Ellas fingen el orgasmo y ellos simulan que duermen cuando llora el bebé. Tomándolo con sentido del humor, vamos a llamar a este fenómeno algo así como la paradoja del autoengaño en la cama. Una doble brecha en la intimidad que es real, aunque aliñemos el asunto con una pizca de ironía. Ocho de cada diez madres se levantan con más frecuencia y más rápido cada vez que un hijo rompe a llorar.
Podríamos pensar que el nacimiento provoca en el hombre pérdida auditiva o que, por el contrario, le hace ganar a la madre sensibilidad y agudeza para detectar el mínimo quejido. En una encuesta realizada en Francia por el Instituto IFOP, el 55 % de los padres admitió haber fingido no oír el llanto de su hijo, con la esperanza de que su pareja se levantara primero. Incluso en los hogares en los que han acordado un sistema de rotación, solo el 63% de los hombres lo han cumplido.
Al hombre no le importa ocuparse del cuento antes de dormir o del cambio de pañal, pero que no le pidan que le calme cuando tiene una pesadilla o un dolor que le despierta porque, al menos un buen porcentaje, ni se dará por aludido. Como muestra, este dato: solo el 33% reconoce que duerme peor desde que es padre. O el que aporta un estudio británico publicado en la revista Sleep: durante los tres meses después del parto, la madre pierde algo más de una hora de descanso nocturno. El padre se queda en 13 minutos.
¿Por qué esta brecha? Esta misma pregunta se la hizo un grupo de investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y con sus conclusiones ha acabado echando por tierra esos mitos que sugieren que los hombres no se despiertan ante el llanto del bebé o que las mujeres están programadas para ello. Ellos oyen igual de bien, pero ellas siguen levantándose tres veces más. Descubrieron que, si bien hay ligeras diferencias auditivas, son mínimas y no justifican el desequilibrio en los cuidados nocturnos.
“Contrariamente a lo que muestran los medios, nuestros participantes masculinos no dormían plácidamente mientras el bebé lloraba”, explica la profesora Christine Parsons, autora principal del estudio. Biológicamente, tanto hombres como mujeres reaccionan de forma bastante similar ante sonidos nocturnos. ¿Por qué se quedan impasibles? Las razones, aseguran los investigadores, son sociales más que biológicas. “En primer lugar, las madres suelen tomar la baja por maternidad antes que los padres la de paternidad. Eso significa que adquieren más experiencia en calmar al bebé desde el principio. En segundo lugar, si la madre está amamantando por la noche, tiene sentido que el padre no se despierte”.
Esta dinámica bastante habitual deriva en que las madres se conviertan, por práctica y estructura familiar, en las expertas en cuidados nocturnos y los padres se mantengan al margen. No por falta de habilidad, sino de oportunidad o hábito. Como ocurre en otros contextos, la carga desigual acaba pasando una factura elevada para la mujer, en términos de agotamiento físico y mental, según las primeras conclusiones de un estudio de la Universidad Rush de Chicago, avanzadas en la reunión anual Sleep 2025. Los investigadores midieron la duración y la calidad del sueño de 41 madres jóvenes, de 26 a 43 años, durante un año antes de dar a luz y un año después. Vieron, en primer lugar, que, en la primera semana de vida del bebé, dormían un promedio de 4,4 horas, en comparación con las 7,8 horas previas al embarazo.
Además, el período de sueño ininterrumpido aumentó de 5,6 horas antes del embarazo a 2,2 horas durante este período. Casi un tercio de las participantes (31,7 %) pasó más de 24 horas sin dormir durante estos primeros días. Con el tiempo, la duración del sueño aumentó, pero siguió siendo insuficiente. Lo que les llamó la atención fueron los patrones de sueño profundamente alterados, especialmente en las madres primerizas.
En España, hay aproximadamente 1,726,528 menores de 5 años, casi tantos como madres con ojeras que piden misa de difuntos. Aunque deberán revisar las estrategias y patrones de sueño, el llanto de un niño es motivo de atención. Puede ser por terrores nocturnos, dolo, hambre, molestia o simplemente porque necesita un cambio de pañal y se siente incómodo.
La gestión del sueño infantil acaba, además, siendo un punto de discordia para el 66 % de los padres. Algunos, con más cara que vergüenza, en la negociación de condiciones alegan diferencias en sus cerebros, justificando así su tendencia a hacerse el remolón. El argumento cae por su propio peso. La anatomía es idéntica, con las mismas regiones y funciones. Las capacidades cognitivas dependerán más de factores genéticos, sociales o educativos.
También la neuroplasticidad es igual para hombres que para mujeres. ¿Qué quiere decir? Que, como bien han demostrado los científicos daneses, el cerebro cambia con la experiencia, el aprendizaje y el entorno. Si la maternidad activa un sistema de alarma para prestar mayor atención a las señales que emite el bebé, también lo hace la paternidad. Si el hombre pone empeño, seguro que moldeará su cerebro para salir de la cama disparado.
El hecho de que España cuente con uno de los permisos de paternidad más largos, 16 semanas, es excusa suficiente para que activen el modo alerta durante el sueño infantil y pasen de padres distantes que fingen dormir a padres amorosos y diligentes, aunque al día siguiente tengan que caminar como si llevasen la almohada grapada al cuello.