La experta en comunicación no verbal Eva García Ruiz, directora del Instituto Español de Sinergología, analiza en detalle para Artículo14 el discurso de balance político de Pedro Sánchez cuyo mensaje, pese a su aparente serenidad verbal, mostraba señales claras de contradicción emocional y estrés interno. Según su evaluación, el lenguaje corporal y los microgestos transmitieron una imagen muy distinta a la intención verbal del discurso.
García Ruiz identifica una “primera incoherencia importante”: el contraste entre las palabras y la expresión corporal. En sus palabras, “tiene un discurso verbal que es de estar satisfecho con los resultados, pero el no verbal -incluso para alguien no experto y que simplemente lo ve sin volumen- parece que está en un entierro”. “Tiene una corporalidad mucho menos expansiva que otras veces y la cara la tiene demacrada pero ya lleva unos meses así”, explica. Sin embargo, precisa que lo más significativo no es la fatiga, sino “una micro reacción en los ojos que hace que se le vea la parte blanca. Eso es una depresión en la zona del párpado inferior que se da por malestar”.

Según la experta, este tipo de reacción ocular se intensifica justo cuando el protagonista se dispone a leer su informe. “Al principio pensaba que podía haber sido por haber dormido mal pero cuando entra antes de comenzar a leer el informe no lo tiene”, puntualiza. Esa diferencia temporal, dice, sugiere una clara incomodidad: “sabe que es un trago el defender lo que va a defender, y sobre todo con los temas de corrupción y de acoso sexual que menciona”.
“Está mucho más nervioso de lo que quiere aparentar”
La especialista subraya otro momento clave del discurso, cuando Sánchez afirma su voluntad de “continuar con determinación convicción y energía”, y añade que en ese instante “se le produce un parpadeo asimétrico, se le deprime todavía más el ojo, se le pinza la boca”. Estas reacciones, advierte, “se producen cuando hay un estrés fuerte debajo”. Y el gesto bucal, en particular, “significa no estar diciendo todo lo que se piensa”. Para la experta, la contradicción no solo es perceptible por la seriedad, sino porque “se dan esas micro reacciones que son de naturaleza negativa con un discurso que teóricamente es positivo y potente”.

En la parte final del discurso, cuando intenta reforzar la idea de compromiso, se observa otro patrón de tensión. “Cuando afirma que ‘vamos a dar lo mejor de nosotros mismos’ eso lo hace con una mirada que denominamos activa, es una mirada mucho más fija, con menos parpadeo, que indica carga cognitiva alta”, explica. Esa intensidad visual, dice, se asocia a un esfuerzo por convencer, más que a una expresión natural de seguridad.

Además, “se mueve bastante en el atril cosa atípica cuando tiene el discurso escrito y sabe lo que va a decir”, lo que demuestra que “está mucho más nervioso de lo que quiere aparentar”. También menciona que “enreda mucho con los papeles y tiene una respiración que se le entrecorta”, algo que suele producirse “cuando estás tenso, se acorta el diafragma y entonces la respiración provoca ruido”.
“Tiene muy medidas las palabras”
García Ruiz concluye que el presidente “menciona con la misma corporalidad mensajes muy positivos como ‘vamos a continuar’ como decir palabras como ‘estéril’ o ‘ultra’”, lo que indica que “es un discurso que tiene muy medidas las palabras que va a decir pero que no está realmente sintiendo lo que dice, ni en positivo, ni en negativo”. En su opinión, incluso cuando alude al “fango”, lo hace “como muy de corrido”, una muestra de que “no le afecta porque es un discurso no sentido, es un discurso simplemente leído”.

Por último, al referirse a la ronda de preguntas, la directora del Instituto Español de Sinergología apunta que no puede ofrecer indicadores claros sobre su reacción ante los temas de corrupción, pero observa “señales como es apretar los dedos cuando los tiene cruzados, replegar la boca,…”, gestos que reflejan “deseos de protegerme”.
Con este análisis, Eva García Ruiz ofrece una radiografía detallada de cómo la comunicación no verbal puede revelar emociones ocultas y contradicciones internas, incluso en discursos cuidadosamente preparados.


