A las puertas de las elecciones legislativas de este domingo, Argentina respira desafección y fatiga. Después de más de un año y medio de gobierno de Javier Milei, el país llega a las urnas con un clima social tenso y una economía que, aunque ha logrado frenar la inflación, sigue sin aliviar el malestar cotidiano. A los argentinos les cuesta llegar a fin de mes.
Si bien los pronósticos son cambiantes, los últimos sondeos sitúan al oficialismo de La Libertad Avanza en torno al 33-35 % de intención de voto, una cifra que permitiría mejorar su representación parlamentaria pero que no garantiza una victoria cómoda. Detrás, el peronismo se mantiene como principal fuerza opositora con alrededor del 30 %, mientras que una tercera vía, Provincias Unidas, emerge y podría ser la clave de la gobernabilidad.
Los argentinos, escépticos
Con la crisis de la inflación contenida, la preocupación gira hacia el empleo, el poder adquisitivo y la estabilidad. Muchos argentinos sienten que el dinero “alcanza menos” y que la recuperación prometida no se traduce en salarios competitivos. La política, fragmentada y en constante reconfiguración, enfrenta un desafío mayor: reconectar con una ciudadanía agotada por la crisis y escéptica ante la oferta electoral.

Para analizar este complejo escenario, Artículo14 conversó con Maru Duffard, periodista política argentina, conductora en TN, exintegrante del equipo de investigación de Jorge Lanata en Periodismo para Todos y exredactora de política del diario Clarín. Su mirada ayuda a descifrar las claves de una elección que condicionará la longevidad del gobierno libertario.
-¿Estamos ante un plebiscito para Javier Milei?
-Sí, absolutamente. En Argentina las elecciones de medio término suelen tener esa función: medir si la sociedad convalida o no el rumbo del gobierno. En este caso es aún más relevante, porque el oficialismo parte de una representación muy baja en el Congreso: apenas siete senadores y unos 35 diputados. Eso significa que, incluso con un resultado modesto, Milei puede ampliar significativamente su presencia legislativa. Es una elección clave para consolidar su poder, pero también una evaluación pública de su gestión.
-¿Cómo describiría el mapa político que compite en estos comicios?
-Vivimos un escenario de enorme fragmentación. La irrupción de Milei rompió la estructura de los partidos tradicionales. Juntos por el Cambio, la alianza que gobernó con Mauricio Macri entre 2015 y 2019, se desintegró. El peronismo sigue siendo la principal fuerza opositora, aunque golpeada (Cristina Kirchner está inhabilitada por corrupción) y con una división interna fuerte. A eso se suma Provincias Unidas, una coalición de gobernadores del interior productivo que se presenta como una alternativa al kirchnerismo y al mileísmo. Ellos dicen: “Ni el pasado del kirchnerismo, ni el plan de Milei”. Buscan una posición intermedia, más pragmática, donde más allá del equilibrio fiscal, se consolide el crecimiento económico.

-¿Hay apatía o desconfianza entre los votantes?
-Muchísima. La participación electoral podría ser la más baja de la historia democrática argentina. Hay decepción con la política, con la democracia como sistema que no logra responder a las demandas sociales. El votante no se siente representado.
-¿Y cuáles son hoy las principales preocupaciones de la gente?
-La inflación dejó de ser el tema número uno, paradójicamente. Milei logró reducirla drásticamente: de un 7% hasta 12 % mensual en 2023, a cifras cercanas al 2% o 3%. Pero los salarios quedaron estancados, las jubilaciones perdieron poder adquisitivo y los servicios públicos pasaron a ser un gasto importante. La sensación general es que el dinero rinde menos. A eso se suma la recesión: la economía lleva al menos dos meses en caída y crece el temor a perder el empleo. En resumen, las preocupaciones son salario, empleo y consumo.

-¿Hay una nueva geografía política en el país?
-Sí. Las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires concentran el 70 % del padrón. Ahí se define todo. Córdoba y Santa Fe, con gobiernos de corte productivista, están ganando peso político frente al viejo eje peronismo-kirchnerismo. Esa tensión entre el interior productivo y el centralismo porteño (Buenos Aires) atraviesa esta elección.
-La Administración Trump rescató la economía argentina inyectando 20.000 millones de dólares. ¿Qué impacto tiene esa relación en el escenario local?
-Es la primera vez desde Menem que Argentina tiene un alineamiento tan fuerte con Estados Unidos e Israel. Milei lo dijo desde el principio. La relación con Donald Trump ha generado ruido: algunos la ven como una garantía de apoyo financiero; otros, como una dependencia arriesgada. De hecho, tras el resultado adverso en la elección provincial de Buenos Aires en septiembre, la intervención económica estadounidense fue clave para evitar una crisis mayor. Sin esos dólares, probablemente hoy estaríamos hablando de una crisis política seria. El problema es que ese respaldo tiene condiciones: Washington pide más racionalidad, gobernabilidad e inclusión de opositores para avanzar en reformas estructurales. No obstante, todo queda en el universo financiero: el votante medio sigue sin poder comprar lo que necesita.

-¿Esas reformas estructurales son el gran desafío de Milei?
-Exactamente. Las llamadas reformas de “segunda generación”: laboral, tributaria, previsional y del Estado. Ninguna puede aprobarse sin aliados en el Congreso. Por eso esta elección es tan crucial: necesita ampliar su base legislativa o tender puentes con sectores de la oposición. Si no lo hace, su proyecto puede estancarse.
-La polarización define el panorama político argentino.
-Sí, totalmente. Al gobierno y al peronismo les conviene esa dicotomía. Milei dice: “Nosotros o el kirchnerismo”. Pero la sociedad ya entendió que las legislativas no eligen presidente, sino que sirven para enviar un mensaje. Y ese mensaje puede ser: “sigue, pero con límites”. La aparición de Provincias Unidas expresa justamente eso, un electorado que busca equilibrio, que no quiere volver al pasado, pero tampoco seguir un modelo tan ideologizado.
-¿Cuál es la gran incógnita de este domingo?
-Si el oficialismo logra transformar su buena imagen en votos concretos. Milei tiene una aprobación de alrededor del 43-45 %, que es alta para un gobierno a mitad de mandato. Si consigue entre 33 y 35 % de los votos, podrá celebrar; si se acerca al 30 %, será un golpe político. Lo que está en juego no es solo el número de diputados, sino la percepción de fuerza. Una elección débil podría complicar las reformas y abrir tensiones dentro del propio espacio libertario.
-¿Podría hablarse de una nueva etapa política en Argentina?
-Estamos viendo el final del ciclo de los grandes partidos. Milei es un síntoma de eso: un presidente sin estructura, sin partido, con un discurso antisistema. La pregunta es si podrá institucionalizar ese movimiento sin perder su esencia. Argentina está buscando una nueva forma de representación y todavía no la encuentra. Pase lo que pase, el lunes la Argentina seguirá enfrentando el mismo dilema: cómo estabilizar la economía sin destruir el tejido social. Y, sobre todo, cómo reconstruir la confianza entre la política y la gente.




