Catherine Connolly asumió este martes la Presidencia de la República de Irlanda en una ceremonia en el Castillo de Dublín, convirtiéndose en la décima jefa de Estado del país y en la tercera mujer en ocupar el cargo. Su investidura, marcada por un discurso integrador y crítico, quiere marcar una nueva etapa política para una Irlanda que, según sus propias palabras, “ha experimentado cambios sísmicos desde el fin de la Guerra Fría”.
Connolly, de 68 años, llegó al cargo tras una victoria aplastante sobre la candidata democristiana Heather Humphreys, del Fine Gael. Su triunfo se percibe como una sacudida al tradicional bipartidismo de centroderecha, que ha dominado la política irlandesa desde la independencia. Aunque la presidencia irlandesa tiene un papel fundamentalmente representativo, su peso simbólico es enorme, y Connolly ha prometido ejercerlo con “dignidad, determinación y coraje”.
Discurso con propósito
Durante su discurso inaugural en el Salón de San Patricio, Connolly inició con una nota distendida: “Podemos respirar y relajarnos un poco ahora”. Pero rápidamente dio paso a un mensaje profundo y cargado de sentido político: “Me presento ante ustedes con humildad y orgullo como la décima presidenta de este hermoso país. El pueblo ha hablado y ha otorgado a su presidenta un poderoso mandato para articular su visión de una nueva república”.
Esa nueva república, explicó, debe ser una en la que “todos sean valorados y la diversidad sea celebrada; donde se implementen soluciones sostenibles con urgencia y donde la vivienda sea un derecho humano fundamental”. Consciente del clima social, económico y ambiental que enfrenta Irlanda, Connolly advirtió que “en 2025 afrontamos la amenaza existencial del cambio climático y de las guerras en curso”, problemas que, subrayó, “están inextricablemente ligados”.
Recordó que “165 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares por la guerra, el hambre y el cambio climático”, e instó a la reflexión colectiva sobre “cómo vivimos e interactuamos con nuestro mundo y entre nosotros”.

Continuidad y ruptura
La nueva presidenta toma el relevo del veterano laborista Michael D. Higgins, quien tras catorce años en el cargo consolidó una figura moral y cultural de enorme prestigio. En su discurso, el Taoiseach (primer ministro) Micheál Martin describió la jornada como “un día feliz y trascendental” para Connolly y su familia, y expresó confianza en que “servirá al país con excelencia”.
Sin embargo, Connolly también representa una ruptura con la moderación institucional que caracterizó a Higgins. De perfil claramente izquierdista, ha criticado con dureza la “militarización creciente” de la Unión Europea y el “discurso belicista” de la OTAN, llegando a comparar el aumento del gasto armamentístico alemán con “la situación de los años treinta”. Asimismo, su defensa de la causa palestina y su afirmación de que Hamás forma “parte del tejido social del pueblo palestino” han generado controversia entre sectores conservadores y aliados europeos.
Un compromiso con la unidad y la paz
Pese a sus posturas firmes, Connolly destacó su deseo de visitar pronto Irlanda del Norte y de “fomentar un diálogo inclusivo y abierto en toda la isla que reconozca nuestras similitudes y respete nuestras diferencias”.
En este sentido, citó el artículo 3 de la Constitución irlandesa, que expresa “el firme deseo del pueblo de una Irlanda unida por consentimiento”.
También elogió el Acuerdo de Viernes Santo, calificándolo de “modelo de resolución pacífica de conflictos”, y reafirmó el valor de la neutralidad irlandesa, que —dijo— otorga al país una posición privilegiada “para liderar soluciones diplomáticas alternativas a la guerra”.

Connolly aprovechó la ceremonia para rendir homenaje a la diáspora irlandesa: “En todos los continentes, nuestros emigrantes han puesto su ingenio y trabajo al servicio de nuevas patrias, pero han conservado su amor por Irlanda”.
“Catalizador del cambio”
Nacida en una familia trabajadora de Galway, Connolly se formó como psicóloga y abogada antes de iniciar su carrera política. Fue concejala y alcaldesa de Galway, diputada independiente desde 2016 y vicepresidenta del Parlamento irlandés en 2020.
Su trayectoria combina el activismo social con un estilo directo y combativo. Sus partidarios la comparan con figuras como Bernie Sanders o Jeremy Corbyn, mientras que sus detractores la ven como una política radical y dogmática.
En su discurso de cierre, Connolly resumió su propósito: “El presidente debe ser una figura unificadora, una mano firme, sí, pero también un catalizador del cambio”. Con esas palabras, la nueva presidenta dejó claro que su mandato no se limitará a la representación formal: aspira a convertir la Presidencia irlandesa en un espacio de voz, reflexión y transformación.
Su desafío, a partir de ahora, será lograr que esa “nueva república” que promete —una más justa, solidaria y consciente del planeta— encuentre eco en toda Irlanda.

