Apenas nueve meses después de haber asumido como primer ministro francés, François Bayrou se juega su futuro el próximo 8 de septiembre en un voto de confianza en la Asamblea Nacional. La decisión de someterse a esta prueba, en medio de la tormenta que ha generado su plan de austeridad, lo enfrenta a un escenario en el que la ultraderecha de Marine Le Pen y la izquierda de Jean-Luc Mélenchon ya han anunciado que votarán en contra.
Le Pen fue tajante al confirmar la posición de su partido, el Reagrupamiento Nacional (RN), primera fuerza en la cámara baja: “Solo la disolución permitirá a los franceses decidir su propio destino, y esa es la recuperación que propone Agrupación Nacional”. Con esas palabras, la dirigente ultraderechista no solo confirmó que negará su apoyo a Bayrou, sino que abrió la puerta a nuevas elecciones anticipadas, en un país que apenas en 2024 había atravesado comicios legislativos forzados por el derrumbe del macronismo en las europeas.

La izquierda tampoco piensa tenderle la mano al primer ministro. Mathilde Panot, líder parlamentaria de La Francia Insumisa (LFI), ironizó al afirmar que “François Bayrou nos ha dado la fecha de su caída”. Jean-Luc Mélenchon, por su parte, ya ha llamado a una huelga general para el 10 de septiembre, apenas dos días después de la votación.
François Bayrou n’a visiblement pas compris que les Français ont pleinement conscience de la crise économique et financière dans laquelle est plongé notre pays après huit années de macronisme, crise qui s’ajoute à tant d’autres échecs mettant en péril la survie même de notre…
— Marine Le Pen (@MLP_officiel) August 25, 2025
“Al borde del sobreendeudamiento”
El detonante de esta crisis es el presupuesto de 2026, diseñado por Bayrou con un objetivo ambicioso: un ahorro de 44.000 millones de euros. El jefe de Gobierno insiste en que Francia no puede seguir financiando su déficit —que en 2024 alcanzó el 5,8 % del PIB— a base de deuda creciente. “Un peligro inmediato se cierne sobre nosotros”, advirtió en conferencia de prensa, alertando de que el país está “al borde del sobreendeudamiento”.
La hoja de ruta del Ejecutivo prevé que el déficit baje al 4,6 % en 2026 y al 2,8 % en 2029, por debajo del límite del 3 % fijado por la Unión Europea. Para lograrlo, Bayrou plantea medidas drásticas: congelación de prestaciones sociales, reducción de programas públicos y, sobre todo, la supresión de dos días festivos, que aportaría 4.200 millones al esfuerzo total.
Esa última propuesta es la más impopular de todas. Según un sondeo de Odoxa publicado por Le Parisien, el 84% de los franceses rechaza eliminar festivos. El primer ministro ha intentado justificarla con un argumento de productividad: que “toda la nación trabaje más para producir y para que la actividad del país en su conjunto sea más importante en el año”. Pero, a nivel político, la medida se ha convertido en un símbolo de lo que muchos ven como un ajuste desequilibrado, que golpea a las clases medias y populares mientras deja intactos los privilegios de los más ricos.

“No veo cómo puede escapar de la censura”
Los mercados financieros no han permanecido indiferentes. Tras la intervención de Bayrou, el índice CAC-40 de la Bolsa de París se dejó un -1,59 % y la prima de riesgo francesa subió a 75,2 puntos básicos. La rentabilidad de la deuda a diez años escaló hasta el 3,507 %, más alta incluso que la de España.
El resto de la oposición política se ha sumado al rechazo. Los ecologistas hablaron de “un proyecto irresponsable tanto social como ambientalmente” y anunciaron que votarán en contra. El Partido Comunista reclamó “otro gobierno” y el conservador Éric Ciotti fue aún más duro: “Es naturalmente impensable dar confianza a un gobierno y a una mayoría macronista que durante tantos años han llevado a Francia por el camino de la quiebra”.
Comment accorder sa confiance à une majorité qui a un tel bilan, qui a fait tant de mal depuis 2017 ?
Nous voulons une politique capable de répondre aux urgences sociales, climatiques.
Nous voulons un pacte d'avenir pour la France.
Nous voulons un autre gouvernement.#Bayrou
— Fabien Roussel (@Fabien_Roussel) August 25, 2025
Entre los socialistas, que en un primer momento mantuvieron la incógnita, la tendencia también es negativa. El diputado Philippe Brun adelantó que su grupo votará “con toda probabilidad” en contra. Incluso el expresidente François Hollande señaló que, con este presupuesto, “no veo cómo puede escapar de la censura”.
¿Riesgo calculado o suicidio político?
Ante este panorama, la apuesta de Bayrou suena a todo o nada. Él mismo lo resumió: “Si tiene mayoría, el Gobierno sale confirmado. Si no la tiene, el Gobierno cae”. Consciente de lo que está en juego, explicó que la moción de confianza es una “clarificación” necesaria, que debe hacerse en el Parlamento “y no en los desórdenes en las calles”.
El primer ministro insiste en que sería más arriesgado no hacer nada. “El riesgo es la única condición para que los franceses tomen conciencia” de la gravedad de la situación, aseguró, en referencia a la protesta social prevista para el 10 de septiembre.
Lo cierto es que Francia encara un septiembre decisivo. De un lado, la votación del día 8 amenaza con derribar a Bayrou. Del otro, la movilización del día 10 puede paralizar el país. En el centro, un primer ministro que se juega no solo su mandato, sino el rumbo económico de la segunda economía de la eurozona.