MUJERES NO OBJETO

La chatelaine

La chatelaine, una cadena que colgaba de la cintura con llaves y objetos esenciales, fue durante siglos emblema silencioso de autoridad femenina en el ámbito doméstico. Más que adorno, era insignia de control, organización y estatus en una sociedad donde lo privado era el único reino posible para muchas

Imagen: kiloycuarto

Hubo un tiempo en que las mujeres de la casa guardaban las llaves como una señal de responsabilidad y de poder. Y no cualquier llave: llaves de habitaciones, de alacenas, de cajas de caudales, de cofres, de secretos. Las colgaban de la cintura, bien visibles, con pequeñas cadenas que tintineaban al andar y que eran, más que un adorno, un emblema de poder doméstico. Aquel objeto era la chatelaine —del francés châtelaine, señora del castillo— y durante siglos funcionó como una insignia silenciosa de autoridad femenina en la esfera privada.

La historia de la chatelaine se remonta a la Edad Media, cuando las esposas de los señores feudales eran responsables de la gestión del hogar. Mientras sus maridos guerreaban o gobernaban, ellas controlaban la intendencia del castillo: la despensa, el ajuar, la servidumbre, los aposentos y los recursos.

Las llaves colgaban de su cintura como muestra de ese control, y con el tiempo, las anillas y las cadenas se embellecieron. Aquel racimo de útiles no era casual: cada colgante tenía su razón de ser. Más allá de las llaves, podían incluirse relojes, dedales, pequeños cuchillos, abrecartas, tijeritas, sellos de lacre, frascos de esencias o diminutos monederos.

Durante los siglos XVII y XVIII, la chatelaine se transformó en un objeto refinado, y en el XIX alcanzó su apogeo como pieza decorativa y funcional, especialmente en la Inglaterra victoriana. Las amas de casa de la clase media y alta portaban auténticos joyeros de cintura, con cadenas de plata labrada, esmaltes florales y miniaturas.

Se convirtió en una especie de símbolo de estatus: no todas las mujeres contaban con responsabilidades suficientes como para merecer una chatelaine, y quienes la llevaban dejaban claro que eran las guardianas del orden doméstico.

No por casualidad, el término “chatelaine” pasó a designar también, de forma general, a la señora de la casa, la dueña y señora, con todo lo que eso implicaba: poder organizativo, moral, económico y, en muchos casos, afectivo.

Ser una buena chatelaine equivalía a ser eficiente, discreta, previsora, estricta pero justa. Las criadas temían el tintineo metálico que anunciaba su llegada; los hijos sabían que bajo esas llaves estaban los dulces, las medicinas o las cartas que no debían ser leídas.

Como ocurre tantas veces, la historia de estos objetos domésticos revela los límites —y las grietas— del poder femenino en las sociedades patriarcales. Porque aunque las chatelaines administraban casas enteras, no podían firmar cheques o testamentos. El hogar era su reino, pero también su frontera. Las llaves les conferían autoridad, pero también les recordaban que no podían salir sin permiso, ni supervisión.

Con el siglo XX y la irrupción del bolso de mano, la chatelaine desapareció poco a poco. Se volvió innecesaria. Las casas ya no se gestionaban desde el llavero de la matriarca, y el ruido de sus cadenillas se extinguió en el silencio de las nuevas viviendas compartidas. Pero quedaron algunos vestigios de ellas: en los quirófanos, donde muchas enfermeras llevan pequeñas chatelaines médicas con tijeras y cronómetros; o en los broches que cuelgan aún del uniforme de algunas maestras, como símbolo de tradición.

Hoy las chatelaines se exponen en museos de moda y de historia social, como cápsulas de tiempo que nos recuerdan que, a veces, los objetos más íntimos son también los más elocuentes. Una pequeña cadena colgando del corsé, una argolla repleta de llaves, puede decir más sobre la autoridad de una mujer que mil retratos. En aquellos tiempos, quien tenía las llaves, tenía el control. Y durante siglos, las llaves —esas llaves pequeñas, domésticas, a veces doradas, otras demasiado pesadas— fueron suyas.

Espido Freire, autora de La historia de la mujer en 100 objetos ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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