A veces, cuando Zendaya entra en un sitio, no hay que preguntarse qué lleva, sino quién es. La respuesta este primer lunes de mayo fue clara: era el eco elegante de un pasado que sigue pisando fuerte, una Bianca Jagger reencarnada con gesto de siglo XXI y coreografía de pasarela. La Met Gala tiene esa cosa de baile de máscaras donde los disfraces cuestan miles y los silencios también. Pero Zendaya no se disfrazó de nada: fue ella sin fisuras.
Pharrell Williams, director creativo de Louis Vuitton para hombre, fue el sastre de esta historia. Con manos de DJ y corazón de diseñador, construyó para ella un zoot suit blanco de tres piezas que parecía sacado de una postal de Harlem en los años treinta y al mismo tiempo, de una película futurista rodada en París.

El blazer entallado, el chaleco ceñido, la camisa de seda impecable, la corbata perfectamente anudada y los pantalones acampanados que bailaban con el suelo componían una silueta que hablaba de poder. Encima, el sombrero (uno de esos que no se llevan si no se sabe llevar); un guiño a una moda negra que durante décadas se inventó a sí misma en los márgenes, mientras el mundo blanco tomaba nota con retraso.

El tema de la gala era Sleeping Beauties: Reawakening Fashion, y dentro de eso, el código de vestimenta decía The Garden of Time. Pero Zendaya no llevaba flores, sino historia. Y cuando el tiempo florece, uno se da cuenta de que los estilos olvidados no son errores, sino pausas.
Llevaba un bolso Speedy con incrustaciones de perlas, una pieza que parecía la extensión lógica de sus dedos, y joyas de Bulgari que ni brillaban más ni menos que el anillo que relucía en su mano izquierda. Porque ahí estaba el otro gran titular, el que la moda no puede tapar del todo aunque lo intente: Zendaya está comprometida con Tom Holland.
La prensa habló del homenaje a Bianca Jagger en Studio 54, de la silueta masculina reinterpretada con sensualidad femenina, de los tonos monocromos que convertían su presencia en una aparición. Pero todo eso se queda corto. Es la novia del tiempo porque lo atraviesa, lo decora, lo encarna. Y lo lleva puesto.
Y así, entre perlas, telas y promesas, la Met Gala 2025 tuvo su gran momento.