'Una batalla tras otra'

Paul Thomas Anderson: “He estado 20 años con esta película; no era un peso, era una alegría ir cada día al rodaje”

Paul Thomas Anderson presenta 'Una batalla tras otra', su filme más político y personal, nacido de la paternidad, la pérdida y el deseo de explorar el radicalismo en Estados Unidos

Paul Thomas Anderson presenta 'Una batalla tras otra', su filme más político y personal, protagonizado por Leonardo DiCaprio
Paul Thomas Anderson presenta 'Una batalla tras otra', su filme más político y personal, protagonizado por Leonardo DiCaprio

Paul Thomas Anderson estrena Una Batalla tras otra’, la película más política, feminista y sorprendente de su filmografía. El filme nace de lo íntimo y por eso está dedicado a sus cuatro hijos y a los hijos de Adam Sommer, su productor de confianza y amigo, fallecido durante el rodaje. Anderson lo reconoce sin rodeos: “Unas películas son más personales que otras; con este filme he estado cerca de 20 años. Eso lo hace muy, muy personal”.

El punto de partida vuelve a ser Thomas Pynchon y su novela Vineland. No es la primera vez que se aproxima al autor —ya lo había hecho con Inherent Vice—, pero ahora la conexión es más profunda. “Si eres padre y estás haciendo una película sobre un padre que trata desesperadamente de encontrar a su hija, vas a entender perfectamente al personaje de Leo”, explica. Lo que empezó como una idea obsesiva se transformó, con el paso de las décadas, en una meditación sobre la paternidad y el radicalismo político en Estados Unidos.

Una batalla tras otra - Cultura
Fotograma de Leonardo DiCaprio en ‘Una batalla tras otra’.
Warner Bros.

Para Anderson, la gestación de la película siempre fue un proceso vivo. “Nunca lo sentí como un peso. Sentía que teníamos más de lo necesario para arrancar. Puede que yo llevara veinte años dándole vueltas a esto, pero Benicio del Toro llegó y en una cena escribimos juntos en un día y una noche la mejor secuencia de la película. La historia siempre está evolucionando. Tienes tu premisa, tus puntos clave, tus personajes, pero tiene que haber siempre espacio para el descubrimiento”.

Ese espacio de descubrimiento estuvo marcado por la figura de Adam Sommer, productor y asistente de dirección, cuya ausencia sigue siendo un vacío. “Adam es un increíble productor y asistente de dirección, que ha hecho de todo, desde Black Hawk derribado hasta Gladiator. Él sabía cómo mover cada pieza del puzle que ha sido este filme y me ayudó donde yo quizá no tenía experiencia. Al final, por muy grande que sea la película, seguíamos siendo los mismos 15 o 20 de siempre: una cámara, un sonidista y los actores. Al final se reduce a eso”.

El rodaje empezó de manera humilde. “Empezamos en una cabaña en el bosque con Leo y Chase, un lugar tan pequeño que solo cabíamos cómodamente cuatro personas. Rodamos el corazón de la historia primero, para conocer a nuestros dos protagonistas, los personajes por los que quieres apostar. Luego, por las tardes, filmábamos escenas de policías persiguiéndolos. Y a partir de ahí todo empezó a ganar inercia”. Anderson no romantiza la acción. “Aprendí que las secuencias de acción son mucho más aburridas de lo que parecen. No te dan la misma satisfacción que estar cara a cara en una escena con actores, que es lo más divertido. Rodar acción es como armar un LEGO. Tienes que confiar en los coordinadores de especialistas y en tu asistente de dirección. A veces literalmente tienes que sentarte y dejar que hagan su trabajo de manera segura”.

La supuesta dificultad de llevar a cabo este filme no le abrumó en ningún momento. “La verdad, no. No se me ocurre nada difícil. Bueno, quizá pedir comida al servicio de habitaciones en Anza-Borrego después de las nueve de la noche. Eso fue lo más complicado. Nunca lo sentí como ‘difícil’. Era una alegría ir a trabajar, una frustración tener que ir a dormir y una emoción enorme despertarse al día siguiente. Lo dimos todo en el campo de rodaje y eso es muy satisfactorio”. Uno de los grandes descubrimientos para Paul fue Leonardo DiCaprio. Anderson sonríe al recordarlo frente a nosotros en el hotel Aster. “Fue exactamente como esperaba. Adam ya había trabajado con él y me había hablado maravillas. Ha sido increíble y emocionante. Leo tiene la capacidad de elevar cada escena porque es un experto en cine, capaz de hacer las preguntas adecuadas en cada momento. Lo hemos pasado muy bien en el rodaje”.

Teyana Taylor, en el papel de Perfidia Beverly Hills, fue otra revelación. “Es muy buena porque sabe cuándo un accidente es una oportunidad. Estábamos haciendo pruebas de cámara y se había roto una uña, llevaba una tirita. Nos encantó cómo se veía. Lo mismo cuando se le desordenaron unas pestañas: lo dejamos. Cada improvisación suya está en la película. Si llegas demasiado rígido, te pierdes esas oportunidades. Teyana llegó abierta, escuchando, pensando como directora. Esa fue la clave de nuestra colaboración”. Para el lenguaje visual de la película, Anderson recuperó el VistaVision, un formato panorámico en desuso. “Es como 3D pero sin gafas. Te mete en la cara del actor de un modo que las cámaras tradicionales no logran, y también te lanza dentro de las secuencias de acción. Es un negativo más grande —sirvió para North by Northwest, Vértigo, The Searcher. Tan antiguo como es, nunca debió pasar de moda. Y la idea es verlo enorme y a todo volumen, porque ahí es cuando cumple”.

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Fotograma de Leonardo DiCaprio y Benicio del Toro en ‘Una batalla tras otra’.
Warner Bros.

La búsqueda del escenario para el clímax también fue una especie de epifanía: “Sabíamos que nuestros protagonistas estaban en la carretera, en el desierto, y que ahí terminaría todo. Tras años de búsqueda, dimos con un tramo de carretera cerca de la frontera con Arizona que es un ‘río de colinas’. En cuanto lo vimos sentimos que era un regalo de los dioses del cine. Lo mejor es que le dio a Willa la oportunidad de tomar el control de su historia, de darle la vuelta a la dinámica de poder. Por eso funciona. Sí, es emocionante recorrer esas carreteras, pero el corazón de la escena es ella tomando las riendas”.

Envolviéndolo todo aparece la música de Jonny Greenwood, colaborador habitual de Anderson. “Jonny se involucra desde el principio. Tuvo el guion mucho antes y ya estaba componiendo, de modo que el reparto y el equipo podían escucharlo. Veíamos el material rodado con su música encima, y eso ayudaba a que todos sintieran el tono en el cuerpo. Ver una hora de coches en las colinas puede ser aburrido salvo que tengas detrás la música propulsiva de Jonny. También hubo pequeños regalos: una mañana escuché Dirty Work de Steely Dan camino al rodaje y se la puse. Le dije: ‘Creo que he encontrado tu tema principal’. Jonny siempre va dos pasos adelante, respondiendo al guion, a las imágenes. Su música es única, especial, y para mí es un lujo tremendo contar con su colaboración”.

Una batalla tras otra se levanta así como una obra total. Como una exploración íntima del vínculo entre padre e hija, un ensayo político sobre el radicalismo en Estados Unidos y, al mismo tiempo, un espectáculo cinematográfico de enorme escala. Anderson lo resume con una mezcla de modestia y certeza: “Nunca fue un reto. Fue un placer. Una alegría ir al rodaje y una emoción despertarse cada día”. Es sin duda el Oscar que la Academia de las artes le debe a Paul Thomas Anderson, la mejor película de la década.

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