En el pequeño pueblo de Pohreby, en la región de Kyiv, el amanecer del 22 de octubre llegó con el olor a humo y la tragedia de una casa derrumbada. Debajo de los restos estaban los cuerpos de Antonina Zaichenko, su hija de seis meses Adelina y su sobrina de doce años, Anastasiia. Las tres dormían cuando un dron ruso impactó directamente sobre la vivienda familiar.
Según relató el jefe del consejo local, Vitalii Krupenko, a Radio Liberty, el ataque ocurrió durante la ofensiva masiva que esa noche golpeó Ucrania con más de 400 drones y 28 misiles. Los padres del marido de Antonina, que también estaban en la casa, lograron sobrevivir.
Su vecino Mykola, testigo del horror, declaró: “Voló justo por encima de las líneas eléctricas y golpeó la casa directamente. Inmediatamente se desató un incendio. Corrí hacia allí. Gritamos, llamando: ‘¿Hay alguien vivo?’ Pero no hubo respuesta”.
Los bomberos llegaron poco después, pero ya era tarde. Ninguno de los tres pudo ser rescatado con vida.

Una familia que buscaba refugio
Antonina había decidido abandonar la capital para proteger a su bebé. Había pasado los últimos meses en casa de sus suegros, en ese pueblo a las afueras, convencida de que allí estaría a salvo. “Pensaban que sería más seguro”, dijo Mykola para Pravda.
Los vecinos describen a Adelina como una niña muy esperada. Según contaron a medios locales, sus padres habían intentado tener un hijo durante muchos años.
En las redes locales, la comunidad de Pohreby se organizó para ayudar a los supervivientes y preparar el funeral, aún sin fecha confirmada.

Los escombros de una guardería
Mientras el país seguía contando a sus muertos, otra historia estremecía a Ucrania. En Járkov, el mismo día, un dron ruso golpeó la guardería privada Honey Academy, donde decenas de niños se refugiaban en el sótano.
“La calle destrozada estaba llena de niños llorando”, describió The Times. Una niña vestida de rosa gritaba “¡Mamá! ¡Mamá!” mientras un rescatista la sacaba de entre los escombros. “La encontraremos”, le dijo el hombre. A pocos metros, otra madre reconocía a su hijo entre los evacuados y rompía a llorar: “¡Mi niño!”.
Los trabajadores del centro habían logrado bajar a los pequeños justo antes del impacto. “No fue ni un segundo demasiado pronto”, contó una de las profesoras, Yulia, al diario británico. “Se fue la luz en el refugio y enseguida cogimos linternas, porque siempre las tenemos a mano. Los niños estaban asustados, pero no entramos en pánico. Les dijimos que respiraran a través de paños mojados, porque había mucho polvo y humo”.
El alcalde de la ciudad, Íhor Terekhov, confirmó que no hubo víctimas entre los menores gracias a la rapidez del personal. Sin embargo, un trabajador municipal murió en la calle al ser alcanzado por metralla, y nueve personas resultaron heridas. “El horror que todos vivimos, y especialmente los padres, cuando no sabíamos si todos estaban vivos, permanecerá para siempre en nuestra memoria”, afirmó.

Una ofensiva sin tregua
El golpe a la guardería de Járkov ocurrió apenas unas horas después de la ofensiva en Kyiv y su región. Las autoridades ucranianas confirmaron al menos seis muertos y 17 heridos en todo el país. Las regiones de Odesa, Cherníhiv, Dnipropetrovsk, Poltava y Vinnytsia también fueron atacadas.
La jornada coincidió con la cancelación de las negociaciones entre Donald Trump y Vladímir Putin, un intento más de frenar una guerra que entra en su cuarto año sin señales de pausa.
En Kyiv, el sonido de las alarmas aéreas ya forma parte del día a día. Muchos padres duermen vestidos, listos para correr al refugio con sus hijos. Pero en el campo, donde Antonina creyó que encontrarían seguridad, la guerra la alcanzó de todos modos.




