Laura Ferrero: “Ya tengo mi libro del año, y del año que viene, y del siguiente”

Desde luego, cualquiera que haya amado y perdido reconocerá algo de sí mismo entre las páginas de esta novela

Laura Ferrero - Cultura
Una fotografía de archivo de la escritora Laura Ferrero.
EFE

Hay frases que no se dicen a la ligera. Y cuando una escritora como Laura Ferrerouna de las voces más sensibles y lúcidas de la narrativa española actual— afirma que ya tiene su libro del año, y del año que viene, y del siguiente, conviene prestar atención. Lo ha dicho sobre Mi refugio y mi tormenta, la nueva obra de Arundhati Roy. Un texto que trasciende el terreno de la memoria para convertirse en una exploración radical del amor, la pérdida y el vínculo materno.

En tiempos en los que los libros pasan fugazmente por nuestras manos, Mi refugio y mi tormenta se impone con el peso de lo necesario. No es una novela al uso, sino una autobiografía emocional escrita tras la muerte de la madre de Roy, Mary Roy, una mujer brillante, combativa y, al mismo tiempo, autoritaria. A través de sus páginas, la autora de El dios de las pequeñas cosas regresa a los paisajes de su infancia y se enfrenta al espectro más difícil de todos: el de una madre amada y temida, admirada y resentida.

Un retrato de la madre que lo fue todo

Mary Roy no fue una madre cualquiera. Fue una activista pionera en la India, defensora de los derechos de las mujeres, conocida por haber conseguido un cambio histórico en las leyes de herencia que discriminaban a las hijas. Pero también fue una figura de carácter indomable, capaz de generar tanto amor como dolor. En Mi refugio y mi tormenta, su hija la dibuja con ternura y crudeza a partes iguales, construyendo un retrato de contrastes. Por un lado, la mujer que enseñaba a pensar libremente. Y, por el otro, la mujer que imponía su voluntad como una fuerza de la naturaleza.

Mi refugio y mi tormenta - Arundhati Roy
Portada de la novela ‘Mi refugio y mi tormenta’, de Arundhati Roy.
Alfaguara

Arundhati Roy no escribe para juzgar, sino para entender. En sus páginas hay recuerdos fragmentados, cartas, escenas domésticas, confesiones y silencios. “Mi madre era mi refugio y mi tormenta”, escribe, en una de las líneas más dolorosamente honestas del libro. Esa ambigüedad define toda la obra: el amor que hiere, el afecto que asfixia, la herencia emocional que perdura cuando ya no queda nadie a quien reclamar respuestas.

El resultado es un texto profundamente humano, que convierte lo íntimo en universal. Y quizá ahí radica la fascinación de Laura Ferrero, que ha elogiado públicamente la manera en que Roy logra transformar el duelo en un acto literario y político, sin sentimentalismos ni artificios.

Una escritura que respira verdad

Desde su publicación, Mi refugio y mi tormenta se ha descrito como una de las obras más poderosas de los últimos años. No solo porque la autora de El dios de las pequeñas cosas regrese a la escritura después de una larga espera, sino porque lo hace con una sinceridad desarmante.

La escritora Laura Ferrero
Una fotografía de la escritora Laura Ferrero.
Carmen Carrasco

La prosa de Roy tiene esa cadencia poética que la ha hecho inconfundible, pero aquí hay algo distinto. Una renuncia a esconderse detrás de la belleza. La escritora se expone, se contradice, se muestra vulnerable. Y en esa desnudez, encuentra su fuerza.

El libro no sigue una estructura lineal. Se mueve entre fragmentos de memoria, reflexiones y escenas reconstruidas desde el presente. Roy utiliza la escritura como un medio para reconciliar el pasado con la palabra, para poner orden donde solo había desorden emocional. El resultado es una experiencia literaria tan conmovedora como incómoda.

Laura Ferrero lo ha resumido con una frase que ha dado la vuelta al mundo literario: “Ya tengo mi libro del año. Y del año que viene. Y el del otro”. Lo dijo sin necesidad de reseña ni análisis: bastó la emoción. Y es que, para una escritora acostumbrada a diseccionar las relaciones humanas desde la delicadeza, Mi refugio y mi tormenta representa un espejo en el que mirarse.

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