En El Jockey, presentada en la sección oficial del Festival de Venecia y posteriormente en San Sebastián, Úrsula Corberó deja atrás su imagen de estrella internacional de la televisión para entregarse por completo al cine de autor. La película, dirigida por el argentino Luis Ortega, es un retrato poético y desquiciado de un mundo en el que los caballos, el amor y la desaparición se entrelazan. Úrsula Corberó interpreta a Abril, una jinete que busca a su pareja, Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart), un legendario jockey caído en desgracia y envuelto en una espiral autodestructiva.
“El Jockey es una película que me emociona mucho. Ha sido una experiencia que me ha cambiado la vida”, afirmó la actriz durante la promoción. Úrsula Corberó ha descrito el rodaje como un proceso transformador, donde pudo experimentar una libertad creativa insólita en comparación con sus trabajos anteriores. Ortega, conocido por títulos como El Ángel o Caja Negra, es un director que empuja a sus actores al límite y busca la verdad en cada toma. Y Corberó respondió entregándose con valentía al desconcierto y la extrañeza que emanan de la película.

En el filme, los caballos no son solo animales: son presencias míticas, metáforas de deseo, violencia, miedo y redención. En ese universo alegórico, Abril es tanto una amazona como una sombra errante. Para interpretar ese papel, Úrsula Corberó debió montar, correr, caer, arrastrarse por el barro y sumergirse en una narrativa que evita lo literal. El resultado es una interpretación vibrante, que muchos críticos han calificado como la más madura y poderosa de su carrera.
“Yo soy bastante workaholic”, ha confesado la actriz en entrevistas recientes. “Y esta película me ha llevado a trabajar desde otro lugar, más interno, más físico también. Me enamoré de este cine. Ahora solo quiero que me llamen más directores de este tipo. Estoy disponible”.
Ese llamado explícito a los autores no es una pose. Úrsula Corberó, que ha sido imagen global de marcas, ha contado cómo participar en El Jockey le permitió alejarse de la exigencia de perfección y del marketing de la imagen. La intérprete explicó cómo actuar en inglés —sin dominar del todo el idioma— fue paradójicamente liberador. “Como no entendía todo, no me juzgaba tanto. Me soltaba más”. También apuntó que trabajar con Ortega le ayudó a conectar con emociones más crudas, menos domesticadas. “Era como actuar desde el estómago”.
La crítica ha elogiado sin reservas esa entrega. Variety la describió como una actuación “física, desesperada, hipnótica”. En Fotogramas resaltan su “poder animal” y la química crepuscular con Nahuel Pérez Biscayart. La película, en sí, ha dividido a la prensa entre quienes celebran su barroquismo y quienes la consideran un exceso sin contención. Pero nadie ha puesto en duda el impacto de Úrsula Corberó.
Esta experiencia también ha llevado a la actriz a reflexionar sobre las diferencias entre el cine español e internacional. “En Estados Unidos, fuera de Almodóvar, el cine español no se conoce mucho”, ha lamentado. Además, criticó el sistema de audiciones en Hollywood, donde se piden pruebas sin compromiso, lo que considera “psicológicamente agotador”. Frente a eso, valora más que nunca los rodajes que permiten procesos artísticos largos, pacientes y colaborativos.
Sobre el trabajo con Nahuel Pérez Biscayart —ganador de un César y actor de culto en Europa—, Úrsula Corberó ha dicho que fue “una bendición”. Y sobre Luis Ortega, que es “un director salvaje, pero también muy poético. Me llevó a lugares que no sabía que podía explorar como actriz”.

El Jockey no es una película fácil. Se adentra en el lodo de las pasiones humanas, evita el realismo plano y apuesta por una estética entre la fábula y la pesadilla. Pero precisamente por eso, supone una afirmación clara de que Úrsula Corberó está lista para nuevos desafíos. “Lo único que quiero ahora es seguir haciendo cine así. Que me llamen los que tengan algo que decir”.