Hay lugares que parecen suspendidos entre el mar y el cielo. Luarca, en la costa occidental de Asturias, es uno de ellos. Sus casas blancas se descuelgan por la ladera como un racimo luminoso que desemboca en el puerto, y su historia late al ritmo de las mareas, del sonido de las redes y del olor a salitre. Pero si algo convierte a esta villa en un lugar único es su cementerio. Uno de los más bellos de España, asomado al Cantábrico como si quisiera conversar con el horizonte.
El puerto de Luarca: la vida que nace del mar
El corazón de Luarca late en su puerto, donde la vida marinera sigue marcando el pulso de las jornadas. Las barcas regresan cada mañana cargadas de merluza, pulpo o pixín, y los restaurantes del muelle ofrecen ese desfile de sabores frescos que solo puede entender quien ha probado el mar recién salido del agua.
En las terrazas se mezclan los vecinos que charlan sobre el tiempo con los viajeros que buscan la calma en un plato de arroz con bugre o una cazuela de marisco. A su alrededor, las fachadas encaladas y las persianas de colores parecen proteger un secreto: que Luarca es, antes que nada, una manera de mirar el mundo.

Desde el puerto, las calles del barrio de La Pescadería serpentean entre casas antiguas y balcones floridos. Es una zona donde el pasado aún respira. Basta escuchar las conversaciones en voz baja, el sonido de las cuerdas, el tintineo de los utensilios de pesca. Todo parece igual que hace un siglo. Allí comienza un recorrido que, más que turístico, es emocional: el ascenso hacia la Atalaya, donde el pueblo se transforma en silencio y perspectiva.
La subida a la Atalaya: el viaje hacia las alturas
La Atalaya es mucho más que un punto geográfico. Es la parte más alta de Luarca, un promontorio que mira al mar con solemnidad y que guarda uno de los conjuntos paisajísticos más extraordinarios del norte de España. El camino que sube desde el puerto atraviesa callejuelas estrechas y empinadas, con muros cubiertos de musgo y escaleras que parecen cinceladas en la roca.
A medida que se asciende, la villa se va desplegando bajo los pies. El rumor del puerto se hace más lejano y aparece un paisaje de tejados, barcos diminutos y acantilados que rompen contra el Cantábrico. Es un paseo breve, pero intenso. En pocos minutos, el viajero cambia el bullicio de las redes por el sonido del viento y el murmullo del mar golpeando la costa.
@belenchi_1983 Guárdalo y visítalo.🔐 | 𝑴𝑰𝑵𝑰 𝑮𝑼𝑰́𝑨 𝑫𝑬 𝑳𝑼𝑨𝑹𝑪𝑨| Sígueme para más planes 🏘️ 📍Luarca es un pueblo costero situado en el occidente de Asturias, concretamente en el 𝗰𝗼𝗻𝗰𝗲𝗷𝗼 𝗱𝗲 𝗩𝗮𝗹𝗱𝗲́𝘀, en el que se combina la belleza natural con elementos históricos. 📝Si vas a visitarla, toma nota de estos imprescindibles: 🔹 Disfruta de su 𝗖𝗮𝘀𝗰𝗼 𝗛𝗶𝘀𝘁𝗼́𝗿𝗶𝗰𝗼: Plaza Alfonso X el Sabio, Casa de los Marqueses de Gamoneda, el Ayuntamiento, kiosko de la música, Casino e Iglesia de Santa Eulalia. 🔹Recorre el 𝗣𝘂𝗲𝗿𝘁𝗼 𝗣𝗲𝘀𝗾𝘂𝗲𝗿𝗼: es uno de los lugares más pintorescos de la ciudad con sus barcos de pesca tradicionales. 🔹Pasea por el 𝗕𝗮𝗿𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗮𝗺𝗯𝗮𝗿𝗮𝗹: barrio tradicional con calles empedradas y estrechas, casas de colores y un ambiente tranquilo y acogedor. 🔹Junto a este barrio se encuentra la 𝗠𝗲𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗠𝗮𝗿𝗲𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀. 🔹Disfruta de las impresionantes vistas al Cantábrico desde 𝗙𝗮𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗔𝘁𝗮𝗹𝗮𝘆𝗮, 𝗘𝗿𝗺𝗶𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗿𝗴𝗲𝗻 𝗕𝗹𝗮𝗻𝗰𝗮 y 𝗖𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼 𝗯𝗹𝗮𝗻𝗰𝗼 uno de los más bonitos de Asturias. 🔹Visita el 𝗠𝘂𝘀𝗲𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗮𝗹𝗮𝗺𝗮𝗿. 🔹Cruza el 𝗣𝘂𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗲𝗹 𝗯𝗲𝘀𝗼 y su bonita leyenda de piratas. 🔹Callejea por 𝗟𝗮 𝗣𝗲𝘀𝗰𝗮𝗱𝗲𝗿𝗶́𝗮: Típico barrio de pescadores y sube hasta el Mirador del Chano y Ermita de San Roque y San Martín. 🔹No te pierdas el 𝗝𝗮𝗿𝗱𝗶́𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗙𝗼𝗻𝘁𝗲 𝗕𝗮𝗶𝘅𝗮: cuenta con una gran variedad de plantas y flores. 🔹Disfruta de las 𝗣𝗹𝗮𝘆𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗟𝘂𝗮𝗿𝗰𝗮. 🔹No te olvides de visitar las 𝗖𝗮𝘀𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗮𝗻𝗼𝘀. 🔹 Toma unos culines de 𝘀𝗶𝗱𝗿𝗮 en la zona del puerto para después saborear la 𝗴𝗮𝘀𝘁𝗿𝗼𝗻𝗼𝗺𝗶́𝗮 𝗹𝗼𝗰𝗮𝗹 en los numerosos restaurantes de la localidad. ✨Y a tí ¿Qué es lo que más te gusta de Luarca? 💬❤️💾📲 | @𝗕𝗲𝗹𝗲𝗻𝗰𝗵𝗶_𝟭𝟵𝟴𝟯 . . . #belenchi_1983 #Luarca #Lluarca #Lluarca #puertopesquero #barriodecambaral #mesademareantes #farodeluarca #museodelcalamar #puentedelbeso #jardindelafontebaixa #pueblosmarinerosenasturias #pueblosasturianos #pueblosconencanto #planesenasturias #planesengijon #planesconniños #addicted_to_asturias #turismoasturias #asturiasparaisonatural
Al final del recorrido, emerge la ermita de la Atalaya —también llamada de Nuestra Señora la Blanca—, un templo sencillo que mira al océano desde hace siglos. Su historia se mezcla con la de los marineros que aquí venían a rezar antes de salir a faenar. Frente a ella, el faro de Luarca ilumina las noches de temporal y marca el límite entre la tierra y el infinito.
El cementerio más bonito de España
Justo al lado de la ermita se encuentra el cementerio de Luarca. Y no es una exageración decir que es uno de los más hermosos del país. Situado sobre el acantilado, es un lugar de paz y de belleza pura. Las tumbas, blancas y sobrias, se alinean mirando al mar, como si los que descansan aquí siguieran vigilando las aguas donde un día navegaron.

Desde lo alto, la vista es sobrecogedora. El puerto parece un dibujo, las olas rompen contra las rocas y el horizonte se funde con el cielo. No es difícil entender por qué este cementerio ha sido considerado uno de los más impresionantes de Europa. Aquí reposan figuras ilustres como Severo Ochoa, el premio Nobel de Medicina nacido en Luarca. Pero también generaciones enteras de familias marineras, pescadores anónimos y viajeros que hicieron del Cantábrico su último destino.
Caminar entre sus panteones es recorrer la memoria del pueblo. Las lápidas hablan de naufragios, de amores, de esperanzas y de regresos. Algunas están cubiertas de flores silvestres; otras se asoman directamente al vacío, desafiando el viento. Es un lugar para pensar, para detenerse, para mirar sin prisa. Un mirador sobre la vida y la muerte.
Miradores, faro y regreso al puerto
Junto al cementerio se levanta el faro de Luarca, visible desde buena parte del litoral. Su luz ha guiado durante generaciones a los barcos que se acercaban a la villa y hoy ofrece una de las panorámicas más impresionantes de Asturias. Desde allí, la costa se extiende en una sucesión de acantilados, playas escondidas y praderas verdes que caen sobre el mar.

El descenso hacia el puerto puede hacerse por otro camino, rodeando el promontorio para disfrutar de las vistas desde distintos ángulos. En días despejados, el color turquesa del agua contrasta con los tonos grises de las rocas y el blanco de las casas. Es una de esas imágenes que uno guarda en la memoria mucho tiempo después de haber regresado a casa.
De vuelta al muelle, los bares comienzan a llenarse de nuevo. Suena una radio, un camarero limpia vasos, los niños juegan cerca de las redes. La vida cotidiana continúa. Pero algo ha cambiado: el visitante que ha subido hasta la Atalaya ha visto el otro rostro de Luarca, el que combina la belleza y la quietud, la historia y la eternidad.