Durante décadas, el llamado techo de cristal ha sido una frontera invisible en los centros de poder político, militar, institucional y religioso. En 2025, esa barrera se ha resquebrajado en distintos puntos del planeta. Desde Japón hasta Namibia, desde la Casa Blanca hasta el Vaticano, mujeres han ocupado por primera vez cargos históricamente reservados a los hombres.
Japón y el símbolo que faltaba en el G-7
El caso más sonado del año ha sido el de Japón. En octubre de 2025, Sanae Takaichi se convirtió en la primera mujer primera ministra del país. El impacto de su nombramiento va más allá de la política nacional: Japón ha ocupado históricamente los últimos puestos del G-7 en igualdad de género en la representación política. Por eso, la llegada de una mujer al cargo más alto del Ejecutivo no solo rompe una tradición centenaria, sino que cuestiona de raíz un modelo de liderazgo profundamente masculinizado en una de las principales economías del mundo. Eso sí, está por ver cuánto hace por las japonesas la primera ministra.

Seguridad e inteligencia
En Reino Unido, otro bastión tradicionalmente masculino cayó este año. Blaise Metreweli asumió la dirección del MI6, convirtiéndose en la primera mujer al frente del servicio de inteligencia exterior británico. Un puesto clave, marcado por el espionaje, la influencia internacional y la gestión de crisis globales, que hasta ahora había estado vedado a las mujeres. Su nombramiento simboliza la entrada femenina en uno de los núcleos más opacos y estratégicos del poder estatal.

África y América Latina: presidencias históricas
En marzo de 2025, Netumbo Nandi-Ndaitwah (NNN) fue investida como la primera mujer presidenta de Namibia, tras ganar las elecciones celebradas a finales de 2024. Su llegada a la jefatura del Estado consolida un liderazgo femenino en el continente africano que, aunque desigual, gana peso político real.

Meses después, en julio, Jennifer Geerlings-Simons fue elegida presidenta de Surinam, convirtiéndose también en la primera mujer jefa de Estado del país. Dos hitos en contextos distintos, unidos por una misma ruptura: el acceso femenino al máximo poder ejecutivo en Estados que nunca antes lo habían permitido.
Estados Unidos: el poder que no se ve

El 20 de enero de 2025, Susie Wiles asumió como jefa de Gabinete de la Casa Blanca, la primera mujer en la historia de Estados Unidos en ocupar este cargo. Aunque no es un puesto electo, es uno de los más influyentes del sistema político estadounidense. Desde ahí se gestiona el acceso al presidente, la agenda del Ejecutivo y el funcionamiento interno del poder. Su nombramiento la sitúa como la mujer más poderosa dentro de la Administración Trump y marca un punto de inflexión en la arquitectura del poder en Washington.
Europa: pequeños Estados, grandes rupturas
En 2025, Brigitte Haas se convirtió en primera ministra de Liechtenstein. En un principado pequeño pero institucionalmente sólido, su llegada al Gobierno representa un avance significativo en la normalización del liderazgo femenino en Europa, incluso en sistemas políticos tradicionalmente conservadores.

En Francia, el nombramiento de Catherine Vautrine como ministra de Defensa añadió otro hito relevante: una mujer al frente de uno de los ministerios más sensibles del Estado, ligado al Ejército, la seguridad y la estrategia internacional.
Nepal: una transición liderada por una mujer
Uno de los casos más singulares de 2025 se produjo en Nepal. Tras una revuelta popular de la Generación Z -que el 9 de septiembre acorraló a la clase política y provocó la caída del primer ministro K. P. Sharma Oli, Sushila Karki-, esta jueza jubilada de 73 años y con reputación de integridad, fue nombrada primera ministra interina el 12 de septiembre.
Designada tras consultas entre el presidente ceremonial Ram Chandra Poudel, el mando militar y representantes de los manifestantes, Karki asumió la tarea de pilotar el país durante un periodo de transición de hasta seis meses, hasta las elecciones anticipadas previstas para marzo de 2026. Nepal ya había tenido una presidenta, pero nunca antes una mujer había ocupado la jefatura del Gobierno. Su nombramiento combina ruptura de género y respuesta política a una crisis de legitimidad.
El Vaticano: un techo de cristal milenario
Quizá uno de los gestos más simbólicos del año llegó desde el Vaticano. El Papa Francisco, antes de fallecer en abril, nombró a principios de año a la hermana Simona Brambilla como Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, convirtiéndose en la primera mujer en la historia en dirigir un dicasterio.

El nombramiento subrayó el compromiso del Pontífice con la participación activa de las mujeres en el liderazgo eclesial. Simona Brambilla defendió entonces la sinodalidad como camino de comunión y misión. Su acceso a un cargo de máximo nivel rompe uno de los techos de cristal más antiguos y resistentes del mundo.

