Mujeres no objeto

Los pañales desechables

Inventado por Marion Donovan en 1946, el pañal desechable transformó la maternidad al liberar a millones de mujeres de horas de lavado y hervido. Una solución doméstica que la industria ignoró al principio y que acabaría moviendo miles de millones en todo el mundo

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Imagen de Kiloycuarto.

La maternidad en el siglo XX cambió gracias a muchas cosas: las vacunas, las lavadoras, la nevera… Pero pocos inventos resultaron tan prácticas, silenciosas y decisivas como el pañal desechable. Lo inventó una mujer: Marion Donovan, una madre reciente que en 1946, harta de lavar, hervir, secar y doblar interminables pañales de tela, encontró una solución en el nylon de un viejo paracaídas.

Marion, nacida en Fort Wayne, Indiana, en una familia de inventores, había trabajado como redactora auxiliar en Vogue. Creativa y meticulosa, transformó una cortina de baño en una especie de cubierta impermeable para los pañales tradicionales. Aquello evitaba que la orina del bebé traspasara a la ropa o la cama, y reducía los casos de irritación. Su primer modelo, que vendía en la lujosa tienda Saks de Nueva York, lo llamó boater, por su forma de barquito. En 1949 obtuvo la patente.

Donovan no se conformó con eso. Quería un pañal completamente desechable, que ahorrara trabajo y tiempo a las madres. Experimentó con capas de celulosa absorbente, pero no encontraba apoyo en la industria. Los inversores, todos hombres, ni siquiera consideraban avalarla. Ninguno había cambiado un pañal y nadie veía negocio en su invento.

La oportunidad llegó en los años sesenta, cuando vendió su idea a Procter & Gamble. Allí, el ingeniero químico Victor Mills retomó su concepto y creó los Pampers, lanzados al mercado en 1961. El nuevo pañal combinaba una capa de celulosa que absorbía la orina, otra impermeable de polietileno que evitaba fugas, elásticos que se ajustaban a las piernas del bebé y cierres adhesivos fáciles de usar. Pronto desplazó a los pañales de tela.

Marion Donovan fue madre de tres hijos, arquitecta por Yale y autora de una veintena de patentes, entre ellas una jabonera escurridora y una versión del hilo dental. En 2015 su nombre fue incluido en el Paseo de la Fama de los Inventores de EE.UU. El mundo tardó en reconocer que su invento —pensado desde la experiencia y la incomodidad cotidiana— transformó la vida de millones de mujeres. Los padres ni figuraban en la ecuación. Durante décadas el cambio del pañal fue responsabilidad exclusiva de las madres. 

El impacto causó que incluso otras propuestas como los pañales Chux de Johnson & Johnson quedaran en segundo plano. Los Pampers inauguraron una nueva categoría de producto: higiénico, práctico, industrial. Y con ello, también una nueva rutina doméstica.

Hoy el mercado de los pañales desechables mueve más de 30.000 millones de euros al año y produce cien mil millones de unidades, no solo para bebés, sino también para personas mayores o con discapacidad. Su éxito, desde luego, tiene un lado oscuro. Un solo pañal puede tardar 500 años en degradarse. Ecologistas y padres conscientes denuncian su impacto en vertederos y su huella de carbono. En los últimos años, ha resurgido el interés por los pañales de tela reutilizables, más sostenibles y económicos a largo plazo, aunque menos cómodos.

Con ello se cierra el círculo. El pañal desechable se creó para hacer la vida más fácil, no para ser eterno, y supuso un símbolo de un tiempo en el que las mujeres empezaban a decir basta al sacrificio invisible. Como tantas veces, la innovación vino de quien más lo necesitaba. Una madre, desde su casa, encontró una solución que la industria masculina no supo prever. Quizás porque no implicaba glamour, ni alta tecnología, ni un gran logro político, sino algo tan sencillo como no tener que lavar más pañales. Pero esa pequeña libertad —como tantas otras que nos parecen hoy evidentes— también fue un paso de gigante.

Espido Freire, autora de “La historia de la mujer en 100 objetos” ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

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