Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa su gira por Oriente Medio con una gran recepción en Arabia Saudí –una visita que busca fortalecer la cooperación económica y militar entre los dos estados-, persiste la situación de miles de mujeres kenianas que trabajan como empleadas domésticas en condiciones de esclavitud moderna. Bajo el sistema kafala, muchas de ellas son víctimas de abusos físicos, explotación laboral, violencia sexual y racismo estructural, sin acceso efectivo a justicia ni protección legal.

Un informe de Amnistía Internacional, documenta los testimonios de 72 mujeres que regresaron recientemente a Kenia tras vivir situaciones de abuso extremo, explotación laboral e incluso agresiones sexuales mientras trabajaban en hogares saudíes. Sus historias revelan un patrón sistemático de violaciones de derechos humanos bajo el amparo del sistema de patrocinio laboral conocido como kafala, que las somete a condiciones de servidumbre.
“Eso es esclavitud. ¿Cómo más se le podría llamar?”
“La verdad es que me sentí como si me hubieran vendido… Cuando estás en un país como Arabia Saudita, no tienes dinero, estás solo, así que estás indefensa, y caí en la cuenta de que esto es esclavitud porque no puedes salir. Me sentí así porque estaba encerrada, no me permitían salir. Nunca salía de casa y no tenía un día libre, y el hecho de que tuvieran que controlar tu salida, tu entrada, tus movimientos… eso es esclavitud. ¿Cómo más se le podría llamar?”, relata Hope, una de las mujeres entrevistadas.
Su experiencia refleja la de miles de trabajadoras kenianas que migran empujadas por la pobreza, el desempleo y la necesidad de mantener a sus familias. Arabia Saudí es hoy el destino de más de 150.000 trabajadoras domésticas kenianas, muchas de ellas atrapadas en condiciones que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) clasifica como indicios de trabajo forzoso.
“Me violó e incluso me amenazó para que no se lo contara a su esposa”
Las mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional relatan jornadas laborales de hasta 18 horas, sin descanso semanal, sin atención médica adecuada, y con salarios mínimos —cuando los reciben. Algunas no tienen derecho a alimentación suficiente ni a un espacio digno donde dormir; otras son obligadas a usar utensilios separados por motivos racistas. Rania también compartió su experiencia: “Solo comemos las sobras, sobre todo en los meses de Ramadán, siempre eran las sobras. Comen primero y te dan lo que sobra, aunque también estés ayunando, les da igual. El hecho de que fuéramos musulmanas no ayudaba, porque éramos negras”.
Muchas sufrieron violencia verbal, física y sexual, incluyendo violaciones en las casas donde trabajaban. Ninguno de los agresores ha enfrentado consecuencias legales. Judy, una mujer keniana que emigró a Arabia Saudí buscando escapar de la violencia doméstica en su país, fue víctima de agresión sexual por parte del hombre en cuya casa trabajaba: “Me violó e incluso me amenazó para que no se lo contara a su esposa. Me quedé callada. Era como su rutina diaria… Intenté [decírselo], pero los hombres son muy fuertes. Así que finalmente me violó, cinco veces…”
Del engaño a la esclavitud
La cadena de abusos comienza antes de pisar suelo saudí. Las trabajadoras son reclutadas por agencias kenianas que les prometen salarios decentes y trabajos como maestras o asistentes en empresas, cuando en realidad las destinan a labores domésticas agotadoras. Una vez en Arabia Saudí, sus pasaportes les son confiscados, dejándolas sin medios para escapar o denunciar los abusos: “No puedes tocar tu pasaporte jamás. La cuestión es que él [el agente de reclutamiento] tenía mi pasaporte y podría dárselo a otra persona y decirte que es tu empleador. Así que, este extraño te llevará a ti y a tu pasaporte a donde sea”, afirma Hope.
Lucia, otra de las entrevistadas, explica: “Me informaron que trabajaría como limpiadora en una empresa, pero cuando llegué a Arabia Saudí, trabajé como empleada doméstica en cuatro casas diferentes.”
El informe señala que casi todas las mujeres encuestadas fueron víctimas de al menos ocho de los once indicadores de trabajo forzoso definidos por la OIT. Esto incluye engaño, retención de documentos, aislamiento, restricciones a la libertad de movimiento, violencia y amenazas, entre otros.
Racismo y legado esclavista
La discriminación racial es otro elemento clave en los testimonios recogidos. Las mujeres kenianas por ser negras, sufren insultos, humillaciones y un trato degradante. Rosaline cuenta como lo vivió en la casa donde trabajó: “Los hijos, o la esposa, nos llamaban monos o babuinos… ¡Babuino!, porque somos negras, somos diferentes a ellos… Me siento muy mal. Sí… Imagínate que te llamen babuino”,
Amnistía enmarca esta violencia dentro de un racismo estructural con raíces en la historia esclavista del Golfo. El informe señala que Arabia Saudí solo abolió oficialmente la esclavitud en 1962, tras más de mil años de trata de personas africanas hacia la península arábiga. Aunque la esclavitud fue prohibida legalmente, sus lógicas de deshumanización persisten, especialmente hacia las mujeres negras africanas.
Legalmente desprotegidas
Una de las barreras para proteger a estas trabajadoras debería ser el propio sistema legal saudí. Sistema legal en el que las empleadas domésticas no están cubiertas por la Ley Laboral general del país y dependen de una normativa específica de 2023 que, aunque introduce ciertos avances —como descansos obligatorios y pagos electrónicos—, carece de mecanismos efectivos de fiscalización. Además, el sistema kafala aún les impide cambiar de trabajo o salir del país sin el permiso de sus empleadores.
Arabia Saudí ha adoptado recientemente una Política Nacional para la Eliminación del Trabajo Forzoso, pero el informe de Amnistía advierte que carece de claridad sobre cómo se implementará o hará cumplir.
“Si atacas a uno de nosotros, otros vendrán a ayudar”
Amnistía Internacional exige a Arabia Saudí incluir a las trabajadoras domésticas en su legislación laboral general, desmontar el sistema kafala, e investigar y sancionar a empleadores abusivos. También insta a Kenia a fortalecer los controles sobre agencias de empleo y brindar apoyo real a las trabajadoras que vuelven al país.
“Los kenianos tenemos la costumbre de apoyarnos como abejas. Si atacas a uno de nosotros, otros vendrán a ayudar”, afirma Katherine, una de las mujeres que ahora trabaja para una ONG en Kenia ayudando a otras migrantes.