Monarquía belga

Delphine de Bélgica: la compleja historia de la princesa “escondida” sin derecho al trono

La artista es la hija ilegítima del rey Alberto II y, aunque fue reconocida judicialmente, se le niegan algunos privilegios reales. Ella transforma en arte su rebeldía

La princesa Delphine de Bélgica
EFE/EPA/OLIVIER MATTHYS

Si repasamos la biografía de Delphine, hija ilegítima del rey Alberto II de Bélgica y la baronesa Sybille de Sélys Longchamps, contiene todos los elementos para transformarla en un hermoso cuento belga que transcurre entre las nieblas del norte, castillos medievales, príncipes y secretos cuyo eco corrieron en su tiempo por los pasillos. Por tradición, los relatos en este país no suelen acabar con un final claro o feliz. Tampoco el de la princesa Delphine, una artista que deja sus obras secreten los dolores que su boca calla.

La historia arranca en los salones dorados de la aristocracia europea. Sybille de Sélys Longchamps, nacida en 1941 en una refinada familia, se había casado con Jacques Boël, magnate de la industria del acero, en una unión más ventajosa que pasional. También la boda de Alberto, entonces príncipe de Lieja y hermano menor del rey Balduino, y la princesa italiana Paola Ruffo di Calabria pudo ser por responsabilidad monárquica, a pesar de los hijos que fueron llegando: Felipe (el actual rey), Astrid y Laurent. En plena crisis matrimonial, Alberto y Sybille sintieron una sacudida tan fuerte que decidieron abrir paso al amor, sin sopesar que estaban a punto de iniciar el mayor escándalo monárquico de la historia reciente del país.

De esta relación sentimental extramatrimonial y duradera nació en 1968 Delphine. Aunque la mantuvieron escondida, siempre fue un secreto a voces en los remilgados círculos aristocráticos de Bruselas. Fue inscrita inicialmente como hija de Jacques Boël, de quien acabó divorciándose varios años después. Según las crónicas que desde entonces han ido reescribiendo la historia, Alberto II no podría haberse divorciado sin quebrar la institución, por lo que Paola y él decidieron darse una segunda oportunidad, finiquitando así su romance con la baronesa. Esta, leal a su educación, crio a su hija lejos de escándalos y con exquisita ternura. Su silencio fue una forma de proteger al futuro rey y también a Paola, su esposa legítima.

Sybille siempre tuvo claro que ni ella ni el fruto de su amor tenían cabida en ese otro mundo, pero quiso que su hija supiese quién era su padre y la apoyó en su lucha por ser reconocida. Tras negarse repetidamente a hacerse una prueba genética, Alberto II fue obligado por los tribunales belgas en 2019. La prueba confirmó la paternidad y en 2020 Delphine fue reconocida oficialmente como princesa de Bélgica, con el apellido de Sajonia-Coburgo-Gotha, el de la familia real belga. Tiene también derecho a ser llamada Su Alteza Real, pero está excluida de la línea de sucesión al trono y, al contrario de los hijos de Alberto II, no cobra ninguna manutención por parte de la Corona.

Recientemente, fue entrevistada en el podcast It’s Reigning Men, donde se identificó con el príncipe Harry, el hijo menor de Carlos III. Otra forastera en su propia familia, aunque, en su caso, no por sus propios méritos. Confesó que, de alguna manera, no consigue aliviar su sensación de abandono, a pesar de que desde enero de 2020 fue integrándose paulatinamente en la Casa Real belga y participando en actividades oficiales y protocolarias. Dice que la relación con sus hermanos de padre es “cálida, respetuosa y constructiva” y entiende lo complejo que es normalizar una situación que de por sí es anómala.

La princesa ha encontrado en el arte el modo creativo y más saludable mentalmente de curar heridas. Es una artista colorista y siempre con mensaje, como esos cuentos belgas sin final feliz. Desde la pintura, el vídeo, la escultura y el neón, sus obras son vibrantes, lúdicas y peculiares. “Son capaces de inspirar con cariño a los desposeídos, a la vez que devuelven abruptamente a la realidad a los poderosos y orgullosos”, describe en una de sus exposiciones.

En octubre de 2020, unos días después de que el Tribunal de Apelación de Bruselas reconociera legalmente su filiación, fue presentada oficialmente a su padre y a la reina Paola en el Castillo de Belvédère, en Bruselas. “Se ha abierto un nuevo capítulo”, afirmaba el comunicado de prensa de Palacio. Unos lo definieron como “hermosa y religiosamente equilibrado”. Otros dijeron que era “asombroso”. Y los más románticos advirtieron en ese final pretenciosamente feliz un cuento de hadas tan cruel que deslumbraba con su imagen radiante y a la vez engañosa.

El comunicado continuó con un registro casi espiritual: “Tras la turbulencia, las heridas y el sufrimiento, llega la hora del perdón, la sanación y la reconciliación. Este es el camino, paciente y a veces difícil, que hemos decidido recorrer juntos con determinación. Estos primeros pasos abren el camino que ahora nos toca recorrer en paz”. Delphine, sin embargo, va necesitando su tiempo. Mientras, se desahoga en el lienzo coloreando y dando forma a cada emoción o escribiendo extravagantes poemas en inglés durante sus largas noches de insomnio. Durante el proceso legal y de negación, tuvo momentos de desesperación radical que plasmó en obras provocativas, tronos y coronas con sus contornos caricaturizados, exuberantes y punks. Le habría bastado un simple gesto, que no llegó, para frenar su batalla legal.

No deja de preguntar qué son los lazos de sangre. “¿Existe ese poder? Sin duda existe. Pero un vínculo fuerte no implica necesariamente que vayamos a amar. Se trata de avanzar hacia el conocimiento, que no tiene nada que ver con el amor”, declaraba recientemente en una entrevista con Paris Match. Poco a poco, se va conciliando con su historia y hoy su mirada artística es mucho más madura, aunque sin dejar atrás la infancia maltratada. Ana Finel Honigman, crítica de arte estadounidense que ha seguido su obra desde 2008, reflexionó ante una de sus exposiciones: “La luz del sol es el mejor desinfectante. Al plasmar sus ansiedades y las reservas de los demás en papel, lienzo y tela, Delphine crea un arte electrizante que celebra la honestidad radical y el poder de rechazar el estigma interno”.