone por protagonista a Agnes, una mujer enigmática y de espíritu libre, que se queda en casa con sus tres hijos cuando su esposo marcha a Londres para ser dramaturgo en la década de 1580. El libro, sin embargo, comienza cuando el pequeño Hamnet encuentra a su hermana Judith en la cama, enferma por la peste. Hamnet, desorientado y preocupado, busca ayuda, pero su familia no está dónde se les necesita. Tanto en la novela escrita como en la cinta audiovisual, hay dos partes diferenciadas: la primera alterna el cómo se llega hasta ese punto, con la historia del cómo se conocieron sus padres de fondo. La segunda, en cambio, se centra en el dolor y la pérdida, siendo la más poderosa y dolorosa.

Arriesgada, poderosa, poética y rotunda: La película que dirige la ganadora del Oscar Chloé Zhao no teme el exceso cuando el sentimiento lo exige. ¿Por qué iba a temerlo teniendo a Spielberg y a Mendes en la producción? No nos sorprende la escala ni el cuidado del detalle: el vestuario, el sonido, la luz… todo está pensado para que el dolor se sienta, para que el espectador viva la historia.

Desde el primer plano, la fuerza visual es evidente. Zhao filma con determinación: colores intensos, encuadres rotundos, primeros planos que rozan la piel de sus protagonistas. Nada es ligero ni decorativo; cada imagen pesa, reclama ser mirada. Hay una potencia casi pictórica, como si cada plano estuviera a punto de romperse de tan vivo. Jessie Buckley, Paul Mescal y el asombroso niño prodigio Jacobi Jupe (Hamnet) han trabajado duro para plasmar esto: tanto la contención como la exaltación de las emociones son clave en la película.

Hamnet y Hamlet son en realidad dos formas perfectamente intercambiables de un mismo nombre, según consta en los anales de Stratford de finales del siglo XVI y principios del XVII”, introducen ambas artistas al inicio de sus obras. Será el espectador quien descubra la similitud de las formas. Los personajes están muy pulidos, gracias al trabajo conjunto que han hecho O’Farrell y Zhao para construir juntas el guion, un gesto de generosidad y complicidad por parte de ambas. El drama es el eje que todo lo sostiene. Las escenas del parto y de los momentos de delirio de los mellizos tienen una intensidad que desarma. No buscan la lágrima fácil, sino la verdad emocional de lo inevitable.

Embellece el proyecto tener en cuenta que el rodaje de Hamnet se llevó a cabo en localizaciones naturales de Warwickshire, muy cerca de donde nació Shakespeare, una decisión que dota a la película de una autenticidad tangible. Zhao aprovecha la luz británica —gris, cambiante, casi líquida— para construir una atmósfera emocional que se funde con el paisaje. La dirección de fotografía, a cargo de Joshua James Richards, refuerza esa mirada orgánica y contenida. No hay artificio, sino una búsqueda constante de lo esencial. En esos detalles es donde cabe la sensibilidad inequívoca de Zhao: íntima, terrenal, profundamente humana.

Lo mejor de la obra es el final: la magia con la que predica y apuesta por el poder curativo del arte, ese don que tienen algunos humanos de transformar la realidad en ficción, la verdad en literatura y el dolor en belleza. Vayan leyendo la novela, que la película se estrena el 22 de enero de 2026.

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