En la famosa maternidad Tenon, en el Este parisino, nació un diciembre de 1915 la cantante Edith Piaf. Hoy, la música que se escucha en la entrada de este hospital universitario es otra, entre silbatos, tambores y música de fanfarria que claman por una nueva política y la dimisión del presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Justo el día en el que el nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, fiel colaborador de Macron, juraba su cargo se hacía un llamamiento nacional de bloqueos de autopistas y manifestaciones para demostrar el descontento social con la prolongación de “una política liberal contra el pueblo”, según los activistas. Y es que tras la caída del anterior ‘premier’, François Bayrou, la mitad de los franceses deseaba que Macron dimitiese de acuerdo con una encuesta realizada para el medio Challenges.

Hablan las francesas
“Nos ha prometido todo: una ley integral para defender a las mujeres, un presupuesto a la altura. Pero no ha cumplido con nada“, se lamenta Josée, de 78 años, treinta de los cuales implicados en la lucha por los derechos de las mujeres. La crítica dirigida a Macron se justifica por los compromisos que él asumió desde 2017, cuando declaró la igualdad de género como gran causa nacional de su primer mandato. Ocho años después, disminuir la deuda de Francia y fomentar la militarización se convirtieron en las prioridades del Gobierno desde que el convocase legislativas anticipadas en junio de 2024.

Primero, de manos del conservador Michel Barnier (Republicanos), que traía en la maleta la experiencia de haber negociado el Brexit en la Comisión Europea pero, en Francia, le valió de poco: su mandato de tres meses no sobrevivió a una moción de censura en el Parlamento. Después fue la vez del centrista François Bayrou. Durante nueve meses, puso todas sus fuerzas para aprobar unos recortes de 44.000 millones de euros en el presupuesto, antes de caer este lunes ante una moción de confianza presentada por él mismo.
¿Nuevos chalecos amarillos en Francia?
La ola de bloqueos en los transportes, carreteras y escuelas, sin vínculos explícitos con partidos políticos ni sindicatos, movilizó a unos 80.000 policías en el territorio nacional. Aunque encuestas apuntan que un 70% de los participantes son electores de la izquierdista La Francia Insumisa (LFI), el acercamiento al “establishment” es visto con desconfianza. Este movimiento embrionario evoca, en algunos aspectos al de Chalecos Amarillos de 2018: un movimiento apartidario que empezó espontáneamente a organizarse por las redes sociales. Ignorado por el presidente Macron, acabaría ganando proporciones gigantescas, muchas veces violentas y rentabilizada por la ultraderecha.

Por su parte, los sindicatos convocaron una huelga general para el próximo 18 de septiembre. En la mira de ambos movimientos están los recortes en áreas como la sanidad pública y la educación.
Este miércoles soleado en París, generaciones de mujeres se muestran temerosas del retroceso en las políticas sociales. Es el caso de Camille, de 25 años, jurista en una asociación y vecina de Seine Saint-Denis, una región de las más pobladas de la periferia de la capital. Ella asiste con inquietud los anuncios antiimigración del Gobierno y los retrasos en los fondos públicos para asociaciones. “Eso afectará la asistencia a mujeres víctimas de violencia, sobre todo aquellas que pueden verse en situación irregular”.
Ante tantos recortes, la militarización es uno de los puntos de conflicto para los manifestantes. Sébastien Lecornu, tres años al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas, logró negociar el aumento del presupuesto militar hasta los 55.000 millones de euros.

En las urnas
Como casi todos que están en este mitin, Camille se siente traicionada: “El Nuevo Frente Popular (NFP) ganó las elecciones el año pasado, pero el presidente prefiere nombrar primeros ministros de derecha”. El discurso del campo macronista siempre ha sido el de que no hubo vencedor, sino que tres bloques ganadores: la izquierda del NFP, la derecha de Le Pen y la alianza entre macronistas y republicanos.
“Queremos hacer todo volar por los aires”, afirma Marie-France, una antigua diseñadora. A los 75 años, su rebeldía hace pensar en jóvenes idealistas. Pero ella se muestra firme en sus propósitos: “Estamos contra el capitalismo, no queremos este camino que eligen por nosotros”, afirma, antes de que la multitud recule para hacer hueco a una ambulancia.

El descontento social se mezcla con el pesimismo. Cuando se les pregunta qué reivindican, reconocen que una dimisión de Macron -su principal reivindicación- abriría las puertas de la victoria al ultraderechista Agrupación Nacional (RN), de Marine Le Pen, aunque ella misma está, de momento, inhabilitada.
“Es una situación muy difícil”, dice Marie-France, que se niega a elegir entre lo malo y lo peor.