Ursula von der Leyen busca unidad en la tregua comercial, pero tropieza en casa. Bruselas ha iniciado este martes el proceso para suspender temporalmente -en principio, durante seis meses- las represalias comerciales contra Estados Unidos.
Lo hace tras firmar un acuerdo que limita al 15 % los aranceles a la mayoría de productos europeos y mientras Donald Trump lanza un nuevo órdago: si la Unión Europea no cumple con la inversión de 600.000 millones de dólares pactada, impondrá un arancel del 35 % a las importaciones comunitarias. La advertencia del magnate saltó la tarde de este martes después de considerar que la inversión europea es un “regalo” con el que su Gobierno “puede hacer lo que quiera”.
En Bruselas se intenta mantener la calma, pero crece la sensación de que el bloque está navegando sin ritmo. La Comisión asegura que la decisión de suspender durante seis meses las represalias fue acordada por los 27 Estados miembro y que no espera sorpresas en su aprobación formal. “No vemos razones para que ningún estado no avale esta medida”, insistían fuentes comunitarias antes de que Trump lanzara su nueva amenaza arancelaria.

Con acuerdo, pero sin fotografía de unidad
Ursula von der Leyen, impulsora del acuerdo, acumula críticas desde que se anunció el pacto. El primer ministro francés, François Bayrou, fue uno de los primeros en cuestionarlo abiertamente. Pedro Sánchez también se mostró escéptico. Esta semana se ha sumado Alemania. El ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, ha calificado el pacto de “débil” justo antes de volar a Washington, en una ruptura pública con la línea que Berlín había mantenido hasta ahora.
Lo cierto es que el anuncio de Donald Trump ha terminado de enturbiar un proceso que ya nacía con fisuras. Si algunos gobiernos europeos mantenían dudas sobre la posibilidad de suspender las represalias comerciales, la amenaza explícita de imponer un arancel del 35 % en el caso de que la UE no cumpla con su inversión en Estados Unidos no hace más profundizar esa brecha. Y lo que para Bruselas era una medida de distensión, podría convertirse ahora en un gesto políticamente inasumible para varios Estados miembro.
Malestar creciente en las capitales
La Comisión ha tenido que salir al paso. “Nos ha sorprendido bastante escuchar esta declaración del ministro alemán”, admitió este martes Olof Gill, portavoz de Comercio del Ejecutivo comunitario. Recordó que todos los Estados, incluida Alemania, respaldaron el acuerdo. Y ante las críticas, volvió a blindar el acuerdo como garante de “estabilidad” y único pacto capaz de evitar una “guerra comercial”.
El pacto rebaja del 30 % al 15 % los aranceles estadounidenses a los productos europeos y establece un sistema de “arancel cero” –zero-for-zero tariffs– para determinados sectores estratégicos. También compromete a la UE a una serie de compras en EE UU por valor de 750.000 millones de dólares -incluidos gas, petróleo, energía nuclear y chips de inteligencia artificial- y a invertir 600.000 millones en la economía norteamericana. Washington, por su parte, se reserva el derecho de aplicar un arancel superior al 15 % en aquellos productos donde ya exista uno más elevado.
El Ejecutivo comunitario defiende que el acuerdo es “el mejor disponible”, pero lo cierto es que en las capitales no hay euforia. En Bruselas se admite que aunque no se gana, no se pierde tanto como quería Trump. La frase resume el estado de ánimo: resignación estratégica.
Riesgos económicos y división política
El proceso de suspensión de represalias, iniciado ayer, debe ser ratificado por los 27. Aunque el consenso formal existe, el malestar político puede enturbiar el trámite. Las negociaciones con Washington, aseguran en Bruselas, han cambiado “fundamentalmente” el enfoque: “Otros están en una posición mucho peor”, repiten.

Lo cierto es que muchas cuestiones clave siguen abiertas. La Unión Europea espera que en las próximas horas se confirme la exclusión de productos como el vino y los licores del nuevo régimen arancelario. Y también se espera, aunque sin marcar todavía fecha en el calendario, una rueda de prensa conjunta entre la UE y Washington. La idea es explicar todas las garantías que incluye el acuerdo.
Francia y Alemania coinciden en el diagnóstico: la UE ha cedido demasiado. Y la presidenta de la Comisión acumula un nuevo desgaste. No solo por lo firmado, sino por lo que todavía queda por asumir.
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