En los últimos meses, una oleada de protestas encabezadas por jóvenes ha recorrido el planeta, desde el norte de África hasta Asia y América del Sur. Lo que comenzó como conversaciones en línea en plataformas como Discord, TikTok o Telegram, ha acabado transformándose en movimientos masivos que desafían a los gobiernos.
Marruecos
En Marruecos, la chispa que encendió las protestas fue la muerte de varias mujeres embarazadas tras cesáreas rutinarias en un hospital de Agadir, conocido popularmente como “el hospital de la muerte”. A partir de ahí, un pequeño grupo de jóvenes organizó convocatorias en Discord bajo el nombre “Gen Z 212”, en alusión al prefijo telefónico del país.
En apenas días, pasaron de cuatro fundadores a más de 250.000 miembros. Las manifestaciones se extendieron por todo el país, con un fuerte protagonismo estudiantil y de graduados desempleados. Los jóvenes exigen una transformación profunda del sistema educativo y sanitario, además de reformas sociales que consideran postergadas frente a los millonarios gastos destinados al Mundial de Fútbol 2030.

Mientras se construyen estadios e infraestructuras turísticas, hospitales saturados y escuelas precarias muestran el abandono de lo esencial. El desempleo juvenil ronda el 36 %, y uno de cada cinco titulados universitarios no encuentra trabajo.
La respuesta estatal ha sido dura: tres personas murieron y cientos resultaron heridas en enfrentamientos con la policía antidisturbios. A pesar de ello, las movilizaciones continúan. El primer ministro Aziz Akhannouch declaró que su gobierno había “entablado un diálogo y estaba dispuesto a discutir” con los manifestantes, pero el movimiento ha exigido su dimisión inmediata.
En una entrevista con DW, uno de los organizadores explicó: “Salud, educación y una vida digna no son cosas que debamos exigir, son nuestros derechos. Pero la codicia nos los arrebató”. La organización, completamente anónima, concentra protestas en barrios pequeños, organiza marchas nocturnas y coordina votaciones internas para decidir estrategias.
“Creemos que el grupo nunca se descontrolará mientras todos podamos debatir y sentir que nuestras voces son escuchadas. La democracia es siempre el camino”, afirmó otro de sus portavoces.

Madagascar
A miles de kilómetros, en Madagascar, la juventud ha salido a las calles por razones diferentes pero con una energía similar. El país, uno de los más pobres del mundo, sufre cortes diarios de agua y electricidad, gestionados por una empresa estatal en crisis. La detención de dos políticos locales que planeaban una protesta pacífica en Antananarivo desató la indignación popular.
Las manifestaciones, lideradas inicialmente por un colectivo juvenil llamado Gen Z Mada, se organizaron en redes sociales como Facebook y TikTok. Lo que empezó como un reclamo por servicios básicos derivó en exigencias políticas más amplias, incluyendo la renuncia del presidente Andry Rajoelina, en el poder desde 2018.
En apenas unos días, las protestas se extendieron a nueve ciudades y dejaron al menos 22 muertos y más de 100 heridos, según Naciones Unidas, aunque el gobierno disputa esas cifras. Rajoelina intentó calmar la situación destituyendo a su gabinete y prometiendo inversiones con apoyo del Banco Mundial. “Escuché el llamado, sentí el sufrimiento”, dijo. Pero la desconfianza persiste. Los sindicatos, la sociedad civil y líderes opositores se han unido a las demandas juveniles, en la mayor movilización desde 2009.

Nepal
En septiembre, Nepal fue escenario de uno de los episodios más significativos de este fenómeno global. Lo que comenzó como oposición a una prohibición gubernamental sobre redes sociales se transformó rápidamente en una revuelta nacional contra la corrupción y la desigualdad económica.
En menos de 48 horas, las manifestaciones dejaron 22 muertos, centenares de heridos y la caída del primer ministro. Edificios gubernamentales fueron incendiados y miles de jóvenes tomaron las calles de Katmandú. Las imágenes de manifestantes haciéndose selfies frente al Parlamento en llamas dieron la vuelta al mundo.
Subir Sinha, director del SOAS South Asian Institute, explicó que las élites gobernantes “parecen muy alejadas de la vida cotidiana, de los miedos y ansiedades que enfrenta la Generación Z”. A su juicio, existe “una sensación catastrófica, como de los últimos días de la democracia liberal, que se repite país tras país”.

Perú
En Sudamérica, la presión juvenil también ha sido un factor clave en la abrupta caída de Dina Boluarte, presidenta de Perú desde 2022, destituida por el Congreso a comienzos de octubre tras una escalada de protestas y una creciente crisis de seguridad. Con solo un 3 % de aprobación, Boluarte fue declarada con “permanente incapacidad moral” por 122 de los 130 congresistas, en una votación récord.

Su mensaje de despedida, grabado en el Palacio de Gobierno, fue cortado en directo por todas las cadenas, incluido el canal estatal. Minutos después, abandonó la sede presidencial y su paradero fue desconocido durante horas.
Entre los detonantes de su destitución estuvo una ola de criminalidad, un paro masivo de transporte en Lima y la reactivación de protestas lideradas por jóvenes de la Generación Z, que ya habían protagonizado manifestaciones en 2022 exigiendo elecciones anticipadas y justicia por las más de 50 muertes ocurridas durante la represión de esas movilizaciones. Boluarte enfrenta al menos once investigaciones por corrupción y violaciones de derechos humanos. En su lugar asumió interinamente el presidente del Congreso, José Jerí, séptimo mandatario del país desde 2016.

Una generación “estafada”
Gen Z —nacidos entre 1997 y 2012— ha crecido entre crisis: la financiera de 2008, la emergencia climática, divisiones políticas, incertidumbre económica y una pandemia que expuso desigualdades estructurales. Según recoge la CNN, para Bart Cammaerts, profesor de política y comunicación en la London School of Economics, esta generación se siente “estafada”, con “sus intereses no representados ni tenidos en cuenta”.
A diferencia de movimientos juveniles anteriores, su fuerza organizativa reside en el entorno digital. Plataformas como Discord permiten coordinar acciones de forma descentralizada y rápida. “No necesitas necesariamente una gran organización o fuerza de movilización”, explicó Cammaerts. Un ejemplo claro fue Marruecos: el servidor Gen Z 212 pasó de 3.000 a más de 130.000 miembros en pocos días, impulsando protestas físicas a gran escala.
La ola de protestas lideradas por jóvenes no es un fenómeno aislado, sino un entramado global donde la frustración ante la desigualdad, la corrupción y el autoritarismo se une a la capacidad tecnológica de organizarse sin estructuras jerárquicas tradicionales. De Marruecos a Madagascar, de Nepal a Perú, la Generación Z está tomando las calles para cuestionar el contrato social que sienten roto. Y lo está haciendo a su manera: conectada, horizontal y decidida.