¿Por qué el Imperio Romano tiene la culpa de que exista el turismo de masas?

El gran desafío de Roma en el siglo XXI es mantener su patrimonio y su identidad frente a la presión turística

Turismo de masas en la Antigua Roma - Cultura
Una imagen simbólica que combina el turismo de masas actual con el de la Antigüedad.
Artículo14/ Krea

La historia de Roma no solo se cuenta a través de sus emperadores, conquistas y monumentos, sino también a través de su papel como epicentro cultural y destino de viajeros de todas las épocas.

Durante más de dos milenios, la Ciudad Eterna ha atraído a millones de personas que han querido contemplar sus ruinas, admirar sus obras de arte y sumergirse en una atmósfera única. De los peregrinos medievales a los turistas actuales, Roma ha sentado las bases de lo que hoy llamamos turismo de masas.

Roma, capital del mundo antiguo y del arte

En la Antigüedad, Roma fue el corazón de un imperio que controlaba el Mediterráneo. Su poder político y económico se reflejaba en templos, foros, acueductos y anfiteatros que asombraban a quienes llegaban de las provincias más remotas.

Más tarde, con el cristianismo, la ciudad se convirtió en el principal centro de peregrinación de Europa. Atrajo a fieles que buscaban visitar las tumbas de los apóstoles y las reliquias sagradas.

Este flujo constante de visitantes consolidó a Roma como un destino internacional siglos antes de que existiera el concepto de turismo moderno.

El Grand Tour y la herencia cultural

Entre los siglos XVII y XIX, Roma se convirtió en una parada obligatoria del Grand Tour, ese viaje formativo que realizaban los jóvenes aristócratas europeos, especialmente, británicos, para completar su educación.

Vestales de Roma - Cultura
Restos de estatuas de la Roma Clásica en honor a las vestales.
Archivo

Artistas, escritores, filósofos y coleccionistas acudían a la ciudad para empaparse de la cultura clásica y del Renacimiento. Según la Guía literaria de Roma, autores como Goethe, Chateaubriand, Stendhal o Henry James consideraban a Roma una verdadera universidad al aire libre, donde cada calle ofrecía una lección de historia y arte.

Las crónicas de viajeros como Michel de Montaigne, que en 1580 emprendió un viaje por Italia, transmiten una imagen idealizada de Roma. Montaigne comparaba la ciudad con París y la daba por vencedora sin duda alguna. Destacó que sus ruinas eran testigos de una magnificencia que ni siglos de decadencia habían logrado extinguir. Este tipo de testimonios alimentó la curiosidad de generaciones posteriores, contribuyendo a que Roma se convirtiera en sinónimo de grandeza cultural.

Roma vista por escritores universales

Muchos autores dejaron constancia de sus impresiones sobre Roma. Goethe veía la ciudad como un laboratorio de aprendizaje; Chateaubriand, como un templo de inspiración; Stendhal, como un escenario para el romanticismo, y Rainer Maria Rilke, como un lugar donde la belleza y la melancolía convivían.

Otros se fijaron en elementos concretos. Mark Twain en San Pedro y el Coliseo, Herman Melville en las estatuas, Percy Bysshe Shelley en el Palazzo Cenci. Incluso Pedro Antonio de Alarcón, único español incluido en la Guía literaria de Roma, narró su experiencia en un momento clave para la unificación de Italia.

Roma, de la élite cultural al turismo masivo

Durante siglos, visitar Roma fue un privilegio reservado a la élite cultural y económica. Sin embargo, la apertura del transporte ferroviario en el siglo XIX y, más tarde, de los vuelos comerciales en el XX, democratizó el acceso. Lo que en tiempos del Grand Tour era una experiencia exclusiva, se transformó en una posibilidad para millones de personas. Las imágenes que antes circulaban en grabados y diarios literarios dieron paso a las postales, guías ilustradas y, en el siglo XXI, a las redes sociales, donde Roma sigue siendo uno de los destinos más fotografiados del planeta.

Selfie en el Coliseo de Roma - Sociedad
Una joven se toma un selfie en el Coliseo romano.
Shutterstock

Uno de los motivos por los que Roma sigue atrayendo turismo masivo es la densidad de su patrimonio. El Coliseo, el Foro Romano, el Vaticano, la Fontana di Trevi y la Plaza de España se concentran en un espacio relativamente reducido. Lo que facilita al visitante recorrer siglos de historia en pocos días. Esta concentración de iconos convierte a Roma en un imán para quienes buscan una experiencia intensa, aunque a veces esto implique aglomeraciones y pérdida de autenticidad.

A diferencia de otros destinos, Roma combina lo monumental con lo cotidiano. Sus plazas, mercados y cafés ofrecen una visión de la vida italiana que fascina tanto como sus ruinas. Sin embargo, esta accesibilidad también contribuye al turismo de masas, ya que no es necesario ser un experto en arte o historia para disfrutar de la ciudad. Basta con pasear por sus calles para sentirse parte de un escenario eterno, lo que refuerza el atractivo universal de Roma.

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