Cuando Oleksandra Matviichuk habla de paz, no se refiere a fronteras ni minerales. La abogada ucraniana especializada en derechos humanos y ganadora del Premio Nobel de la Paz 2022 insiste en que la paz verdadera no puede construirse solo sobre cálculos geopolíticos. “No dejamos de oír hablar de recursos naturales, reivindicaciones territoriales e intereses estratégicos”, afirma, “pero no de las personas”. Para ella, esa ausencia no es solo un fracaso moral, sino un defecto fatal en cualquier intento de poner fin a la invasión rusa de Ucrania.
Matviichuk sostiene que es necesario incluir a más mujeres en las negociaciones de paz, precisamente porque tienden a devolver la dimensión humana a la mesa de negociaciones. “Millones de personas viven bajo la ocupación sin ningún medio para defender sus derechos, sus hogares o incluso a sus hijos”, advierte a Artículo14 tras intervenir en la Cuarta Conferencia Ministerial sobre Política Exterior Feminista celebrada en París. La ocupación rusa, explica, no es un simple cambio de banderas: significa “desapariciones forzadas, tortura, violaciones, negación de la identidad y adopción forzosa de niños ucranianos”. Recuerda que más de 20.000 niños han sido deportados ilegalmente a Rusia y están siendo criados como rusos. “¿Cómo puede haber una paz sostenible si ignoramos estas realidades?”, pregunta Matviichuk.

El secuestro de niños ucranianos
Sus palabras transmiten la determinación de alguien que ha visto y sufrido demasiado, pero esta ucraniana de 42 años se niega a mirar hacia otro lado. Cuando se le pregunta por las imágenes de Donald Trump y Vladimir Putin discutiendo el futuro de Ucrania sin la presencia de este país, Matviichuk no oculta su frustración. “Cuando vi a los soldados estadounidenses desplegando la alfombra roja para Putin en Alaska“, dice, “obviamente pensé que preferiría verlo en La Haya”. Señala que la Corte Penal Internacional ya ha emitido una orden de arresto contra el líder ruso por el secuestro de niños ucranianos. “Cuando lo llamo el mayor secuestrador de niños del mundo, no es una metáfora, es un hecho legal”, subraya.
Para Matviichuk, la fuerza, y no la pompa, es el único lenguaje que entienden los dictadores como Putin. Si los líderes mundiales quieren lograr negociaciones significativas deben demostrar esa fuerza en lugar de extender alfombras rojas, expone la premio Nobel 2022.

A pesar de todo, insiste en que mira al futuro con optimismo, incluso cuando su vida personal está marcada por el peligro constante de la guerra. La noche antes de hablar con Artículo14 en París, unos drones explotaron cerca de su casa en Kiev. “No sé cómo terminará mi historia personal, porque vivo en Kiev y esta noche, por ejemplo, los drones explotaron cerca de mi casa. Y cuando me levanté esta mañana en París, le envié un mensaje a mi marido para preguntarle si había podido volver a casa”, confiesa, visiblemente afectada.
“No sé cómo terminará mi historia personal”
Bajo el fuego ruso
“Así que esta es la vida que estamos viviendo en este momento, porque cuando nos acostamos, no tenemos ni idea de si nos levantaremos a la mañana siguiente, porque la guerra es una lotería y probablemente será tu casa la que sea alcanzada directamente por los misiles o drones rusos. Pero sé que la libertad prevalecerá tarde o temprano, independientemente de cómo termine mi historia personal, porque Putin quiere devolvernos a todos al pasado, pero el futuro llegará. Es inevitable”, sentencia Matviichuk.
“Sé que la libertad prevalecerá tarde o temprano”
Más de 89.000 crímenes de guerra rusos
Como directora del Centro para las Libertades Civiles, Matviichuk y su equipo han documentado más de 89.000 episodios de crímenes de guerra. La última vez que hablamos, en abril de 2024, eran 62.000. “Es solo la punta del iceberg”, afirma. Según ella, los ataques sistemáticos contra la población civil no son daños colaterales, sino una estrategia deliberada. “Rusia utiliza los crímenes de guerra como método de combate para quebrantar la resistencia de la población y ocupar el país“.
Las nuevas tecnologías han hecho que esa brutalidad sea aún más escalofriante. Describe cómo los drones rusos ahora cazan a personas, una práctica que ella denomina “safari humano”. Recientemente, dos periodistas fueron asesinados en Kramatorsk, y ella teme que esto pronto se convierta en una realidad europea. “Estos drones están programados con fotos de personas. En unos años, podrían ser totalmente autónomos”, advierte de los avances tecnológicos en la maquinaria bélica rusa. Por lo que próximamente será más complicado aún exigir responsabilidades. “Podrías estar sentado en tu oficina en Rusia, tomando café, y matar a un niño de dos años, como Dmytro, en la región de Jersón”, describe con un ejemplo ya ocurrido.

Su mensaje a Europa es claro: la indiferencia es un lujo que nadie puede permitirse. “La gente en Francia, en España y en toda la UE debe comprender que solo están a salvo porque los ucranianos siguen luchando“, sentencia. Y si los ucranianons “fracasamos, el horror que vemos en Jersón o Járkiv podría llegar a otras ciudades europeas”.
En sus palabras, la paz no es un concepto abstracto ni un juego diplomático, es una cuestión de supervivencia, de memoria, de dignidad humana. Y hasta que esa dimensión humana vuelva al centro de la política mundial, Oleksandra Matviichuk seguirá luchando para recordar al mundo lo que está en juego.


