Desde que Benjamin Netanyahu retornó al poder en Israel en 2009, puso el punto de mira sobre Irán. El régimen de los ayatolás, que desde los años 90 avanzó un programa nuclear para obtener bombas atómicas e insiste en el mantra de la “destrucción del régimen sionista”, se tornó en el archienemigo regional del estado judío. Para Bibi, como conocen los seguidores del Likud al líder israelí, la amenaza nuclear debe ser neutralizada por la vía militar.
“Si no atacamos, el 100% de nosotros morirá”, argumento en un mensaje a la nación horas después del histórico ataque al corazón del plan nuclear de los ayatolás, que culminó en impactos directos a centrifugadoras en Natanz o Fordo, destrucción de baterías antiaéreas, fábricas de armas y asesinatos de altos líderes militares y científicos.
Netanyahu, acciones militares como último recurso
Años atrás, Netanyahu ya avisó a los israelíes: “Viviremos siempre entre la espada y la pared”. A pesar de su aparente apetito belicista, el primer ministro israelí postergó históricamente las acciones militares como último recurso. Domésticamente, algunos le achacaban su excesiva cautela. Bibi se mueve bien en escenarios tensos sin resolver, que le permiten navegar la incertidumbre y preservar siempre su interés político y personal.

Prueba de ello fue su política de apaciguamiento hacia Hamás en la Franja de Gaza, donde durante años vendió la doctrina de que el grupo islamista estaba suficientemente “intimidado”. A cambio del ingreso de millones de dólares qataríes mensualmente, el gobierno israelí dio por hecho que la milicia palestina no se animaría a atacar.
El gran fallo de seguridad
Durante años, Hamás y la Yihad Islámica llevaron la iniciativa en las frecuentes escaladas bélicas: los primeros misiles se disparaban casi siempre desde la Franja. La masacre del 7 de octubre evidenció el fallo de cálculo en la estrategia de Netanyahu. Más de 20 meses después, elude asumir responsabilidades por la peor matanza de judíos desde el Holocausto, y se embarca en nuevas guerras que sumergen a los israelíes en una agonía permanente. La lluvia de cohetes sobre Tel Aviv evidencia que la “Cúpula de Hierro” no es hermética.

Frente a Hizbulá, tampoco tomó la iniciativa. El grupo chiita proiraní empezó los disparos diarios de misiles sobre el norte de Israel el 8 de octubre de 2023, y a Netanyahu le costó un año ordenar la contundente respuesta militar en el Líbano para neutralizar la amenaza.
Los críticos de Bibi le achacan que alargó en exceso un conflicto que mantuvo a decenas de miles de israelíes desplazados de sus casas en la frontera norte. Cuando lo consideró conveniente, el primer ministro activó el plan de los beepers. Los duros golpes al liderazgo de Hizbulá y Hamás auparon su maltrecha popularidad. Con la muerte de Hasan Nasralá, Yihie Sinwar o Ismal Haniye, Bibi podía defender su relato: la guerra -por larga que sea- está valiendo la pena.
Un año preparando la operación
Según confirmó Netanyahu, la orden de atacar el programa nuclear iraní se dio en noviembre de 2024, cuando quedó claro que Teherán estaba acariciando la bomba atómica. El plan se aprobó tras dejar tocado de muerte a Hizbulá, el proxi iraní con capacidad de causar más daño desde las fronteras de Israel. Sus decenas de miles de misiles que apuntaban al estado judío fueron mayormente neutralizados. “Di la orden tras el asesinato de Nasralá”, confirmó el premier.

El líder israelí dijo que planeó el ataque en Irán para finales del pasado abril, pero las discrepancias con la Casa Blanca postergaron sus planes. Sin previo aviso, Donald Trump ordenó reanudar los contactos directos con Teherán, en un aparente intento de reinstaurar el “pacto nuclear” que se firmó en 2015. Washington pretendía limitar el enriquecimiento de uranio del régimen de los ayatolás, a cambio de relajar las sanciones económicas que ahogan al país persa.
El precio que pagará Netanyahu
Estaba previsto que este domingo oficiales de Washington y Teherán se reunieran en Omán para seguir explorando la vía diplomática. Pero Trump dio 60 días de margen a los ayatolás para desencallar la cuestión. En el día 61, Israel atacó. Según Netanyahu, Irán estaba produciendo 300 misiles balísticos al mes -capaces de cargar toneladas de explosivos-, por lo que miles de proyectiles podrían llover sobre los cielos del estado judío.

Pese al éxito inicial del golpe militar en Irán, Netanyahu aclaró al público israelí que “no entre en euforia”. Era consciente que el precio a pagar será caro: en la madrugada del sábado, unos 150 misiles balísticos fueron disparados hacia Israel. Varios impactos directos en Tel Aviv y suburbios adyacentes causaron tres muertos y más de 70 heridos, así como la destrucción de casas y edificios. Al día siguiente también hubo una lluvia de misiles contra ciudades israelíes. Al menos diez personas fallecieron. Nadie sabe cuando ni cómo acabará la guerra abierta entre las dos principales potencias militares de Oriente Próximo.
Un timing perfecto
“No hay guerras con precio gratis. Requeriremos pasar un largo tiempo en los refugios”, avisó Netanyahu a la ciudadanía. El tiempo elegido es idóneo para sus intereses. Israel afrontaba una delicada crisis política que podía tumbar su gobierno. Las facciones ultraortodoxas, furiosas porque no se logra extender la exención a los jóvenes ultraortodoxos para que no sirvan en el ejército, amenazaban con abandonar la coalición.

Las matanzas diarias y la hambruna en Gaza elevaban las críticas mundiales, incluso de sus tradicionales aliados en Occidente. Ahora, Trump, Macron o Merz vuelven a insistir en el ”derecho a la autodefensa de Israel”. Y la Casa Blanca amenaza a los ayatolás: “tenéis una última opción para firmar el acuerdo, o los próximos ataques serán más devastadores”.
Contra un régimen malvado y opresivo
Netanyahu también se dirigió al pueblo iraní, instándolo a unirse contra lo que describió como un “régimen malvado y opresivo”, diciéndoles que Israel estaba involucrado en “una de las mayores operaciones militares de la historia”. Y recordó: “Ha llegado el momento de que el pueblo iraní se una en torno a su bandera y su legado histórico, defendiendo su libertad frente a este régimen malvado y opresivo”, declaró Netanyahu.
No en vano, nombró la operación militar “León Ascendiente”: una clara referencia a la bandera monárquica iraní -previa a la Revolución Islámica-, con un león en el centro.