Hermès vive un momento de cambio significativo. Véronique Nichanian, directora artística del prêt-à-porter masculino durante 37 años, ha anunciado su salida de la casa, una decisión que pone fin a una de las trayectorias más largas y estables en la historia reciente del sector. De hecho, según ha adelantado Vogue, su última colección se presentará en enero de 2026 durante la Semana de la Moda de París.
Nichanian se incorporó a Hermès en 1988, invitada por Jean-Louis Dumas, y desde entonces ha construido una identidad creativa que ha definido la elegancia masculina de la maison. Su estilo discreto, refinado y profundamente artesanal consolidó el ADN de la casa en torno al lujo silencioso, una noción que se aleja de la ostentación y pone el foco en la calidad y el detalle. Su permanencia fue una rareza que simbolizó la estabilidad de Hermès.
Su salida plantea ahora una pregunta crucial: ¿qué significa para la marca perder a una figura que representaba tanto la coherencia estética como la continuidad cultural? En primer lugar, existe el riesgo de que el relevo creativo provoque una ruptura de identidad. El hombre Hermès, ese cliente que confía en la discreción y la excelencia atemporal, podría percibir el cambio con cierta cautela. Pero también puede ser una oportunidad. El final de esta etapa abre la posibilidad de una renovación controlada, de reforzar los códigos clásicos de la casa adaptándolos a un público nuevo sin traicionar su herencia.
Hermès afronta este momento desde una posición de fuerza. A diferencia de otras firmas de lujo sacudidas por los relevos creativos, mantiene una salud financiera envidiable. En los primeros meses de 2025 reportó un sólido crecimiento, y su reputación como marca independiente y paciente sigue siendo su mayor activo. Esa solidez le permite gestionar la transición sin urgencia y con un margen de maniobra poco habitual en la industria.
El impacto real de la marcha de Nichanian dependerá, en buena medida, de quién la suceda. La elección de un nuevo director creativo marcará el tono de la nueva etapa. Hermès deberá equilibrar respeto y renovación; comunicar que el legado se mantiene, pero que la marca no se estanca. Un relevo acertado puede reforzar su prestigio y confirmar su capacidad para evolucionar sin perder autenticidad.
Para el mercado, la noticia llega en un momento de transformaciones en la moda masculina. El público valora la artesanía, pero también la innovación. Hermès tiene la oportunidad de reafirmar su liderazgo como bastión del lujo silencioso, manteniendo su distancia del marketing ruidoso y de las colaboraciones fugaces que caracterizan a otras marcas.
La última colección de Véronique Nichanian, prevista para enero, se perfila como un cierre simbólico. Será un adiós cargado de significado, no solo para ella, sino para toda la maison, que verá desfilar por última vez el equilibrio entre tradición, elegancia y serenidad que definió casi cuatro décadas de su historia.
La marcha de Nichanian es el final de una era en la que Hermès construyó su identidad masculina sobre la constancia. Si la casa sabe mantener ese legado y convertir el cambio en una demostración de continuidad, su reputación, además de permanecer intacta, saldrá reforzada.