“¿Pero qué les pasa a los hombres?”. La pregunta flota en cenas entre amigas, en hilos de Twitter, en memes de TikTok. No es ni mucho menos un lamento aislado. Detrás está el denominado “heterofatalismo”, acuñado por Asa Seresin en 2019. El término describe el pesimismo, la frustración y la desesperanza de muchas mujeres heterosexuales ante las relaciones con hombres.
“Los hombres buscan mujeres que ya no existen y las mujeres hombres que aún no existen”, sentenciaba el demógrafo Albert Esteve con una frase. Una especie de desfase histórico que convierte el baile de las relaciones en una coreografía imposible.
Del “quiero verte” al silencio absoluto
En la práctica, el heterofatalismo no es otra cosa que el cúmulo de experiencias que se repiten una y otra vez: citas que parecen ir bien, conversaciones fluidas, señales de interés por parte de ambas partes y whatsapp con un “quiero verte” que sin embargo, nunca termina de llegar. Días sin respuesta, silencios, ghosting de manual.
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Cuando reaparecen, muchos hombres lo hacen con un mensaje ya conocido: “No estoy preparado para algo serio” o “me genera ansiedad empezar una relación” o “no te hagas ilusiones” incluso a pesar de no haber hablado de compromiso, pero la reacción es la misma, una retirada inmediata. Este patrón deja a las mujeres en una posición de perseguidoras involuntarias. Ellas esperan una respuesta emocional a la altura y ellos desaparecen dejando un rastro de incomprensión y confusión a su paso.
El peso invisible de cuidar la relación
El heterofatalismo no solo afecta a la etapa del dating, sino que también está instaurada en las relaciones estables y matrimoniales. El desasosiego ante las reacciones de muchos hombres lleva a muchas mujeres a cargar mentalmente con el cuidado de la relación. La escritora Jean Garnett lo resume en The New York Times, “la mujer exige, y él se aleja”. La falta de comunicación, la ambigüedad y la retirada constante acaban configurando un paisaje emocional agotador.

Esta desigualdad en los cuidados abarca las relaciones sexuales y la llamada brecha orgásmica, en la que el 95% de los hombres heterosexuales llegan al orgasmo cuando mantiene relaciones sexuales frente al 65% de en el caso de las mujeres heterosexuales.
Si en la cama hay desigualdad, fuera de ella también: el estudio ‘Desajustes en la búsqueda de pareja: educación y valores de género en el mercado matrimonial español’, confirma el 15% de las mujeres que quieren emparejarse tendrían que renunciar a estar con un compañero que crea en la igualdad o tenga su mismo nivel de educación.
En la otra cara de la moneda, muchos hombres aluden a la presión por cumplir con un estándar de “heterosexualidad funcional” donde sentir deseo (y sentirse deseado), emocionalmente disponibles, económicamente estables, sexualmente activos… supone una cuesta arriba que no siempre se sienten capaces de asumir. El informe presentado por la Fundación Fad Juventud (FAD) expone ampliamente los diferentes tipos de masculinidades hegemónicas que se perfilan desde temprana edad que dificultan el desarrollo de los hombres adultos.
Entre el desencanto, el meme y la soltería
El fenómeno del descencanto heterosexual da para mucho. Las redes sociales lo han convertido en materia prima para el humor y la ironía. Abundan los memes y las cuentas con ejemplos de heterofatalismo. En todas ellas subyace la pregunta ¿ha colapso la relación heterosexual tal y como la conocemos? Si los roles de pareja son otros, las reglas del juego también.
El estudio de Morgan Stanley proyecta que para el año 2030, el 45% de las mujeres en edad laboral principal en EE UU estarán solteras. No significa renunciar ni al amor, ni a tener hijos. En este escenario, el heterofatalismo no es solo un diagnóstico irónico para compartir en redes: es un síntoma de algo más profundo.
El desencanto no siempre nace del desamor, sino del cansancio de sostener vínculos que no se sostienen solos. Mientras algunos hombres siguen intentando encajar en un molde que no eligieron y muchas mujeres se replantean qué esperan de una relación, crece la sensación de que quizá el final de la historia no sea la pareja tradicional, sino una diversidad de vínculos más libres y conscientes.